El atardecer carmesí.

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Todo se encontraba muy tranquilo últimamente. El viaje para Yona y sus compañeros estaba siendo bastante soportable, porque, aunque la mayoría de las noches durmieran a la intemperie y tuvieran que esconderse en muchas ocasiones, en los últimos días no habían ocurrido incidentes. Los días resultaban tranquilos y animados para todo el grupo menos para cierto pelinegro.

Hak se sentía bastante inquieto. Su relación con Yona permanecía igual que siempre, pero no podía evitar ponerse nervioso cuando estaba a solas con ella. Siempre se había fijado en su pequeña princesa, siempre había querido apoderarse de su corazón, que fuera solo suya, pero siempre había reprimido sus sentimientos debido al amor de la princesa hacia Soo-Won. Había decidido apartarse de su camino, velar por su futuro juntos y poder permanecer junto a ellos, pero desde aquella fatídica noche todo cambió.

Ver la expresión de horror en su cara, la muerte del rey Il, ver cómo la vida que tanto disfrutaba Yona era destrozada de la noche a la mañana, tener que sacarla del palacio que tanto amaba, y que tuviera que usar las armas que tanto detestaba su querido rey, todo aquello no solo había destrozado a la pelirroja, también lo había destrozado a él.

Desde aquel momento no había podido evitar sentirse más atraído hacia Yona. Había madurado, había experimentado un cambio indescriptible. Era más preciosa que de costumbre. Seguía siendo tan adorable como siempre, pero cuando aquella mirada ardiente se apoderaba de sus ojos, Hak se sentía completamente indefenso ante ella. Yona decía que no era lo suficientemente fuerte, pero para él, no quedaba rastro de aquella princesa inocente viviendo en su propio mundo.

Yona se empeñaba en intentar protegerle, pero Hak no podía permitir que su querida princesa se arriesgara para protegerlo a él. Le había prometido al rey Il que cuidaría de ella, que no dejaría que le pasara nada, le había dicho a la pelirroja que lo usara como arma para su propia supervivencia si era necesario, pero con el paso del tiempo dudaba, porque era verdad que la protegería con su vida si fuera necesario, pero realmente no quería morir, quería pasar su vida junto a ella y hacerla feliz, pero si su vida se perdía, ella se quedaría sola e indefensa. Tendría a sus queridos dragones con ella, y a Yoon, pero no podía evitar preguntarse a veces qué haría ella sin él.

Tenía curiosidad. Habían estado juntos durante muchos años, él lo había dejado todo por ella, nunca la dejó sola. Y mientras más tiempo pasaba, el pelinegro se sentía más unido a ella. No era capaz de separarse ni un minuto, pero debía controlarse. Más de una vez mandó su autocontrol bien lejos para poder permitirse algún pequeño lujo, como abrazarla o molestarla, pero cada vez deseaba más de ella. Podía notar cómo se comportaba su querida princesa cuando él estaba cerca, lo sabía muy bien. Su voz temblorosa, sus ojos brillantes, sus mejillas sonrojadas, la forma en la que susurraba "Hak, eres un idiota." Cuando se burlaba de ella...Yona le volvía loco. Tan loco que cada minuto, sus deseos de abrazarla, de suplicarle que se quedara con él, de decirle que era lo que más amaba, que no dejaría que volvieran a hacerle daño, de besarla...todo se volvía más evidente.

Sabía perfectamente que Yona aún no podía perdonar a Soo-Won. Le arrebató todo, pero ella aun así no era capaz de odiarle. Así era su princesa, muy similar al rey Hiryuu. Por su parte, él lo odiaba con todo su corazón, no solo por arrebatarle todo lo que su princesa tenía, sino por arrebatárselo a él también, destrozar los sueños de Yona y su futuro. Si la pelirroja lo ordenara, no tardaría en matar al hombre que tanto la hizo sufrir, devolverle todo el sufrimiento que sus acciones provocaron, destrozar aquel regalo que tanto atesoraba Yona. Sabía que se desharía de él tarde o temprano, y cuando finalmente lo hizo, el alivio se apoderó de su alma, porque sabía que su princesa había logrado dar un paso hacia adelante.

Hak la quería con todo su corazón, pero no estaba seguro de si Yona le correspondería. Las acciones de los dos eran evidentes, pero ninguno de los dos se atrevía a dar el paso. Hak se pasaba el día observando cada una de las acciones de su querida princesa cuando estaban a solas, y Yona cada vez estaba más confundida por las acciones del pelinegro, porque no entendía el por qué nunca quería separarse de él, a veces ni para dormir, por qué solo él era el único capaz de eliminar todos sus miedos, por qué solo bastaba oír su voz para tranquilizarla, por qué acabar envuelta entre sus brazos la hacía sentirse tan feliz y protegida, por qué poco a poco el lugar que tenía Soo-Won en su corazón iba siendo reemplazado por él, por qué se sentía tan nerviosa cuando estaba a su lado, por qué sufría y rezaba a los dioses cada vez que él resultaba herido por su culpa, esperando que estuviera bien pronto y volviera a molestarla como siempre, y cuando por fin despertaba no se separaba de él...

Deseos reprimidos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora