capituulo- 17

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Una hora después de haber pasado por miles de moteles, autopistas y bares, supe que íbamos a algún lugar de campo. Aparcamos y entonces la vi. Una casa de ladrillos rojos, con un pequeño jardín y un bosque justo detrás. La casa de nuestros fallecidos abuelos. Las lágrimas amenazaron con salir.
-¿Qué hacemos aquí Louis?
-¿Sabes? Todavía me acuerdo de ellos. De cuando abuela nos daba esos ricos potajes, o de cuando jugaban con nosotros en los columpios. Aquí celebramos tu séptimo cumpleaños, ¿recuerdas? Todos los años antes de que ellos murieran lo celebrábamos aquí, igual que el mío. Ella hacía su famosa tarta para cada uno. Esa deliciosa tarta de fresa, porque a mí no me gustaba el chocolate, y el abuelo siempre nos montaba una piñata. También...
-Louis - le callé. No aguantaba más. Mis abuelos habían sido todo para mí durante la separación de nuestros padres. Siempre intentaban poner solución a todo. Sinceramente, pienso que no pude tener unos abuelos mejores. Siempre nos quedábamos en su casa, pero cuando el abuelo murió dos semanas después de mi cumpleaños, y la abuela un par de meses después... todo se acabó. Nos mudamos con mi madre y mi padre se fue, no sé a dónde. Quizás ahora tenga una nueva familia. No volvimos a pisar esta casa. Nunca. Lloré desesperadamente, mientras a mi hermano se le escapaba una lágrima. Él siempre fue más fuerte que yo.
-Lo sé - fue lo único que contestó mientras me acogía en sus brazos.

Cuando estuve un poco más calmada, entramos a la casa. Todo estaba tal y como recordaba. En la entrada, un perchero para los abrigos. Más adelante la cocina y el salón, y arriba los dormitorios. Primero entramos al salón. La televisión cuadrada y vieja estaba llena de polvo, probablemente ni encendería. El sofá tenía pequeños agujeros y las paredes blancas, estaban amarillas. Me senté en el magullado sofá y lo toqué con cuidado. Al lado de este, se encontraba la mecedora de mi abuela. La miré con cariño. Observe a mi hermano que miraba atento las fotos en el mueble principal. Me acerqué a él y las contemplé. Habían muchas de nuestros cumpleaños, otras del colegio, y alguna que otra haciendo tonterías en el jardín. Todas las fotos eran nuestras, no había ninguna de nuestros tíos ni de mi madre. Los dos sabíamos con certeza, que éramos todo para nuestros abuelos, al igual que ellos para nosotros.

Pasamos por la cocina, y con curiosidad abrí la nevera. Se saltaron las lágrimas cuando vi con tristeza, un podrido trozo de pastel de fresa lleno de bichos. Cerré la puerta de un golpe y seguí a mi hermano que se dirigía al patio. Habían algunas plantas, pero las pocas que había estaban secas. Salimos de allí y subimos a los dormitorios. Primero entramos al mío. Era todo rosa, y habían fotos de dibujos animados pegadas a la pared. En frente de mi cama había un pequeño tocador de juguete y encima de la cama se encontraban todas mis muñecas Barbies. Mi hermano me observó desde el marco de la puerta. Después de echar un último vistazo, entramos al cuarto de Louis. En el armario habían camisetas del equipo de fútbol Doncaster. Al igual que en mi habitación, su cuarto estaba repleto de fotos en las paredes, esta vez de cantantes y jugadores de fútbol. En el cabecero de su cama, tenía un autógrafo de Robbie Williams, uno de sus ídolos. También tenía, en un rincón del dormitorio, montones de balones firmados. Louis sonrió, y tocó alguna de sus cosas. Más tarde, entramos en la habitación de nuestros abuelos. Estaba decorada con muebles antiguos. Permanecía igual que en los viejos tiempos. Nada había cambiado.

Decidimos irnos de allí, y salir al jardín. Ese jardín en donde tantas veces habíamos jugado. Donde, tal y como recordamos anoche, me había doblado el tobillo por culpa de Louis. En donde mi hermano practicaba una y otra vez sus canciones, y mi abuela le decía qué bien lo hacía, mientras mi abuelo lo grababa. Por supuesto, hubieran estado encantados de ir a apoyar a mi hermano en The X Factor. Muchas veces el zanahorio piensa en eso, y la verdad es que ellos hubiesen sido las personas ideales. En este jardín, Louis dio su primer beso. En este jardín, di mis primeros pasos, Louis empezó a cantar, yo a dibujar, a hablar... aquí crecimos. Nuestra vida fue esta casa terrera.
-Louis... - dije con la voz rota y una lágrima en la mejilla mientras miraba todo el jardín. El vino junto a mí y me abrazó - Les echo tanto de menos... - dije en un suspiro - Ojalá estuviese aquí la abuela, haciéndonos engordar con sus tartas de fresa, y el abuelo, persiguiéndonos por el jardín intentando pillarnos. Su hubiese podido celebrar mi cumpleaños con ellos...
-Tranquila pequeña - dijo aún abrazándome - Estoy seguro, que donde quiera que estén, nos están cuidando y están muy orgullosos de nosotros. Y también estoy seguro de que no querrían que llorásemos, porque ellos están bien ahora.
-Lo sé Louis... pero echo de menos abrazarlos, besarlos... - limpié mis mejillas y vi que mi hermano hacía lo mismo.
-Vámonos de aquí enana - dijo con una sonrisa.

Entrelazamos nuestros brazos y recorrimos de nuevo toda la planta baja hasta llegar a la puerta. Suspiré y observé por última vez esa casa tan especial para nosotros. Donde habíamos crecido y nos habían visto crecer. Donde tantas veces reímos y peleamos. Sonreí al recordar todos los buenos momentos ahí vividos y salí de la casa, seguida de Louis, que cerró la puerta.
Llegué hasta el coche y esperé a que Louis abriera. Cuando lo hizo entramos y nos pusimos los cinturones.
-Gracias por traerme Louis. Al principio te iba a matar, pero me hizo bien venir. Gracias - le dediqué una sonrisa.
-De nada enana - me devolvió la sonrisa, arrancó el coche y comenzó a conducir.
-¿Adónde vamos ahora? - pregunté curiosa.
-A otro sitio que también nos hará recordar viejos tiempos - dijo sin apartar la vista de la carretera.
Pensé sitios a los que podía llevarme, pero mi querido cerebro no estaba por la labor, así que simplemente me dediqué a mirar el paisaje.
Tras una media hora, Louis me habló:
-Llegamos pequeña.
Miré al frente e inmediatamente una sonrisa se formó en mi cara, y tal como había dicho Louis, me hizo recordar viejos tiempos.
-No puedo creer que me hayas traído aquí - dije aún sonriendo. Le miré y me devolvió la sonrisa. Bajé del coche y me acerqué a la que fue nuestra casa, antes de mudarnos a la actual. Pasé mis quince primeros años en esta casa, siempre que no estaba en casa de mis abuelos, hasta que Louis fue a The X Factor y pudimos permitirnos comprar una casa más grande.
-Bueno, ahora está en venta. No podemos pasar, pero podemos ir al jardín - dijo encogiéndose de hombros.
Sonreí y fui hacia el pequeño jardín. Solo había un columpio oxidado y... la casa del árbol. Esa casita donde Louis y yo pasamos tanto tiempo; donde jugábamos a que yo era una princesa encerrada en la torre, y mi valiente príncipe Louis venía a rescatarme.
-¿Quieres subir? - me preguntó. Le miré.
-Claro - sonreí.
Nos acercamos a las escaleras y me indicó que subiera primero. Así lo hice. Subí los escalones y llegué arriba, segundos después llegó él. No podía quitarme la sonrisa de la cara.

Era tal y como la recordaba: pequeña, pero acogedora. Estaba llena de polvo y completamente vacía, pero seguía siendo perfecta.
-Bonitos recuerdos... - dijo Louis también sonriendo.
-Lo sé... Podríamos construir una en casa - bromeé.
-Sí, sería buena idea - dijo riendo.
Bajamos de las casa del árbol y volvimos al coche.
-¿Y ahora? - pregunté.
-Preguntas mucho, ¿verdad? - dijo divertido.
-Sólo me informo - me encogí de hombros. Él rió ligeramente.
-Vamos a comer - sonrió - ¿Quieres ir a Mc Donalds o prefieres algo con más clase?
-Mc Donalds sería perfecto - sonreí.


En el camino, entré a Twitter. Me sorprendió ver que tenía una mención de Niall. La abrí y solté una carcajada. Ponía esto:

SIEMPRE TUYA .NIALL HORAN Y TUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora