DÍA DOS
Martes
Las manecillas del reloj marcaban siete y veintiséis de la tarde, sólo una pareja adolescente y un tranquilo anciano ocupaban lugar en la cálida cafetería. TaeHyung ayudaba a HoSeok con la caja registradora, la cual había quedado atascada. Aunque claro que, con ayudar, se refería a golpear el pobre artefacto hasta que reaccionara.
—Quizás deberías comprar una nueva. —sugirió el menor, esperando unos segundos antes de dar un seco golpe con toda la fuerza que poseía.
No sólo no sirvió de nada, sino que ahora su mano dolía como el infierno. Soltó una grosería la cual HoSeok reprendió al instante pues era un empleado y no debía decir tales cosas en su negocio. TaeHyung respondió haciendo un mohín.
—No compraré otra nueva —advirtió J-Hope. Golpe, golpe. —, esta funciona perfectamente.
La puerta de la cafetería se abrió a la par del último golpe proporcionado por el chico de pómulos marcados. La caja registradora acabó cerrada y ambos chicos chocaron sus puños como señal de victoria. Entonces los ojos del castaño viajaron hasta la puerta de entrada con curiosidad y su boca se abrió con leve sorpresa al reconocer la femenina figura, caminando en dirección a las mesas.
Claro que era ella, con su bonito pelo violeta brillando bajo las cálidas luces del local. Una bufanda verde envolvía su cuello y, sobre uno de sus hombros, colgaba una mochila estampada. Esta vez había ido sin la compañía de su amiga.
No podía dejar de preguntarse qué hacía ella allí. ¿Era debido a la suerte o acaso en su vida anterior había sido tan bueno que ahora el karma lo estaba premiando? ¿Acaso esto era el destino sobre el cual tanto había leído? ¿O era una simple coincidencia y él definitivamente debía dejar de ver dramas románticos en su tiempo libre?
La última probabilidad sonaba tan lógica que le hizo formar un puchero con su labio inferior.
TaeHyung no se había percatado de que quizás la forma en la que había quedado viéndola, rígido casi tanto como una estatua, era bastante comprometedora a los ojos ajenos. HoSeok, quien aún no había tomado distancia de su lado, observaba la extraña escena con las cejas alzadas y una gigantesca sonrisa que rebosaba diversión.
—Amigo, me das miedo, si yo fuera ella ya te hubiera derribado con un sillazo.
El menor reaccionó y volteó para mirar a su amigo de cabello dorado, sintiendo un suave calor en su rostro por haber sido atrapado.
—Si tú fueras ella ni siquiera te estaría mirando en primer lugar.
—¡Yah, si yo soy hermoso! —gritó HoSeok, su boca se abría formando una indignada "o". Una de sus manos se apretaba a su pecho en un gracioso intento por fingir dolor. El menor rió.
—Nadie dijo lo contrario, lindo Hobi. —estiró una de sus manos y apretujó la mejilla de su mayor, quien de un golpe la alejó de su rostro con una mueca de asco. TaeHyung no podía contener su carcajeo, las reacciones de su amigo eran demasiado graciosas.
Esperó a que J-Hope se alejara para volver a mirarla; no quería volver a ser atrapado y tener que aguantar otras burlas. Ella deslizaba un lápiz de grafito sobre su cuaderno, sus labios comprimiéndose entre ellos en un gesto de concentración. La taza blanca que DaeHye había dejado junto a ella hace varios minutos aún seguía intacta, no la había tocado.
TaeHyung se apoyó contra la barra de madera, dejando caer su rostro sobre su puño, y la observó con atención. Ella parecía estar ensimismada en un universo completamente diferente, uno en el que sólo ella tenía el permiso de ingresar; no prestaba atención a nada más que no fuera su cuaderno, su lápiz y su dibujo. No se necesitaba conocerla para notar cuán dedicada era con su arte, y eso le encantó.
Consideraba adorable la forma en la que sus cejas se juntaban en el medio de su cara cuando algo parecía salirle mal, o cómo movía su cabeza de un lado a otro para admirar su obra con más cuidado.
En realidad, todo ella le parecía adorable; probablemente se lo debía a lo pequeña que la chica parecía ser, hablando en términos de altura.
Incluso en medio de un análisis sobre hasta qué punto podría llegar aquel encanto, TaeHyung llegó a pensar que hasta asesinando conejos ella seguiría luciendo adorable. Luego rió por la morbosidad de sus propios pensamientos, y la capacidad de divagar que poseía.
—Se llama JuHee —le había comentado HoSeok, luego de notar que el castaño no parecía querer dejar de observarla. —, por si te interesa saber el nombre de la gente a la que hostigas.
—¿Cómo lo sabes?
—Es cliente regular, siempre viene aquí luego del trabajo. —respondió con tranquilidad. —Da muy buenas propinas, también.
Pasaron varios minutos hasta que ella acabó con su café, volvió a envolver la bufanda sobre su cuello y salió del Et Café con sus pertenencias dentro de su mochila. TaeHyung la vio abrazarse a sí misma cuando chocó con el helado ambiente exterior de una casi noche invernal en Seúl.
—JuHee. —susurró para sí, saboreando el nombre con una vaga y pequeña sonrisa. Increíble, también le gustaba su nombre.
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Sept et café
FanfictionSiete días le bastaron a TaeHyung para quedar prendado de JuHee.