Día 4: Pijamada

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Lucy estaba ansiosa esperando la llegada de todas sus amigas, ¡Por fin tendría una pijamada! Y es que había esperado tanto tiempo para cumplir los nueve años, que era la edad que sus padres le habían impuesto para que ella pudiera organizar una de éstas simpáticas fiestas.
Lucy veía como poco a poco iban llegando sus más preciadas amigas: primero llego Erza con un gran pastel de fresas, luego llego Levy con tres paquetes de palomitas, Juvia fue la tercera y con ella llovieron las películas de romance y por último llego Lissana junto a su hermana Mira, quienes trajeron unas cuantas pizzas.
No hay que aclarar que Lucy estaba la mar de contenta, pero algo inesperado paso esa noche. Una guerra de papelitos mojados comenzaron a caer sobre su habitación. Las chicas se acercaron con cuidado y observaron que en la ventana de al lado había un grupo de revoltosos chiquillos que las miraban con maldad.
— Esto es en venganza por no habernos invitado a su pijamada — dijo el pequeño peli-rosa.
— No es que no quisiera, pero mamá dijo que no podía invitar a nadie que no fiera un niño, Natsu — respondió con algo de pena Lucy. Natsu titubeó un momento ante la respuesta de la chica, pero siguió disparando los proyectiles de papel mojado.
Las niñas no se quedaron con los brazos cruzados y comenzaron ellas también a tirar bolitas mojadas.
No era la noche que Lucy esperaba, pero estaba contenta de que las cosas hubieran sido así, porque Natsu había irrumpido en ella para llenarla de alegría infantil.

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