El comienzo

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Esta historia contiene material maduro y escenas de sexo, se recomienda discreción y están avisado. Ya sé que no son bebes jajaj

capitulo 1:


Porque el pecado nace de sentimientos reprimidos, y lamentablemente, el ser humano reprime para sobrevivir.

No recuerdo con exactitud cuando comencé a naturalizar el amor... cuando comenzó a dejar de emocionarme, cuando comencé a pensar en el con indiferencia, simplemente como si fuera una consecuencia vacía de la vida en sociedad, y no algo puro que hace del alma.

Siempre fui una chica romántica, que devoraba cualquier lectura que me prometiera al menos un párrafo de amor. Me fundía, lloraba y me enamoraba de esos romances perfectos, que conquistan dificultades y se imponen al mundo con el valor que solo te da la inocencia de creerte totalmente feliz y completo. Pero los años pasan, y esa chica se convirtió en una mujer. Y no hay lugar para utopías literarias en el mundo de los adultos. El sexo se volvió para mi algo cotidiano, dejo de ser un ritual al amor para volverse una rutina obligada donde no se compartían pasiones desmedidas, sino gemidos forzados mientras dejaba que él me aplastara contra las sabanas, se saciara de mí y luego me dejara sola con mis fantasmas, con mis sentimientos marchitos, reflexionando amargamente, mientras el dormía, hasta que me encontraba el amanecer.

Esto sería más fácil de admitir si él fuera un mal compañero, si fuera egoísta, machista o tuviera algún otro defecto. Pero me trata como una reina y me ama muchísimo, no tengo razones para mitigar mi culpa. El me cuida y me hace sentir segura. Segura pero no completa, me animaría a admitir hacia mis adentros. Y así de a poco abandone los príncipes azules de novela, que le revuelven el mundo a las protagonistas y asumí que en la realidad había que conformarse con buen orgasmo una vez al mes.

Esa mañana me había levantado temprano y apenas lo saludé con un beso en la boca mientras se abotonaba la camisa. Sabía que tenía que cumplir con unas horas extra en el trabajo, ya no le reclamaba el poco tiempo que pasábamos juntos últimamente, porque obtenía siempre la misma respuesta. "lo hago por nosotros", haciéndome sentir una bruja egoísta. Aun en bata puse toda mi voluntad en levantarme junto a él y acompañarlo mientras desayunaba, dando pequeños sorbos sin placer a mi té verde. Le sonreí y espere que hablara de algo, pero lucía ocupado con su celular. Finalmente guarde silencio y me dediqué a mirar por la ventana. Nunca dejaba de estar maravillada por nuestra nueva casa, nos habíamos mudado el año pasado, dejando atrás un incómodo departamento mono ambiente. Teníamos un patio hermoso y aunque aún había pocos muebles se sentía como un hogar para mí. Yo no tenía trabajo en ese entonces, era estudiante y me apena admitir que fue él quien cargo con los costos, pero ahora, yo trataba de comprar lo que fuera necesario a fin de compensarme. Él nunca me reclamo un centavo, pero aun así me sentía en deuda.

-¿qué tal el trabajo?-

-Bien, Gaston- Conteste casual, me gustaba ejercer mi título aun si no tenía mi tesis completa, la pasantía estaba resultando satisfactoria y cada vez veía más cerca ser pasada a la lista permanente de empleados.

-yo solo quiero que te cuides- me dijo en tono sombrío, debió advertir mi mueca de hastío porque se limitó a sonreír a medias- ya sabes, con tantos hombres Anabella, yo no estoy tranquilo.

-pues deberías- conteste enfadada- esos hombres me tratan como a una igual, deberías creer que soy capaz por mí misma de hacer bien algo-

-no quise ofenderte- respondió el con simpleza- es solo que eres tan hermosa mi amor, y no es que no confíe en ti, no confió en ellos.

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⏰ Última actualización: Apr 07, 2017 ⏰

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El pecado de AnabellaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora