Estaba jugando con Izar, cuando mi móvil sonó.
Bajé la cabeza. Sabía que Theo tenía novia de nuevo.
–Tata. –miré a Guille que estaba a mi lado.
–¿Qué pasa, petit?
–¿Puedo jugar un poco con el primo? –dijo poniéndose rojo y rascándose la nuca de forma adorable.
Cogí a Izar, que hizo un ruidito de bebé y lo senté en el regazo de Guille, que estaba a mi lado.
–¿Por qué Izar no tiene papá? –preguntó Dani subiéndose al sofá.
Me bloqueé, pero Lucas me salvó.
–Izar si que tiene papá. El papá de Izar es el tío Theo, pero vive lejos.
Dani y Guille miraron curiosos a Lucas.
–Dejar a Izar y a vuestra tía descansar y a la cama los dos. –dijo Anto entrando a mi habitación.
Izar ya estaba dormido en mi regazo y los gemelos comenzaron a correr en círculos, evitando a Anto y a Lucas.
Cada uno cogió a un gemelo, que se frustraron al ver que debían irse a dormir.
Las chicas entraron a mi habitación.
–Felices cuatro meses, pequeñajo. –dijo Luna cogiendo a Izar con cuidado.
Sonreí, Luna era la única que no había estado con Izar ese día por culpa de Saúl, que se la había llevado a la playa.
Dejó a Izar en su cuna y se organizaron las noches de la semana, para que todas las noches, Izar tuviera a alguien cuidándolo.
–Me voy para el hospital. –dije levantándome. –Gabi ya estará ahí.
(...)
Me acerqué a la sala de espera, donde vi a Gabi.
–Gracias por quedarte.
–Necesitas cuidar un poco más de Izar. Me tienes aquí para lo que necesites. Ya lo sabes, pequeña.
–Tengo mucho miedo, Gabi. Ya han pasado cuatro meses y sigue en la UCI.
–Amets es muy fuerte. Cogió tu enfermedad, pero también tu fuerza. Tu pequeña saldrá de esta.
Nos permitieron pasar a ver a mi pequeña, la melliza de Izar, que tenía mi misma enfermedad.
Cogí su manita y comencé a llorar. La mano de Gabi se posó en mi hombro y me noté más protegida.
–Se ha terminado el tiempo de visita. –dijo el médico, y Gabi me tuvo que sacar casi a rastras de la habitación.
En el pasillo me volví a derrumbar. ¿Qué sería de mi si Gabi no estuviera?
–Tienes que estar pensando que soy la persona más débil del mundo. –dije secándome las lágrimas como pude.
–Eres muy fuerte. De echo, me acabo de acordar que tengo que castrar a Theo.
Reí levemente y Gabi me llevó a casa.
–¿Me puedes dar un vaso de agua?
–Claro.
Le di el agua y subí a mi habitación. Comencé a sacar pastillas, muchas más de las debidas y cuando me las iba a tomar, una mano agarró la mía.
–No. No lo pienso permitir, pequeña.
Gabi me abrazó.
–Se que es duro, pero tienes que ser fuerte.
Cuando Gabi se fue, volví a coger las pastillas, pero escuche el llanto de Izar, que me hizo recordar que no me podía rendir, debía ser fuerte.
El nombre de Izar comenzaba a cobrar sentido. Izar significa estrella en euskera, y es la luz que ilumina mi camino.
(...)
Desperté escuchando a mi hermano y a Noa discutir.
–¡Pero yo quiero otro bebé! –gritó mi hermano.
–¡Yo no! –contestó Noa.
Me levanté de la cama, cogí la cinta aislante y se la puse a mi hermano en la boca, ya que él era quien más gritaba.
–Dejarme dormir, por favor.
Tenía ojeras, ya que anoche, Izar apenas había dormido, y por lo cual, yo tampoco.
El timbre sonó y fui a abrir.
–Hola... –saludé a Theo.
–Buenos días. –sonrió.
Le sonreí levemente y le invité a entrar.
Se quedaron hablando con Noa y Anto, mientras yo subía a cambiarme de ropa.
–¿Puedo ver a Izar...? –preguntó cabizbajo.
Asentí y me siguió hasta mi habitación.
Le cogió y sollozó cuando Izar le miró con sus ojitos azules y le tocó la mejilla.
–Tienes también una hija.
–¿Qué? ¿Dónde está?
–En el hospital. Tiene mi enfermedad. –bajé la cabeza y Theo me hizo levantarla y besarle.