Cap. 4. Jules Michaels

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Me duele la cabeza, no sé nada.
No quiero abrir los ojos porque sé que pasará otra cosa rara, y prefiero no vivirla.

—Levantate, Avril—dijo Jules con voz seria—. Sé que estás despierta.

¿Jules? ¿Qué hace ese imbécil aquí?

Abrí los ojos molesta. Estaba en el hospital, de nuevo, Jules estaba de pie al frente de la camilla.
Me veía molesto, con odio, aparentemente esperando a que le dijera algo.
Se cruzó de brazos y arqueó una ceja. Yo suspiré y fruncí el ceño. Ignoré su presencia.

—¿Qué quieres? ¿Por qué no mejor te vas?

—¿Qué recuerdas de anoche?—
preguntó ignorando mi comentario.

—¿Y qué pasa si no me quiero acordar?

—¿Qué recuerdas de anoche?—
repitió inmutable y con el mismo
tono serio.

Suapiré.

La única forma de deshacerme de este tipo sería diciendole lo que quería.

—Recuerdo todo. El disparo antes de desmayarme...

Tomó su chaqueta y dió dos zancadas hasta la puerta, listo para irse.

—¡Hey! Jules, ¿Dónde está Molly?

Abrió la puerta pero esperó.

—Ah, la niña. Ya es inútil, no la nesecitamos, está en un lugar seguro.

Salió sin dar la más mínima explicación.

Me quedé atónita. ¿Lugar seguro...?
¿Qué Molly no era útil...? ¿Útil para qué? ¿Y para quién?

Me levanté, a esta hora ya Jules debería haber salido. Imbécil.

Entonces se abrió la puerta y me senté apresuradamentente.
Jena entró, tenía el rostro demacrado. Los ojos inyectados en sangre y ropas sucias.

—¡Tía Jena!

Corrí a sostenerla cuando se iba a caer.

—¡Tía Jena! ¿Qué demonios te pasa?

No respondía. Miraba al vacío.

¿Tendría esto que ver con las creaturas babosas y asquerosas de anoche?

Al parecer leyó mis pensamientos, clavó la vista en mis ojos. Era difícil mantenerla fija, habían grandes cortes en su mano, y tenía ojeras. Algo raro pasaba, era obvio, pero cada vez afectaba a más personas.
Movió los labios como pudo, aunque solo salió un graznido débil.

—Molly...—dijo casi en un susurro, iba a abrazarla antes de preguntar. Pero cuando levanté mi brazo ella se aferró de mis hombros y me sacudió fuerte, esto no era acto ni de Jena, ni de Jules, esto iba más allá de lo que se conocía por natural.

Mi corazón se aceleró, era la primera vez que sentía miedo de mi tía, si se le podía decir así. No parecía humana.
Clavó sus uñas en mi brazo, solté un pequeño grito.

—¡¿Tía...?!

—¡Fué todo tu culpa! ¡No debíste! ¡No debíste! ¡No tenías que ir al bosque! ¡Ahora Molly está muerta! ¡Muerta! ¡Tu novio la mató!—me sacudió nuevamente y otro escalofrío me recorrió la espalda—. ¡Todo es tu culpa! ¡Tu...!

—¡Ayuda! ¡Auxilio!—grité cuando Jena comenzó a temblar extrañamente—. ¡Alguien...!

La puerta se abrió y entraron dos doctores. Uno alto y fornido y otro un poco más bajo de cabello rubio.

The Last Of UsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora