¿Qué es esto?

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A veces me siento culpable, ¿sabes? Tratando de salvarte del acantilado en donde estabas parado, siempre en el limbo balanceándote como una hoja de papel, como una pluma. Siento la necesidad de tomar tu mano y alejarte lo más que pueda de aquel lugar, de ponerte a salvo. No sé si será una especie de impulso materno, cariño, protección o amor. Quizá es egoísmo. Muchas veces estoy segura de que es egoísmo. Nunca te pregunto si queres ser salvado, solo reacciono. Nunca me paro a escuchar tu opinión al respecto. Nunca logro escuchar tus gritos de desesperación para que te suelte y te deje caer lentamente. Con tus ojitos como faros me miras y no me pedís ayuda. No me pedís nada. Te hundís en tu silencio devorador, oscuro y lúgubre. Tu indecisión te acorrala, tu indecisión me mata lentamente. Y esa boca cerrada y mirada perdida me dicen que te deje solo, que no te empuje más lejos del precipicio. Me decís que me aleje, que te deje en paz.

Lamentablemente no puedo hacerlo. A pesar del amor que tengo, por mis venas corren esas ganas de altruismo intenso. No soy de ser así con cualquier persona, pero muchas veces me siento que caigo en el lugar de tu ángel guardián, el que cuida tus pasos, el que vela por vos en cada momento. No pienses que lo hago de una forma obligada, todo lo contrario. Esto es una acción que hago sin pensar, sin reflexionar. Apareciste en mi vida para hacerme sentir más fuerte. Y me siento más fuerte, saco toda mi garra protectora, guerrera e impulsora. En cambio vos sos todo lo contrario. Apareces como aquella doncella que hay que proteger, rescatar, salvar, cuidar. Y me encanta que sea así. Cambiamos los roles totalmente, algo diferente para variar. Cada uno es él mismo en la piel del personaje que desea interpretar.

Cabe decir, o mejor dicho, no hace falta que lo aclare, que estar con vos no es para nada color de rosa. Casi siempre es gris. Pero porque vos elegiste ese color. Se transforma en rosa cuando nos olvidamos de nuestro alrededor, de nuestras responsabilidades, de nuestros problemas, de nuestras dificultades y diferencias. Cuando volvemos a sentirnos adolescentes, cuando nos dejamos llevar por el sentimiento y por la calidez. Cuando actuamos sin pensar, cuando nos besamos como locos, cuando nos reímos sin parar, cuando nos decimos te amo sin pararnos a pensar en nada. Ese es el "nosotros" que me encanta. Ese es el Fer que me enamora.

Me acuerdo del año pasado. Cuando estábamos rebalsados de ocupaciones que no teníamos tiempo para nosotros. Bueno, en realidad yo tenía todo el tiempo dispuesto para vos, pero al revés no era lo mismo. Me acuerdo que me sentía terriblemente sola. Perdida a veces en cuanto a sentimientos y razón. Había un huequito de luz dentro de todo, sabía perfectamente que te amaba. Nunca me arriesgué a darme por vencida, nunca lo quise hacer, ni aunque estuviera completamente en pedazos. Siempre quedaba un fragmentito que me decía que tenía que seguir adelante, que eras una persona valedera, única. En realidad mi cabeza me insistía con lo mismo. Yo estaba harta de todas formas. Cansada de tus excusas para verme, de tu poca voluntad, de tu desabrido cariño mediocre. Lo único que no recuerdo era porque insistía tanto. Ya dije que estaba segura de que te amaba, pero había algo más, y no sé qué es. Un instinto primitivo puede ser la respuesta a esa vocecita que me decía que no me aleje. Venías, me besabas, movías esas pestañas increíbles y no podía decir que no. Algunas veces me expresabas tanto amor que no cabía dentro de mi nube soñadora. Otras veces, venias con tu boca seca y amarga, y solo largabas veneno y odio. No sabía cómo reaccionar. Le echaba la culpa a la Capital, a la distancia, a tus amigos, a la situación, a mí misma. Tu corazón muchas veces era un pedazo de hielo incapaz de romperse. Otras, un caramelo muy dulce. No te entendía para nada. Me sentía en la cima de la montaña más alta, pero cuando me expresabas frialdad, caía en picada hacia el abismo más oscuro y profundo, rodando por esa montaña y golpeándome con cada piedra a mi alrededor. Después volvías a endulzarme el oído, y mis fuerzas se recobraban para subir esa pendiente extrema de sentimientos.

Fer, no sé qué mierda siento por vos, porque vos provocas eso. Si aceptaras amarme y abrirte conmigo de todas las formas, te juro que podríamos disfrutar de esto. Llevamos un año ¿estando en la nada? y seguís con la misma actitud indecisa del comienzo. Entiendo que hayas sufrido en el pasado, pero yo soy una persona completamente diferente. Me conociste por casualidad, me enamoraste, mi corazón cuelga en tus manos como una de las cosas más frágiles que jamás tuviste a tu cargo, y como lo más preciado para mí. No desperdicies todo esto que tengo para darte, todo de mí son sueños, caricias, besos, proyectos, sonrisas y consuelo. Estoy hecha pedazos en estos momentos. Deja de lastimarme.

Siempre que comienzas a hablar sobre tus inseguridades respecto a mí, lloro y sangro por dentro. Por fuera obviamente vas a ver una sonrisa comprensiva y contenedora. No quiero expresarte nada, no quiero agregarte más problemas y dramas a tu vida. Quiero llenarte de luz y felicidad. Pero me es inevitable. Me haces sentir una persona usada, vulnerable, humillada. Me das a entender que todo este año juntos no significó nada para vos. Que yo no significo nada.

Me das a elegir entre vos y yo. Y siempre te voy a elegir a vos. Aunque me claves palabras de indiferencia, siempre voy a estar al lado tuyo para que te acurruques en mi pecho cuando me pidas perdón.

El perdón no me sirve de nada, no recoge los pedazos de mí misma.

Ahora no sé cómo terminar esto. No sé a quién más echarle la culpa.

Seguramente hablemos muchas veces más sobre esto. Vamos a discutir sin subir la voz, dejaremos salir sentimientos, hasta vamos a llorar. Ya conozco el procedimiento. Me lo sé de memoria. Es triste, quisiera no saberlo. Quisiera que las peleas fueran por otra cosa y no por estas dudas estúpidas. Me vas a pedir perdón, vas a llorar. Me vas a abrazar y a decirme que trabajarás en el cambio. Yo te voy a creer a ciegas, voy a confiar en vos.

Así se construye la rueda de nuestra relación. Lo peor de todo es que yo nunca te hice dudar de mi amor. Soy fiel a lo que siento, me dejo guiar por eso. Me dejo llevar completamente. Lo disfruto, lo saboreo, sueño e imagino con vos.

No sé porque te cuesta tanto dejarte amar. Me pone tan loca esta situación. Decís que soy muy violenta, agresiva e impulsiva. Pero lo causas vos, sacas lo peor de mi cuando me hablas de dudas. Me haces sentir que estuve perdiendo el tiempo. Que viví toda una mentira. Cuando me besabas y me decías te amo a los ojos, ¿también era mentira? No quiero creerlo. Sé que no es verdad.

Ya ni sé que mierda decir. Todo lo que tenía para decirte lo dije en el momento y en tu cara. No hay casi nada más que pueda escribir que ya no te haya expresado.

Quiero decir, ni yo me entiendo a veces.

Tu inseguridad me hace dudar a mí. Es una cadena.

No quiero que eso pase. Quiero algo intenso e infinito.

No quiero nada a medias.

No me lo merezco

Eso creo.   

Lo que nunca te dije.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora