–¿Podemos ir al hospital? –me pidió Theo.
Asentí y Theo me levantó la cabeza.
–No bajes la cabeza, pequeña.
Theo y yo nos dirigimos al hospital. Ahí estaba Gabi, que abrazó a Amil y le dio una colleja a Theo.
–Dejalo Gabi, estamos bien.
Fuimos a ver a Amets y Theo se quedó en shock al ver a la pequeña.
–¿Cuando nacieron?
–Hace cuatro meses.
–Es igual que tú. –dijo Theo acariciando su mejilla y después acariciando la mía.
Di un paso hacia atrás.
–Petite, quiero arreglarlo.
–Este no es el lugar para hablar.
–Dame otra oportunidad.
–¿Y tu novia?
–Le dejé.
Volvimos a casa y nos encontramos una escena muy tierna. Antoine y Noa dormían abrazados en el sofá con sus tres hijos encima, durmiendo también.
–Vamos a mi habitación. –dije agarrando la mano de Theo, que sonrió por el contacto.
–Ve yendo, voy a decirle a mi hermano que hemos vuelto a casa.
Theo sonrió y subió a mi habitación.
–Anto. –le moví, pero despertaron tanto él como Noa. –Os cojo protección de vuestra habitación.
Los dos asintieron y escuché a mi hermano susurrar.
–Te quiero, Noa.
Me giré y vi como se besaban. Mi hermano solo sacaba su lado cursi con Noa.
Entré a la habitación de mi hermano y vi que solo les quedaba uno, pero lo cogí. Ellos querían otro hijo.
Entré a mi cuarto y me encontré a Theo mirando las cosas de Izar, entre las cuales se encontraba su camiseta del Alavés, con su 15 Papá.
–Amil... –dijo al ver la camiseta.
–Es su favorita. Cuando se la pongo se echa a reír.
Se acercó a mi y me abrazó muy fuerte.
–Lo siento, lo siento mucho.
Mordí su cuello.
–¡Oye!
–Oigo. –dije divertida.
Me tiró a la cama y se puso sobre mi.
–¿Estoy perdonado? –dijo mirándome con una sonrisa tímida.
Asentí y le di la protección.
–Chica lista. –rió y me besó.
Noa
–Voy al baño. –dijo Guille bajando del sofá.
Antoine le miró orgulloso. Guille volvió al salón algo confuso.
–¿Qué pasa, Guille? –le pregunté subiéndole al sofá.
–¿Por qué grita la tata?
–¿Lo qué grita?
–Sí, Theo. Te quiero.
Antoine comenzó a reír como un loco.
–A ver, chicos. –les dijo a Antoine, creando mi cara de miedo. –Cuando un chico y una chica se quieren, el chico le mete la cosita que hay entre las piernas y a veces a las chicas les duele.
Me golpeé la cara con mi mano, Antoine era la única persona que era capaz de decirle eso a unos niños de tres años.
Los niños nos miraron.
–¿Tu le has hecho gritar a mamá? –preguntó Dani curioso.
Antoine seguía riendo.
–Sí, bastantes veces.
Amil y Theo bajaron de la mano, ambos sonrientes, pero con los cuellos bastante marcados.
–Tata. –dijo Guille abriendo los brazos para que Amil le cogiera. –¿Por qué tienes el cuello morado?
–Porque el tío Theo me ha besado.
–¿Cómo?
–Así. –dijo Anto marcandome.
–¡Antoine Griezmann! –grité creando las carcajadas de Amil y Theo.
–Te quiero. –susurró en mi oído.
(...)
–Antoine. –dije al ver toda la casa a oscuras.
–Tranquila. –apoyó sus manos en mis hombros.
Me guió hasta una mesa con velas.
–Te quiero mucho, Noa.
–Tenemos que poner fecha para la boda.
–Casémonos la semana que viene. –dijo sonriente.
–Tu hermana nos va a matar por poco tiempo.
Ambos reímos y finalmente acabamos en la cama.
–Amil se ha llevado la última protección.
Antoine gruñó.
–Da igual. Ambos queremos otra niña.