Un espacio en el tiempo...
El chico había salido despavorido del piso que había rentado en cuanto se percató de aquel mensaje escrito en letra manuscrita demasiado perfecta para aquel comunicado que nada tenía de perfecto. Se iría y jamás volvería a recorrer aquellas facciones que eran tan hermosas para él; esos ojos avellana que tanto le encantaba admirar: ellos dos, sentados, sin decir nada, solamente mirándose mutuamente sin aires de incomodidad. Era el momento perfecto en que todo parecía desaparecer y solo eran ellos dos, en todo el universo. Nunca había valorado tanto aquel gesto como lo hacía en ese instante.
El sudor le recorría su sien, sus mejillas que se inflaban y desinflaban cada vez que su agitada respiración hacía de las suyas. Sus músculos se contraían bajo su piel cada vez que daba un paso, tratando de llegar a aquel destino que parecía que cada vez se alejaba más y más.
Después de un par de minutos —que para él fueron eternos—, sus pies fueron detenidos frente aquella construcción que tanto odiaba pero que su amada tanto admiraba. Entró por aquellas puertas de cristal que daban a la recepción de aquel instituto, salió hacia el patio principal y en cuanto vio el tamaño de aquellas instalaciones se maldijo por no haber aceptado ir a recorrer el campus aquella vez que su amada se lo había propuesto, cuando la había visitado por primera vez en aquel que ahora llamaba su hogar.
—No puedo volver, Sean. ¡Es que tú no lo entiendes! —había dicho la castaña al chico que tenía frente a ella, anonado; no sabía qué decir—. Aquel lugar jamás se sintió como un hogar. Lo único que hacía que mi cordura siguiera intacta eras tú. Y ahora... ya no estás. —Su voz apenas podía romper el silencio, aunque Sean lo había podido escuchar perfectamente bien.
Sus ojos se habían ahogado en lágrimas, mas no era vulnerable. Sean se encontraba atónito a causa de las palabras que ella había pronunciado. No sabía si lo que había dicho era por la necesidad de que alguien la apoyara, o porque en verdad necesitaba decirlo. A cualquiera de las dos opciones Sean no sabría cómo reaccionar.
—Yo... no sé qué decir. —No era lo que él quería decir, sin embargo lo dijo; tampoco era lo que ella quería escuchar: siempre pensó que era una excusa estúpida por parte de cualquier persona, sin ninguna excepción, mas era cierto lo que Sean acababa de confesar a pesar de que él así no lo quisiera; las palabras se le habían escapado de la lengua antes de que siquiera las hubiese procesado.
—Sean... —dijo en un susurro la fémina. Había pensado en reprimirlo, mas no lo hizo ya que no era tiempo de reclamar algo tan estúpido como eso.
El chico dio un paso vacilante con temor de cómo reaccionaría; ella asintió. Nunca había tenido que pedirle permiso para acercárcele, pero ese día todo había dado un giro de ciento ochenta grados y dudaba si presionarla aun más era una buena opción.
ESTÁS LEYENDO
Destino traicionero.
Misterio / Suspenso―Te amo, pero mi destino me lo prohíbe ―dijo la atenta chica; él lloraba su despedida, jamás la volvería a ver, ni por mera coincidencia. Después de eso, la chica se volvió, con las lágrimas rosándole las pupilas, y entró por aquellas puertas de...