¿Mi deseo? Una familia.

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"...Allá lejos, bajó la luna gris, alguien que me quiere... Y está pensando en mí."

La melodiosa voz de su abuelita salía tranquilizadora y amable mientras él descansaba en sus brazos, sus ojitos se iban cerrando de a poco y finalmente había caído en un profundo sueño.

Era apenas un bebé y ya había experimentado la crueldad de la vida, gritos, peleas, golpes, desamor. Si no hubiera sido por su abuela él ni siquiera estaría allí.

Su madre no lo quería y se había encargado de recordárselo a cada segundo. Su padre aún dudaba que fuera su hijo y se lo remarcaba los pocos momentos en los que lo veía en su casa, si no estaba peleando con su madre.

¿Por qué un niño tenía que sufrir tanto? Los demás creían que él no entendía, pero lo hacía. Cada palabra era absorbida por su mente, tenía solo cuatro años pero era inteligente, y ellos no lo notaban, no querían notarlo.

Estuvo durmiendo por mucho tiempo, quizás demasiado. Se sentía pesado, pero estaba cómodo y tibio. Su mano fue hacia su lado, donde su abuela solía estar durmiendo. Ella siempre se quedaba dormida.

Tocó las sábanas vacías e hizo un gesto, con pereza se levantó y con su vocecita comenzó a llamarla, quizás ella estaba preparándole la merienda como solía hacerlo.

No hubo respuesta.

Caminó con sus piecitos descalzos hasta la cocina, pero tampoco la encontró ahí. En el living tampoco estaba.

Una sensación rara se apoderó de él y corrió al patio, ella no podría haberlo dejado solo en la casa.

Se acercó hasta el jardín cubierto de rosas y finalmente la vió en su silla mirando hacia las plantas. Se acercó a ella con cautela, tenía sus ojos cerrados, otra vez se había dormido.

—Abuelita...— tocó su mano arrugada y la movió un poco. —Abuelita despierta, tengo hambre...

Volvió a moverla, pero ella seguía sin despertar.

—¡Abuela!— gritó más fuerte y movió todo su brazo pero tampoco hubo respuesta.

La abuela tenía un sueño pesado, quizás despertaría luego, pero tenía hambre y no podía tocar la cocina, ella se lo había prohibido un día cuando se quemó con agua caliente.

"Nunca toques la cocina, mi niño, de eso me encargo yo" había dicho mientras tiraba agua fría en su mano.

Seth hizo una mueca de enfado y caminó hacia la puerta, salió y corrió hacia la casa de la vecina que siempre visitaba a la abuela, también era una señora mayor.

Llamó a su puerta y la imagen sonriente de la señora apareció.

—Mi abuela no despierta y tengo hambre...— declaró tiernamente. La señora hizo una mueca rara.

—¿Cómo que no despierta? ¿Volvió a dormirse?

Seth asintió.

—La llamé muchas veces pero no quiere levantarse.

Ella se apresuró a salir y tomó la mano del pequeño guiándolo nuevamente hacia la casa de la abuela. Entraron y se dirigieron al jardín, ella hizo un gesto a Seth para que espere y se acercó a la abuela.

La historia de SethDonde viven las historias. Descúbrelo ahora