Alas

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¡Daiki!

Sudando, con el corazón acelerado y los ojos cristalizados fue como despertó Kagami. Desorientado por la pesadilla o sueño de recién observó a su alrededor para ubicar donde se encontraba. Su mente era un caos. No podía distinguir cuál era la realidad y cual era un sueño.

En su mente se proyectaban imágenes que no le gustaban y mucho menos las últimas.

¡Maldita sea!

Su cabeza le punzaba como nunca y su corazón no paraba de latir. Intentó tranquilizarse con exhalaciones e inhalaciones. Optó por poner los pies sobre una superficie dura y no sobre la cama. Su latir poco a poco fue cesando. Volvió a intentar enfocar y cronometrar las imágenes junto con sus últimos recuerdos pues lo último que recuerda era a su entrenadora diciéndoles sobre un campamento de verano con todos los equipos de la generación de los milagros. Entrenamientos, juegos, comidas, fiestas, Kuroko, Alex, Tatsuya, Momoi, Aomine... Aomine y él jugando, él surfeando bajo la atenta mirada de todos, Aomine sonriéndole, Aomine debajo de él gimiendo, Aomine llamándolo cobarde, un cuervo... Aomine y un cuervo en su piel...

¡Aomine!

Las imágenes más fuertes llegaron a su mente como un vendaval, los sentimientos, los pensamientos, el llanto, los gritos, las maldiciones, su bebé y su chico muertos.

Un escalofrío lo recorrió desde la punta de los pies hasta el último de sus cabellos. Su corazón se detuvo al igual que su respiración. Intentó levantarse de la cama pero la fuerza en sus piernas lo abandonó cayendo nuevamente a la cama, sin embargo aquel hueco junto con el nudo regresaron a su cuerpo, su mente nuevamente fue un caos.

Tenía que levantarse.

Tenía que salir de aquella habitación.

Tenía que ver a su chico.

¡Tenía que saber que se encontraba vivo!

Volvió a intentar calmarse para poder incorporarse. Segundos que le parecieron horas, por fin pudo salir de la maldita cama. Salió de la habitación, caminó por los pasillo que sintió como túneles, asfixiantes y obscuros. Un graznido lo hizo detenerse. Su corazón comenzó a palpitar tan rápido que temió que este se saliera de su caja torácica. Temblando y con la mano en el pecho dio un par de pasos hacia atrás, se detuvo al lado de una ventana que se encontraba abierta, el aire salado característico del mar no lo tranquilizaron ni un palmo. Con temor y rogando a todas las deidades habidas y por haber giró la cabeza hacia el árbol.

Tuvo que sostenerse del marco de la ventana para no caer, sus piernas temblaban y amenazaban con no soportarlo más. Sus ojos se abrieron y cristalizaron. En aquella rama se encontraba el maldito mismo cuervo de sus sueños. Lo miraba fijamente, sus ojos tan negros como su plumaje que se asemejaba a la más cruda obscuridad, le provocaba tantas sensaciones y sentimientos que no sabía cuál era el peor de todos.

Los mismos sentimientos de aquella noche bajo la lluvia y frente a una lápida opacaron cualquier otro sentir.

No podía ser cierto.

No podía ser verdad aquellos recuerdos tan crueles.

El ave volvió a graznar, se posiciona para alzar el vuelo, antes de hacerlo lo volvió a mirar por algunos segundos y después alzar el vuelo en compañía de un graznido más. La misma maldita pluma cayó en la ventana.

Kagami reaccionó. Saco fuerzas de donde pudo y corrió.

Corrió como si su vida dependiera de ello, brinco de tres en tres las escaleras y casi pierde el equilibrio por la velocidad empleada. No le importo. Al llegar a la planta baja escucho ruidos provenientes detrás de una puerta. Corrió a ella. Entró tan ruidosamente que las personas que se encontraban en el lugar se asustaron y algunas dejaron caer lo que sostenían.

OneoriDonde viven las historias. Descúbrelo ahora