■Regina■
Al irse la luz petaron unas cuantas bombillas. Me preocupó que algo más pudiera pasar, así que me aseguré que todo estuviera en orden.
Busqué a Robin, pero me encontré con la ventana abierta. Se había largado. Tenían razón, no era él. ¿Cómo pude ser tan estúpida? Los villanos no tienen finales felices.Sería cosa del Ayuntamiento, porque se había ido la luz de toda la ciudad. De modo que al día siguiente me tocaría lidiar con la gente descontenta, porque al parecer que se vaya la luz también es culpa de la alcaldesa.
Llamé a Emma. Solo quería asegurarme de que estaban bien y no había ningún percance mayor. Esa fue la excusa, sí, pero yo odiaba la oscuridad. No me molestan las luces apagadas, pero solo si sé que puedo encenderlas cuando quiera. Me traía malos recuerdos la noche silenciosa. Recordaba las noches en el castillo de mi marido, las tormentas cuando era pequeña... Empecé a ponerme nerviosa, y Emma no respondía a mis llamadas. Tal vez continuaba enfadada conmigo. Ya había olvidado nuestra discusión, su boda... No debí llamarla.
Llamé a Zelena en su lugar. Ella y Robin, la bebé, estaban bien. Me preguntó por Emma, si me había dicho algo más acerca de la boda. Le dije que no, y ella me explicó que había visto al manco en el embarcadero con una bolsa.-¿Qué quieres decir?- Me asomé a la ventana.
-Nada.- Respondió. -Es solo que me resultó extraño verlo allí con una maleta.-
-¿Crees que...algo va mal entre ellos?-
-Creo que estaba a punto de largarse.-
De pronto, recordé mi época de Reina Malvada, porque me invadió un instinto homicida.
-Regina...- Continuó mi hermana. -Ve a por ella, te necesitará.-
Apreté el teléfono hasta tener la sensación que iba a partirse, y lo dejé en su sitio. Tal vez estuviera sacando las cosas de quicio, pero cabía la posibilidad de que Emma estuviera sola y me necesitara. Por eso no me cogía las llamadas, nunca lo hacía cuando algo iba mal. Pero también puede que simplemente estuviera enfadada conmigo por lo de antes.
En cualquier caso, decidí ir a asegurarme de que todo fuera bien. De paso podría pedirle perdón.
Fui hasta su casa y me extrañó no ver ninguna luz. Esperaba que hubiera encendido al menos alguna vela, pero lo mismo estaba durmiendo. No, seguro que no estaba durmiendo. Si había discutido con el pirata después de hacerlo conmigo, no podría estar durmiendo. Llamé a la puerta varias veces, pero no recibí respuesta. Fui al coche a por mis llaves, porque empecé a preocuparme, y entré en su casa.-¿Emma?- La llamé. Miré por todo el primer piso y por el segundo. No había ni rastro de ella, tampoco de Killian. Entonces se me pasó por la cabeza que podían no estar en casa, y si volvían y me encontraban aquí, tendría mucho que explicar. Fui a irme, pero vi que la puerta del sótano estaba abierta, y pensé en bajar ahí.
Un lugar oscuro y cerrado... Por suerte entraba algo de luz por una especie de ventana. Escuché un sollozo y vi el desastre que se había armado.-Emma...- Me quedé paralizada. La vi allí, y sorteé todo lo que estaba de por medio hasta llegar a ella. -¿Qué ha pasado?-
Ella giró la cara hacia otro lado, como si no quisiera hablarme. Intenté quitarle eso de encima, pero era muy pesado.
-¿Estás bien? ¿Te has hecho daño?- Pregunté desesperada. Emma negó con la cabeza, intentando calmarse. -De acuerdo... ¿Como te saco de aquí...?- Ella volvió a negar, como si no quisiera salir de ahí. -Yo trato de levantarlo y tu sales, ¿vale?- Asintió.
Intenté empujar hacia arriba para liberarle la cintura y que así pudiera salir. Al tercer intento consiguió sacar las piernas y arrastrarse hacia delante. Dejé caer esa cosa porque ya no podía más, y provoqué un estruendo metálico que bien poco me importó. Me giré hacia ella agotada. Me quemaban las manos, los brazos ni los sentía, tuve que apoyarme sobre las rodillas para recuperar el aliento. Emma se me quedó mirando, con la cara roja por las lágrimas y hecha un flan. Parecía que fuera a deshacerse si la tocaba. Así que no lo hice.
-¿Qué te ha pasado?- Me acerqué a ella con la respiración todavía acelerada. -¿Por qué demonios has bajado aquí sola? Podrías haber cogido mis llamadas, podrías haber llamado a alguien para que viniera a ayudarte...-
Ella se me quedó mirando, sin saber qué decir. No parecía enfadada conmigo. Parecía un cachorrito abandonado que no sabe si debe fiarse de las personas. Me dio mucha pena. Pero también sabía que ella era fuerte. Emma Swan era la persona más fuerte que conocía.
Creo que hubo un momento en el que yo también tuve su misma mirada, de modo que opté por bajar la vista al estropicio que había montado y a la estantería que nos separaba. Suspiré ofreciéndole mi mano para que cruzara, y poco a poco se atrevió a poner un pie sobre la estructura inestable y metálica. Pude ver las rozaduras en sus pantalones, las magulladuras... Lo mismo se rompía si la soltaba. Pero confió en mí y se atrevió a hacerlo. Una vez a mi lado, no pudo subir la mirada y la hice caminar por delante mío hasta la puerta. En un par de ocasiones estuvo a punto de caerse, pero no sabría decir si era por el daño físico o el emocional. Salimos al pasillo y la hice sentarse en una silla del salón mientras yo subía a por el botiquín. A todo esto ninguna de las dos había abierto la boca todavía.
Pasé por su habitación para llegar hasta el baño y coger lo que había venido a buscar, pero no pude resistir la tentación de abrir el armario. La mitad del espacio estaba ocupado por perchas con chaquetas rojas colgadas, la otra mitad, vacía. Entendí el mensaje. Oí que empezaba a llover y bajé las escaleras antes de que se pensara que yo también me había largado.
Abrí el botiquín sobre la mesa, y le puse alcohol en la herida de la frente sin que pudiera quejarse mucho.
-Dímelo si te hago daño...- Pedí. Ella asintió, ocultando las manos en las mangas de la camisa blanca. Le puse una tirita justo encima de la ceja y le pedí que no se la tocara. Aprendí mucho de estas cosas cuando Henry era pequeño. Siempre se caía en los columpios y se ponía a llorar, pero paraba cuando estaba entre mis brazos. Lo echo de menos.
Vi el corte que tenía en ambos muslos, y le pedí que me dejara echarle un vistazo. Ante mi asombro, lo hizo. Se levantó con cuidado, todavía asustada y, sin levantar la mirada, se desabrochó los vaqueros poco a poco. Parecía rota. Yo solo quería arreglar lo que ese desgraciado le había hecho. Se quedó quieta, violentada. Tampoco daba la sensación que pudiera moverse mucho más. Le curé los cortes y le pregunté si había alguno más. Negó con la cabeza, y yo suspiré.
Recordé que aún tenía su colada en mi coche. Hacía dos días se había roto la lavadora, y me pidió que le lavara unas cosas.
-Voy al coche a por una cosa, tú espera aquí, ¿vale?- Le pedí mirándola directamente a los ojos, y ella asintió débilmente sin siquiera levantar la mirada.Saqué la bolsa con su ropa y volví adentro. La encontré tal cual la dejé. Le di su pijama y le pregunté si necesitaba ayuda. Ella frunció el ceño y negó intentando no mirarme, porque si lo hacía, rompería a llorar. Yo lo sabía, de modo que me fui al comedor. Di vueltas hasta que llegó, con su pijama a cuadros rojos y azules, y el pelo rubio que le caía a cascadas sobre los hombros. Ese hombre era estúpido. ¿Cómo podía abandonar esto? Le indiqué que se sentara en el sofá, y me puse a su lado. Ella tuvo un escalofrío y miró al frente con los ojos empañados.
-Cuéntamelo.- Dije.
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The Ring
FanfictionLo que debió pasar después de que Killian le pidiera matrimonio a Emma...