1

192 8 3
                                    


En un día común y corriente, en el convento "El alma de Dios" una niña de casi por cumplir doce años, estaba hablando con un futuro monje en el gran patio de atrás.

-Oye!!! No la asustes!!!-gritaba una hermosa niña con ojos violetas.

-N-no la asustaré...- el niño de catorce años con su traje de color café de monje, que estaba trepando un arbol de Sakura que estaban muy bien cuidado, el niño que trataba de darle una bellota a una ardilla bebe por mandato de la pelinegra, casi pierde la vida al estar en lo más alto de aquél árbol.

-Oyeee!! Rukiaaa!!! La ardilla ya se fueeee!!!- por fin había subido hasta la rama de arriba, solo para ver que su amiga la ardilla se había ido.

-Mejor baja Kaien que si Rangiku nos pilla, nos va a colgaaar!!!- la pelinegra estaba algo preocupada por su amigo que no se dio cuenta que ya habían llegado las monjas madre.

-Si, ahora bajo!!- hizo un ademán como si fuera un tigre experto y bajó.- ahh... Estuvo divertido!!!- la sonrisa de aquel niño era como un faro de luz para Rukia que la salvaba de aquel destino- oyeee, ¿estas ahí?- Kaien meneó su mano enfrente de su rostro al ver que su amiga no respondía.

-Ahh..si, perdón Kaien!, ¿sabes? Rangiku me dijo que me llevará a comprar ropa nueva, ya que "según" ella soy muy bonita para que lleve las ropas de monja- las manos de la pelinegra hacían ademanes como su hablara en señas y eso le divertía a su compañero, que bien sabía, estaba sintiendo algo que no debía sentir.

-oh, bien!! Pero...¿Si te ve Yoruichi, que harás?- y era cierto ¿que pasaría si vieran a una monja madre comprarle ropa casual a una monja aprendiz? Vaya, pero que pecado.

-No te preocupes, Rangiku dice que ahora Yoruichi estará fuera por algún tiempo, porque parece que hay nuevos miembros para ser sacerdotes y los traerán acá, por eso tiene que ver al sacerdote Kisuke para ver si son aptos a dar misas acá- El rostro de la pelinegra era como un sin fin de diamantes que brillaban con cada palabra, y eso era lo que a él le gustaba, su rostro, su sonrisa, sus gestos, su...cuerpo.<<No, no, no, Kaien vasta, eso no, ella es una futura monja y yo un futuro monje>> mientras la pelinegra hablaba, Kaien tenía un debate interno entre su razón y su naturaleza.

-aahh, ya veo, pues te deseo mucha suerte Rukia- y le regalo una hermosa sonrisa, de esas que a Rukia le hacían que su corazón latiera con fuerza.

-...pero q-quiero que vengas conmigo...- un calor inexplicable apareció en su rostro, dándole un hermoso sonrojo.

-Y ¿por qué quieres que vaya contigo?- a veces a Kaien le gustaba molestar a su adorable "amiga".

-P-Porque quiero que ... Me digas si en serio me miro ... Bonita- su rostro no podía estar más rojo porque le estaría haciendo competencia a los tomates.

Acerco su mano y levantó su rostro para que lo viera a los ojos ya que él era mas alto que ella- Tú siempre serás bonita Rukia- y con su pulgar acaricio su mejilla.

Y fue cuando Rukia pudo experimentar un sentimiento que jamás lo había sentido, aquellos acelerados golpes de su corazón cuando él le hablaba, aquellas risas que provocaba, aquella felicidad que le brindaba...pero no todo es como lo planeamos y no todo es como queremos, si no que tenemos que aprender a vivir nuestro destino.

Aquella vez que fue a comprar ropa,  él nunca llego, aquella vez que lo busco por todo el convento, nunca lo encontró, aquella vez que quería ver su rostro, nunca lo vio.

Necesitaba aquella felicidad que él la hacia sentir, pero ya nunca lo logro, tenía un vacío en su corazón, que nunca lo rellenó, y no sabía como hacerlo, y ella creía quw nunca lo lograría.

LA MONJA DEL SACERDOTEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora