Capítulo 9. Francesco Di'Angelo

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Capítulo 9

Francesco Di’Angelo

La noche se cernía sobre la ciudad. Había mucha niebla y no había luna en el cielo. No había nadie en las calles a tales horas de la noche. Hacía frío y yo intentaba darme calor con mis propios brazos. Estaba inquieta y tenía miedo. Estaba huyendo de algo de alguien.

De repente escuché un crujido y comencé a correr internándome en una oscura calle. Corrí como si la vida me fuera en ello. Debía escapar de lo que me perseguía aunque no tenía ni idea de qué o quién era. Para mi mala suerte, la calle no tenía ninguna salida. Estaba llena de grafitis y no había nada que pudiera ayudarla a dar marcha atrás. Estaba atrapada como un ratón en una ratonera. Entonces apareció. Una sombra se cernía justo delate de mí y el reflejo de sus ojos fue lo único que relucía en la oscuridad de aquella noche. La figura comenzó a acercarse lentamente y atisbó a ver una sonrisa en su cara. Comencé a hiperventilar asustada. No había salida. No había nada que pudiera salvarme.

Para el colmo comenzó a escucharlos. Aquellos susurros que tanto temía volvían a aparecer en mi cabeza. La figura estaba cada vez más cerca y los susurros indescifrables se hacían más fuertes y el dolor de cabeza correspondiente ya era inaguantable. Pero la oscuridad se hizo presa de mí y lo último que pude atisbar fue la silueta de dos grandes alas.

Me desperté agitada. Todo había sido una pesadilla pero había parecido tan real. Pero lo que más me consternaba era aquella misteriosa figura y sobre todo aquellas dos grandes alas. Era como si hubiese visto a un ángel pero aquel ángel no era bueno. En realidad temía a aquella figura. ¿Cómo podía tratarse de un ángel? Se suponen que los ángeles son buenos, ¿no?

Miré el reloj que tenía al lado de mi mesita de noche. Eran las cinco de la mañana por lo que me tumbé en mi cama para intentar dormirme de nuevo pero no lo conseguía así que cogí una hoja en blanco y me puse a escribir. Me gustaba mucho escribir historias y de vez en cuando me entraba la inspiración como en aquel momento.

Empecé a escribir una historia que hablaba de una chica que se enamoraba de su primo pero no sabía cómo decírselo. Estaba tan concentrada escribiendo que no me daba cuenta ni de lo que escribía. De repente volví en mí y miré la hoja para ver que había escrito pero en realidad no había escrito nada sino que había hecho un dibujo.

Era un dibujo precioso, cosa que me sorprendió ya que no sabía dibujar. En él aparecía la misma escena de mi sueño. Incluso estaba dibujada yo, con cara asustada. El mismo callejón, la misma figura alada pero ahora que me fijaba en las paredes de la calle…había extraños símbolos grabados en ellos. Muchos de ellos no los entendía pero reconocí uno de ellos. Era una estrella de cinco puntas, también conocida como pentagrama. Esa marca la había visto en algún otro sitio pero ahora no me acordaba de dónde pero lo iba a averiguar.

Lo que más me sorprendía es que yo hubiera dibujado ese hermoso dibujo a bolígrafo cuando en artística siempre me ponían un 5 por el esfuerzo. Era como si algo me hubiese poseído durante los últimos 10 minutos y yo no me hubiese dado ni cuenta.  Primero los dolores de cabeza y ahora esto. Parece ser que me estaba volviendo una niña del exorcista en toda regla.

Ya no sabía qué hacer así que me tomé mi tiempo para arreglarme ese día y decidí desayunar antes que mis padres. Me tomé un vaso de leche y un cuenco de cereales de chocolate. Cogí una rebeca y decidí dar una vuelta por los alrededores antes de volver a casa y coger su pesada mochila.

Esa mañana hacía bastante frío por lo que no había casi nadie en la calle. Solo ella y un anciano que paseaba a su gran perro. Era increíble cómo podían levantarse tan temprano algunas personas.

El lado oscuro del cielo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora