Cuervo

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– ¡Aomine!

Abrió la puerta sin importar nada. Su testarudo novio era difícil por las mañanas. En la cama yacía el cuerpo moreno envuelto en las cobijas, una almohada era abrazada por esos brazos fibrosos que tanto amaba. En silencio se acercó, al estar enfrente se sentó en el pequeño espacio que había de la orilla a la almohada; un movimiento sutil por parte de su novio hizo que las mantas se deslizaran hasta su cintura, dejando al descubierto parte de su hombro y espalda. Sus ojos subieron desde la punta de la sabana hasta toparse con un hermoso cuervo con las alas extendidas, las cuales abarcaban desde la mitad de la escápula hasta su hombro, algunas plumas desprendidas de su ala derecha caían por su brazo. Era un trabajo exquisito y hermoso pues el cuervo parecía que observaba todo con detenimiento mientras su cuerpo desprendía la energía necesaria para la indicación de que pronto alzaría el vuelo.

¡Era magnífico!

Cuando se lo mostro se quedó sin palabras, su chico pensó que no le gusto el que se tatuara por lo que se volvió a colocar la camisa, cuando lo hizo salió de su estupor, sin decir palabra alguna quito la camisa por completo. Aomine se dejó hacer sin decir nada. Con cuidado y como si se tratara de la cristalería más fina y delicada delineo cada línea del dibujo con las yemas de sus dedos.

Era algo fascinante.

Una sonrisa osó apoderarse de sus labios por aquel recuerdo pues estaba haciendo lo mismo. Beso el dibujo para acto seguido tratar de despertar al durmiente.

Las palabras no surtieron efecto, ni el movimiento delicado sobre su cuerpo. ¡Joder! Detestaba que Aomine tuviera el sueño pesado pues si explotaba una casa a su lado este ni se inmutaba. Optó por gritarle, cuando estaba a punto de hacerlo fue jalado con brusquedad, cerró los ojos por inercia, cuando los abrió se encontró con la sonrisa petulante adornando el rostro frente a él.

– ¿Qué haces tan temprano en mi cama?

Good morning.

Taiga le sonrió, pasó sus brazos por sus hombros, una mano la enterró en su pelo para acto seguido acercar sus labios a los suyos, comenzó con pequeños roces en aquellos labios de hiel, poco a poco sus labios entraron en aquel juego; no había incitaciones sexuales, sólo caricias, poco tiempo después los tomo para comenzar un beso pausado, calmado, las caricias no desaparecieron del todo, su chico volvió el beso en uno profundo. No se negó. Se dejó hacer. Cuando el aire escaseo se separaron lo suficiente para verse a los ojos.

–Vaya forma de despertar.

–Feliz cumpleaños mar.

La sonrisa que recibió en respuesta fue la más hermosa pues muy pocas veces su chico mostraba aquella sonrisa. Lo volvió a besar.

–Vamos levanta, un día largo nos espera.

–No, quedémonos así.

–Serás, no se puede tu familia está abajo.

–No importa.

–Pero a mí sí.

En un movimiento que el moreno no vio venir término con la espalda en el colchón, con la sorpresa marcada en su rostro y ojos, observo como Kagami se dirigía hacia la puerta dispuesto a abandonar la habitación.

–Levántate y cámbiate, te espero abajo baby.

La puerta se cerró. El moreno parpadeo varias veces para después comenzar a reír, minutos después se levantó e hizo lo que su novio le pedía.

Por otro lado Kagami bajaba las escaleras divertido pues casi siempre era lo mismo por las mañanas con Aomine; el ruido proveniente de la cocina lo sacó de su mundo, con pasos calmados se dirigió al lugar pues conocía esa casa como si fuera la suya ya que desde que aceptó ser novio del moreno la familia les obligaba a pasar un día o dos con ellos.

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