Capítulo III

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Tenia un parrafo gigantesco explicando mi ausencia, pero ha pasado el tiempo y tan solo espero que os guste este capitulo si es que no se os ha pasaso la fiebre Gafou. Disfruten.

Una, dos, tres vueltas en la cama

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Una, dos, tres vueltas en la cama. No podía dormir.

La luz de la mañana se filtraba a duras penas por las gruesas rendijas de la ventana, anunciando que la noche había llegado a su fin.

Con ambas manos y a ciegas, buscó una de las almohadas repartidas por la cama y cuando fue capaz de localizarla, se cubrió la cabeza emitiendo a su vez un gemido de frustración.

—¡Maldito todo!—dijo somñoliento.

Esa mañana Gastón podría haberse levantado perfectamente con lo que se decía, la pierna izquierda. Sentía que todo estaba en su contra, sobre todo sus sentimientos.

Lo que había sucedido la noche anterior lo había desconcertado en demasía. Practicamente se había pasado desvelado con la idea rondándole la cabeza.

Aquel beso, tan inocente como el de un infante, había sido un impulso, un maldito impulso que lo había descolocado. No fué consciente de sus acciones hasta horas después, cuando tuvo la oportunidad de sentarse a reflexionar en la oscuridad de su hogar. Dudoso del sentimiento que lo empujó a cometer aquella acción sin pensar en remordimientos o consecuencias.

Consciente o no, ahora estaba pagando por ello, y a un precio muy caro.

Y comenzó a negarse, a cuestionarse.

¿Aquello podría ser considerado normal? ¿Dos hombres?

Agitó la cabeza en varias direcciones.

—¡Imposible!—pronunció, en total negación.

Imposible, imposible ¡Y nada más que imposible! Era una idea descabellada. Pues a pesar de no ser ningún experto en el tema, había escuchado muchos rumores sobre cómo terminaban las personas que poseían esas inusuales inclinaciones maldecidas por la sociedad. Y usualmente no resultaban estar muy vivos.

Algo que nunca esperó, es que semejante cosa le sucediese a el, amante de las damas, las voluptuosas curvas y abundante pechonalidad. Probablemente incluso LeFou había pensado negativamente sobre sus acciones, obviamente le había asqueado, pensó Gastón. Aunque muy alejado de la realidad.

Y entre divagaciones, resulta que no había notado como varios golpes resonaban con insistencia en la planta baja.

De mala gana se despojó de las sábanas deshechas que medianamente lo cubrían y cruzó el umbral de la habitación. Un gran bostezo salió de sus labios, mientras bajaba las escaleras que le conducirían al recibidor.

Despeinado y a medio vestir, abrió la puerta. Sin siquiera ser  consciente de la hora que era.

—Buenos días— dijo una voz muy familiar.

En esos momentos su cerebro no estaba funcionando con normalidad y a penas podía procesar que la persona que practicamente le había costado su sueño estaba parado en aquel instante delante de sus narices.

—LeFou— pronunció con una expresión de sorpresa.

—En efecto, ese es mi nombre— dijo el francés con un tono burlón.

—¿Que haces aquí?—

—Manzanas— respondió, y con un ademán mostró la canasta de frutas frescas que llevaba en la muñeca— acabo de pasar por el puesto de la señora Boisseu y pensé que te gustaría tener algunas.

Y sin permisos ni preguntas, se coló por el lado de la puerta donde Gastón no estaba apoyado, entrando a la residencia de manera familiar.

El pelinegro lo observó desde el umbral con una expresión de desconcierto, mientras que su  amigo, con su gracia tan carácteristica colocó la cesta de manzanas sobre la mesa, cuidando no tirar nada del enorme desastre que Gastón tenía por comedor.

A diferencia de LeFou, el ojiazul,estaba hecho un auténtico desastre. Su pelo estaba desparramadado por su frente, agarrado entre medias en una coleta deshecha y llevaba la camisa abierta de par en par.

El más bajo, pareció percatarse del semblante de confusión permanente que portaba su ex capitán, pues prácticamente había permanecido inmóvil  junto al umbral de la entrada observadolo ensimismado.

—Gastón, ¿Te encuentras bien?—pronunció con verdadera preocupación, acercándose hacia su persona—¿Quizás estás enfermo?—dijo posando una de sus manos en la frente de su amigo— Extraño, no pareces tener fiebre.

Este, al sentir aquel cálido toque despertó de su letargo. Encontrándose con unos ojos avellanas observándole con profundidad.

En aquel momento fue consciente

—Eh...—titubeó por unos instantes— si, estoy perfectamente bien—dijo manteniendo la compostura.

No sabía si era el sueño, pero no pudo evitar pensar que la forma en que su contrario portaba esa coleta le favorecía demasiado. Y estiró su mano para tocarle. Quería experimentar. Deshacerce de sus dudas.

—¿Gaston?—

—¿Mmm?—

Continuaba paseando sus pulgares por las hebras castañas del hombre.

—quiero preguntarte algo—

Con una sonrisa— Estos días has estado haciendo muchas preguntas—

—Tengo muchas preguntas sin respuestas, y necesito tu ayuda—dijo embelesado.

—¿Mi ayuda?— dijo un tanto sorprendido.

Gastón lo miró de los pies a la cabeza. No era una mujer. No poseía aquella figura curvada, era regordete. Tampoco aquellos pechos voluptuosos a los que el estaba tan acostumbrado. Portaba un parecer completamente opuesto. Pero no le desagradaba, y eso le extrañaba.

—Acercate— dijo con tranquilidad. Confiado.

Con el entrecejo fruncido LeFou dió un paso hacia delante.

—Cierra tus ojos— pronunció mientras colocaba ambas manos en los hombros de su amigo.

—Gastón—

—Dime—

—No entiendo nada— suspiró.

Como respuesta, Gastón comenzó acercándose lentamente a sus rostro.

Y mirandolo a los ojos fijamente, pronunció las siguientes palabras:

—No es necesario— sentenció con voz ronca.

Y con ese previo aviso, lo besó.

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⏰ Última actualización: Jun 05, 2019 ⏰

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