Volví a caer. No a vomitar, pero si al suelo; cerca del abismo del cuarto del baño, estoy a unos pasos del inodoro, pensando continuamente en el suicidio. Sigo contando calorías, subiendo escaleras y bajándome antes en el metro. Por poder anotar unos pasos más en el contador del móvil.
Sigo saltándome las comidas, tomando té con pastillas, escondiendo comida; escondo la mayonesa, para que se ponga mala; pero aún nada, no encuentro la manera de ponerme mala.
Sigo envidiando el resto de cuerpos, sigo llorando y escribiendo sobre un físico perfecto. Sigo soñando despierta, siendo infeliz y fingiendo todo el tiempo.
Sigo estando insegura, siendo esquizofrénica, viendo enemigos en todos lados.
Sigo creyéndome el centro del universo, el ombligo del mundo; cuando no soy más que un sujeto.Siento que nada ha cambiado, solo la seguridad; señoras y señores, me pillaron, ahora me controlan y desconfían. Hablo a loqueros, pero no ayudan. Finjo bien, adoro el cine, sé actuar. No sirven de nada si no les dejas ayudar.
Ya no voy al gimnasio, no me dejan, y eso me está matando.
Quiero ser normal, pero cada vez que subo un kilo, todo vuelve a empezar.
Ya no estoy segura de si me quiero salvar, siento que mi cara es un esperpento y que mi personalidad nunca gustará.
Nadie quiere a las inseguras, ya no, ahora triunfan las atrevidas, y yo me trabo al hablar.Solo aguanto, sobrevivo, por respeto a mis seres queridos; espero a acabar la carrera y a vivir sola, a tener mi propio cuarto de baño; cuento los años, los meses, días, horas, minutos y segundos restantes. Sueño con el momento, espero su llegada.
No estoy curada, me gustaría estarlo; pero si nadie me quiere, soy impaciente, ahora mismo no tengo suficientes razones de peso por las que vivir. Sé que suena egoísta, pero así soy yo; egoísta, cínica y pesimista.Nada ha cambiado, no me he salvado; sueño despierta con vómitos, pienso psicopáticamente en diferentes estratagemas. Me ha vuelto la regla, pero ¿de qué me sirve tenerla? Si los niños no entran dentro de mis planes. Sin príncipe azul, no me apetece pensar en infantes.
La anorexia apesta, querría salvarme, pero no encuentro razones, ni forma humana de que esta sociedad hipócrita y superficial, acepte mis malos humos o a mi antiguo yo.
Vivo fingiendo, esperando a la muerte, cerca del váter, pero sin usarlo; se lo debo a mis padres, solo unos años más.
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Carta de una anoréxica que se quiere salvar
Phi Hư CấuHaz el favor de leer hasta el final.