Día 1

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Todo empezó un día de verano hace dos años. El despertador sonó por primera vez ese verano en esa madrugada, y esperaba que no volviese a sonar nunca. Mi hermana pequeña, Laura, de 9 años, y yo nos levantamos adormiladas y preparamos las cosas para nuestro viaje.

A pesar de la hora estábamos contentas porque íbamos a ir a visitar a nuestros familiares de Bolivia, que se fueron de España poco después de que mi hermana naciera. Era la primera vez que ella los iba a ver y estaba muy emocionada.

Por mi parte, estaba muy contenta de poder ver a mi hermanita así de feliz, y sentía mucha responsabilidad porque íbamos a ir solas y tendría que cuidar de ella.

- Niñas, ¿estáis listas?
- ¡Si, mamá! - respondimos al unísono.
- ¡Shhhh! Vais a despertar a vuestro padre.
- ¡Sí, mamá! - esta vez lo susurramos.
- Perfecto, coged vuestras cosas y vamos al coche.
- ¿Hay mucho rato de aquí al aeropuerto, mamá? - preguntó mi hermana, inocente.
- No, cariño, ya verás cómo llegamos en un santiamén.

Lo que mi madre intenta ocultarle a mi hermana es que en realidad nos queda unas 3 emocionantes y divertidas horas de aburrida carretera por delante antes de llegar al aeropuerto de Barajas, que para quien no lo sepa, es el de Madrid. Por eso habíamos tenido que levantarnos a las cinco de la madrugada a pesar de que el avión saliera a las nueve.

Supongo que el trayecto en coche no os interesará en absoluto, así que lo omitiré y pasaré directamente a la despedida, aunque sea lo que menos me gusta de los viajes.

Mi madre nos llevó hasta la puerta de embarque, y no nos sentó en el avión porque no la dejaron pasar sin billete.

- Recordad, os estarán esperando en el aeropuerto, no os alejéis demasiado vaya a ser que os perdáis. Os he dado dinero para que podáis compraros algo o pagar cualquier cosa que necesitéis.
- ¿Y si necesito un lambo? - pregunté, harta de la situación.
- Pues ahorra y cómpratelo, porque con eso no va a dar. ¿Pero para qué ibas a necesitar tú un lambo?
- No sé, puede pasar.
Mi madre suspiró y puso los ojos en blanco.
- Mandadnos un mensaje cuando lleguéis.
- Siii, ¿podemos irnos ya?
- Venga, no quiero que perdáis el avión por mi culpa. - nos abrazó y tras darnos unos besos a las dos nos dejó subir al avión.

Cogí a mi hermana de la mano y la llevé al avión mientras le decía adiós a mi madre con la mano hasta que doblamos una esquina y la perdimos de vista. Noté a Laura nerviosa, así que le apreté la mano y le susurré:

- Todo va a ir bien, ya lo verás. Ahora vamos a subir al avión, y si te duermes un ratito durante el viaje seguro que se te hará rapidísimo.
Mi hermana me miró, un poco insegura pero con ese brillo de emoción en los ojos:
- ¿Segura?
- Segura.
- Vale - sonrió con esa sonrisa que solo los niños y las personas de corazón puro saben dar, esas sonrisas que de solo verlas te entran ganas de sonreír a ti, esas sonrisas que inspiran paz, tranquilidad y felicidad.

Le di un último apretón en la mano y fuimos a nuestros asientos, a uno de los lados del avión. Dejé a Lau al lado de la ventana para que viera lo pequeño que es el mundo desde el cielo. Despegamos al poco rato y mi hermana no tardó en quedarse dormida.

Normal. No está acostumbrada a levantarse tan temprano.

Aunque, ahora que lo estaba pensando, yo también tenía mucho sueño, por lo que decidí echarme a dormir tras revisar a Lau una vez más. Lo que yo no sabía ni podía imaginar era lo que pasaría cuando me despertase.

Un viaje por lo desconocidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora