Prólogo

80 4 7
                                    

Estaba corriendo lo más rápido que podía, pero hace mucho que lo estaba haciendo y sentía que me estaba cansando más y más. Las piernas ya no me respondían de la misma manera en que lo hacían al principio y eso podía ser una ventaja para mi capturador. Sentía ya como mis huesos se estaban atrofiando, como el sudor bajaba por mi cara y como mi respiración se tornaba irregular, pero no me podía concentrar en eso, yo tenía que seguir huyendo, porque ya no solo se trataba de mi en esta ocasión, estaban en peligro las personas que más quería, aquellas que confiaban en mí.

Casi toda mi vida consistía en correr, en huir de toda amenaza, pero sabía que esta vez las cosas eran diferentes, ahora ya no tenía una salida, o tal vez sí y por eso seguí subiendo por las escaleras desenfrenadamente. Hasta que llegué a una puerta e inmediatamente la abrí sin perder más tiempo. Me encontraba en la azotea del edificio y lo único que hice fue correr hasta la orilla y cuando llegué tuve mucho cuidado, miré abajo, desde donde me hallaba todo se veía tan lejos, la vista se me tornó borrosa, así que inmediatamente aparté mi mirada del  precipicio. Genial, estaba muy alto y mi miedo a las alturas no hacía más fácil las cosas, pero ya no había tiempo para arrepentirse, porque en ese instante mi capturador entró por la puerta. Al verme atrapada y sin salida optó solo por dar un paso.

—Cariño, al parecer no tienes salida—lo dijo con una sonrisa burlona en sus labios y mirándome a los ojos totalmente divertido por la situación en la que me encontraba. Lo miré directamente a los ojos, con toda la frialdad que pude. Yo ya no tenía miedo.

—Hasta los caminos más oscuros y peligrosos, tienen una salida—miré de soslayo el precipicio otorgándole gran significado a lo que hacía y en ese momento la expresión divertida del sujeto fue abandonando su rostro, luego tomó lugar la incomprensión, hasta que su cara era de un total asombro.

—No serías capaz de hacerlo—lo dijo como preguntándose a él mismo si de verdad sería capaz de hacerlo, por primera vez él no estaba seguro de lo que pasaría. Eso era una ventaja.

—¿Quieres apostar?—a él yo no le serviría muerta, y eso me había quedado claro, a él lo habían mandado solo para capturarme, pero eso él jamás lo haría. Ahora él se acercaba sigilosamente con los brazos a cada lado y con la palmas hacía abajo tratando de mostrase pacífico.

—Vamos cariño, no te haré daño, solo quiero que vengas conmigo, si hacemos las cosas por las buenas no tienes nada de que temer—un intento de sonrisa amigable surcaba su rostro, pero esa clase de gesto no funcionaba en su cara, al contrario, eso lo hacía ver más malvado de lo que era. Tenía que hacerlo rápido, no había que perder tiempo.

—Suerte sin mí, suerte sin los 7—manifesté como despedida y en este momento me impulsé hacia atrás y lo último que alcancé a divisar fue al sujeto corriendo a detenerme, pero ya era demasiado tarde. El cielo no estaba totalmente oscuro, había luz, esa era la luna en su máximo esplendor, yo solo la veía a ella, y en ese instante era libre, ya no tenía que escapar más, sin mí su plan ya no tenía sentido, todo había acabado o al menos hasta que los 7 reviviera. 

7 - Caída LibreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora