Capitulo 03-Los italianos son tan...Italianos

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Italia. Nove, Italia, un pequeño pueblo costero al norte del país, con una hermosa e inimaginable vista. Claro, en Italia, todo es así.

Miré desde la ventana del taxi, la vieja casa de mis abuelos, con desniveles a los costados hechos de rocas de mar, donde mi abuela plantaba sus muy coloridas guirnaldas, dejando aparte claro, su jardin. La casa con incrustaciones de roca, tenía las paredes Blancas y Amarillas, por lo que los colores resaltaban aun mas. Sin bardas por ninguno de los costados, a unos 10 metos de distancia por ambos lados, se encontraba la casa de la Sra. Linniesto y del otro lado, El Matrimonio joven de la familia Rosinni.

El taxista, un amable y divertido señor con barba blanca como la espuma del mar, y unos muy humildes y sinceros ojos café claro, bajó inmediatamente del taxi, abriendo la cajuela, y sacando una de mis maletas. Yo fui detras de el, eh intenté quitarsela para cargarla yo, aunque al ver que el Insistió en llevarla, lo dejé. Regresé al taxi, y saqué así la otra pequeña maleta que quedaba, aparte de mi Mochilon que llevaba colgado al hombro.

- ¡Elizabeth! ¡Oh bella principessa! - La ronca, dulce, y profunda voz de mi abuelo se escuchó desde la casa. Yo levanté la vista inmediatamente, con una enorme sonrisa. Coloqué un mechón de cabello suelto detras de la oreja.

El taxista estaba ya en la puerta. Había dejado la maleta a un lado, y abrazó a mi abuelo con un gran abrazo de oso. "No recordaba que los Italianos fueran tan... Italianos". Comenté para mí misma.

- Un piacere vederti Mauro! in avanti! In avanti! Oggi stiamo celebrando - dijo mi abuelo al señor, que segun la conversacion, y mi pobre nivel de traducion Italiano-Español, se llamaba Mauro. - Oh! Hermosa mia! - dijo mi abuelo yá en español. El hablaba a la perfeccion aquel idioma, gracias a sus antiguos años como agente aduanal, y sus concurridos viajes por todo el país, así como el extranjero. Una vez que mi abuela tuvo al ultimo hijo (el ultimo de 7) decidió regresar a Nove, su tierra natal, para crial a sus retoños del mismo modo en que lo habían criado a el, pescando y de fiesta todo el dia, gozando la vida.

- ¡Ya eres toda una mujer! - aunque hablara a la perfeccion el español, aquel asento italiano seguía allí, latente en su voz. Yo sonreí, y el me tomó de la parte posterior de los brazos, dando un beso en cada mejilla.

- ¡Oh!¡Oh!¡Oh! - mi abuela salió de la casa caminando por el cemento. - ¡Elizabeth! Mi niña hermosa! - se acercó hacia nosotros, y me dió un mojado y bien marcado beso en la mejilla. Yo sonreí y la abrazé.

- ¡¿Por que tan callada mi bella?! ¡Grita de la emocion! - yo reí a carcajadas al ver la expresión facial de mi abuelo Ulises.

- Creeme que eso es lo que hago por dentro. - dije abrazandolo por un costado. Realmente extrañaba a mis abuelos, ellos eran las personas mas dulces, tiernas y divertidas que alguna vez hubiera conocido.

Mi abuela tenía sobre su ropa un mandil de cocina, y con la mano sostenía un trapo amarillo, para limpiar cosas vertidas, o tomar ollas muy calientes.

Entramos a la casa, y me encontré con que ya todos nos habían estado esperando: Tios, Primos, tanto menores como mayores, y mientras tanto me preguntaba en mi cabeza, ¿Como es posible que toda esta gente quepa en la pequeña casa frente a la costa?

Mis tios me saludaron con un fuerte abrazo, y hablando en mi idoma. El unico que tuvo un poco de dificultad, fue Ernin, el menor de los 7 hijos de mi abuelo Ulises, los demás ya sabían el español al derecho y al revez, gracias a la atolondrada vida de mi abuelo. Los unicos tios que faltaban allí aquel día, eran mi tio Lorenzo (el mayor, que se encontraba en España tomando unas deliciosas vacaciones) y mi madre; aparte de ellos, los otros 5 hijos estaban disfrutando en familia.

Así mismo, mis primos no tardaron mucho en hacerse notar. Ronny y yó eramos las mayores (mi mamá, aparte de ser la segunda mayor entre los hermanos, había tenido un embarazo adolescente) pero tambien estaban los gemelos, Paulette y Omar, los cuales cumplirían 20 en Diciembre. A partir de allí, seguía la pequeña Isabella, de 16, Lorenzo (primer hijo de mi tío con el mismo nombre) de 15, Leonardo, Nina (Hija de mi tio Sigi, nombrada en honor a mi abuela) y Dianne de 13, y los demas (aproximadamente otros 6 u 7) todos entre las edades de 11 a 3 años.

Los niños corrian animados en el patio trasero, mientras que yo me sentía como una forastera con mi propia familia: Habían pasado tantos años, que casi ni la reconocían. A los niños pequeños, los mayores entre ellos, los había conocido cuando eran apenas unos bebes, y a los demas, bueno, jugaba con ellos a las escondidas detras de las grandes rocas que se encontraban una sobre otra frente del mar.

- ¿Como es america? - preguntó Isabella. Tanto ella, así como Paulette, Omar, Leonardo y Dianne eran los unicos que entendían el ingles perfectamente, eso gracias a lecciones que mi abuelo los forzaba a tomar, o clases en el colegio.

- Diferente. Frio, calculador. - dije dandole un sorvo a mi limonada fresca. - Desconfiado...- agregé al ver como Mauro, el taxista, provaba animadamente la comida que mi abuela Nina había preparado para la cena: "El día en que un taxista coma en casa de unos completos desconocidos solo por ir a dejar a su nieta a su casa en America, Sera señal del apocalipsis." pensé con chusqedad.

La comida se pasó entre habladurías y estupidas preguntas, tales como ¿Como esta tu hermana? ¿Y tu madre? ¿Como es su nuevo esposo? ¿Es verdad lo de la beca? ¿Haya en Boston no hay sol o porqué estas tan blanca?

Pero entonces, un estruendoso ruido proveniente del exterior provocó que todos en la mesa nos presipitaramos asustados.

- ¡ya ya! ¡No ah de ser nada! - grito mi abuelo tratando de calmar las preguntas curiosas de todos en la mesa.

- E papà! Vedrò! - Exclamó mi tio Saúl, para despues levantarse de su silla.

- Vado a piedi - dijo después mi tio Ernin, imitando a su hermano mayor.

Salieron por el umbral de la puerta.

- ¡Tita! Quizas te gustaría ver esto... - Después de escuchar la voz de mi tio Saul, todos los adultos se levantaron de sus sillas, y fueron directamente hacia afuera.

- ¡Oh Dios Mio! - escuché gritar a mi tia Guliett.

- ¡Rapido! ¡Un trapo con agua! - La asustada voz de mi tía Dinn provocó que mis sentidos se agudizaran, y salí corriendo a la cocina. Mi primas Isabella y Paulette corrieron a ver que sucedía, mientras que yo remojaba el primer trapo que encontre. Los otros primos mayores estaban distrayendo a los pequeños en el comedor, para que no quisieran salir curiosos. Aun así, uno de los pequeños se asomó por la ventana, y gritó "Wau! Una moto!".

Corrí al exterior con el trapo en mano.

- ¡Ey! - grite para que todos se quitaran, acto que funcionó. Al llegar hasta el frente de todos, me encontré con 3 cosas: Mi tía Dinn se encontraba incada en el asfalto. Una moto casi destruida estaba al lado de la acera. - Un chico con cabello rubio despeinado se encontraba quejandose mientras se tocaba la cabeza.

Una escritora sin amor (adaptada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora