Capítulo I

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Esto es un intento. Desde que vi Beauty and the Beast estoy emocionadisima en cuanto a esta pareja se refiere. Por favor, si os gusta hacérmelo saber en los comentarios, y de esa forma puedo crear y/o mejorar contenido. ¡Gracias! ^_^

  Disclaimer: La historia que abarca La Bella y la Bestia, adjunta a sus maravillosos personajes no son de mi propiedad. En parte pertenecen a Gabrielle-Suzanne Barbot de Villeneuve y a la compañía Disney. Yo solo soy una simple chica que usa estos medios e imaginación para jugar con estos escenarios.  

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Capítulo I: Declaraciones

El amor era algo casual, algo improbable. Un sentimiento por el cual muchos daban la vida y perdían poco más que la cabeza.

Recordaba haber leído esas palabras en alguna parte, y desde un primer momento no dudó de la veracidad de estas. LeFou, daba por sentado, que sin duda alguna el era más adecuado para encajar con esa anónima descripción.

Ya que tanto en el pasado, como en el presente era capaz de arriesgar su vida y mente por un hombre el cual su única prioridad en vida era su ego,  y en contadas ocasiones sus muestras de afecto eran recíprocas.

Pero allí estaba, dando lo mejor de sí mismo para complacerlo. Porque en mayor o menor medida le hacía feliz. Disfrutaba como nadie esos preciosos hoyuelos que se formaban en sus mejillas cuando se dignaba a sonreír con altanería. Cuando contaba magníficas historias de sus viajes magnificandose a sí mismo o incluso en las ocasiones que coqueteaba con las damas del lugar. En esos instantes, el pelinegro solía sustituir las finas facciones de las doncellas por las propias e imaginar algo que solo sucedería en sus más profundos sueños. Prácticamente vivía para el.

Y como su sombra, arrimado a una de las puertas de un restaurante, observaba a lo lejos a Gastón intentar por quinta vez en el día convencer a Bella de que el era el hombre de sus sueños y probablemente sus futuros hijos serían aún más favorecedores.

La chica, como de costumbre, le dió una negativa bastante obvia y prosiguió su camino, dejando al francés con una fachada de impotencia y un ramo de rosas en las manos. LeFou, suspiró ante la situación. Su compañero era persistente y el uno de los primero en saberlo.

Con su tan característica delicadeza se ajustó su sombrero. Comprobó su apariencia en el espejo a su delantera, y con una sonrisa de orgullo comenzó a caminar hacia donde se encontraba su amigo.

—¡Gastón, compañero!—Dijo el pelicastaño con detonante alegría. Palmeando con una de sus manos su hombro.

—LeFou— respondió sorprendido ante su repentina presencia—¿De dónde has salido?

LeFou solo pudo mostrar una sonrisa oportuna y responder con sinceridad.

—Estaba esperándote—Declaró sentándose en las baldosas de una pequeña fuente a sus espaldas— ya sabes. Pensé que podríamos conseguir algo para comer o beber, a penas se cumplen dos horas desde que regresamos de la guerra—sonrió— debes de estar tan cansado como yo.

El hombre, pasándose una mano por el pelo tomó asiento a su lado.

—Los hombres como yo no conocen el cansancio— respondió balanceando el ramo de un lado a otro.

—Eso es un echo—Confirmó, seguro de sus propias palabras— debido a que no pareces querer darte por vencido en cuanto a la hija del inventor.

—Soy lo mejor que pudiese encontrar en este maldito lugar—sentenció con ira.

—No—Siseó LeFou, picoteando su rariz como de costumbre.—lo mejor que podrá encontrar en toda su miserable vida como campesina. Si no sabe apreciarlo, no es digna de ti.

Gastón abrió los ojos con sorpresa, como entendiendo algo por primera vez en meses.

—¿Sabes que? ¡Tienes razón!—Dijo tirando estruendosamente el ramo de rosas hacia el suelo.

Lo había captado, no pensaba malgastar un minuto más de su vida persiguiendo a una mujer tan insignificante. Después de todo no era un hombre común, era Gastón. El héroe de la villa, admirado por todos y el motivo por el cual las mozas suspiraban. No merecía la pena seguir rogando.

—Por supuesto que tengo razón—Dijo el pelicastaño. Feliz por una vez de que su amigo fuese el mismo de siempre— hay millones de mujeres allá fuera, de peces en el mar.

LeFou colocó una de sus manos tras la espalda del francés y señaló a todas direcciones, mostrándole cuantas posibilidades habían para el.

Muy contrario. Porque a pesar de su terrible enamoramiento, el mal bajo había aceptado su papel como acompañante, y en algunas ocasiones, bufón. Era consciente de la sexualidad de su compañero, amaba a las mujeres. Por lo cual, para el, no quedaban más que las migajas.

—Mujeres, ¿eh?— Dijo sonriente— LeFou, compañero—pronunció mientras que en señal de atención colocaba una mano sobre el hombro del contrario— ¿Puedo hacerte una pregunta?

Por su puesto, para el más bajo, esta última oración era un tanto extraña. "¿Pregunta?" Pensó. Gastón nunca solía preguntarle nada, y mucho menos con la expresión de curiosidad que portaba en aquel momento.

—Lo que quieras—Respondió con un tono titubeante, intentando asumir que no sería la gran cosa.

Gastón, hizo un gesto con el dedo índice para que se acercase más a su persona, a lo que LeFou respondió trasladándose a su lado hasta que ambos quedaron hombro con hombro.

Acercando su rostro sutilmente al oído del hombre regordete, pronunció algo que probablemente llevaba en la cabeza por un tiempo.

—¿Te gustan los hombres?

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