Prologo

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La noche era oscura, había luna nueva y por la niebla no se veían las estrellas, era perfecto para un ataque sorpresa. Garlack, desde las alturas, observaba con una sonrisa en su rostro como lentamente se acercaban las hordas de bestias al bastión elfo

—Ganaremos sin duda—le dijo el orco, sin poder contener una carcajada—no entiendo porque no me permitiste ir a la batalla Thernok

—No cantes victoria, hay que ser precavidos—respondió el hombre encapuchado-aún desconocemos el poder de los elfos

—No interesa, el manto de la noche nos protege, acabaremos con esas sucias hadas y al fin reclamare lo que es mío, esas cosas frágiles no podrán conmigo, soy invencible

—Tu arrogancia es infinita, Garlack, si fuera esta tu fuente de poder estarías en lo correcto. Pero no lo es, y cualquiera puede matarte, no subestimes el poder de la magia ¿o quieres que te lo recuerde? —cuando el hombre pronunció estas palabras, una extraña espada de acero negro azabache salió del suelo y se puso en el cuello del orco provocando que un hilo de sangre negra caiga lentamente

—No-dijo Garlack y temeroso continuó —Maestro

A lo lejos la batalla ya se veía decidida, con la ciudad en llamas y con un incalmable sonido de dolor, desde la distancia se podía ver cómo ya se habían roto las tres líneas defensivas del castillo al cual hordas de trasgos entraban para saquear.

—Otro Feeria ha caído, pronto acabaremos con la dinastía y ningún elfo podrá destruirnos-comento Thernok —¿has escuchado alguna vez sobre el origen de los orcos Garlack?

—No, maestro

—Se remonta a tiempos lejanos, cuando no había dioses, solo los señores del mundo, también conocidos como los supremos, y los habitantes del mundo como los humanos, enanos y elfos—comenzó el misterioso hombre —un antiguo texto que leí hace tiempo decía así corría el viento por el valle del pueblo humano. Era una noche oscura, pero lo que se les avecinaba era más oscuro aún. A lo lejos se oía el retumbar de los pasos y el sonido de las armaduras moviéndose. Desde donde se alzaba la gran muralla que daba fronteras entre el reino élfico de Aldaria y el humano conocido como Revadar empezaba a salir un regimiento del ejercito élfico.

Llegaron los elfos al pueblo de Revadar, y un aura de miedo recorrió todo el lugar. Los humanos desafiaron a los elfos quienes eran poderosos y tenían la ventaja cosa que definió su destino. Esa noche hubo una masacre. No quedo ningún testigo, o al menos eso creyeron los elfos. El señor de los cosmos, quien todo lo ve, no pasó por alto esto, no esta vez; los hijos de las hadas debían ser castigados. Sí, tendrían un castigo.

Esa noche en el bosque de las hadas el pueblo de elfos hizo un gran festín por las ganancias del saqueo. Habían matado una gran cantidad de humanos, pero no importaba, uno más, otro menos, a quien le importa, nacerán más. Pero algo ocurrió, bueno, las cosas no siempre salen como uno quiere. Una fuerte brisa golpeó el lugar extinguiendo todos los fuegos, e irrumpiendo la fiesta. Y del repentino viento se formó una silueta.

—Lo que siembras cosechas— inició el ser entre risas— ustedes sembraron miedo, pues coséchenlo— finalizó el Ser, dejando ver, sus ojos totalmente carmesíes sin pupilas, solo un rojo puro.

— ¿Quién eres? — gritó un soldado ebrio blandiendo su espada— Dilo, maldito, o te aniquilaré en el instante

—No servirá- rio el ser— sus espadas no me dañan

—Eso lo veremos— exclamó el elfo, lanzándose al ataque, que, desde luego, era completamente en vano.

—Ustedes son muy bellos por fuera, pero por dentro sois más asquerosos que una rataSimplemente no lo merecen— dijo ignorando los ataques del elfo, los que no le causaban ni cosquillas— Vuestros pecados son demasiado graves, pero no puedo castigarlos a todos—continuó— Desde hoy, hijos de las hadas estáis malditos, vuestra belleza interior será igual a la exterior, esa será su marca. Si los ven los demás, sabrán qué hacer, los matarán. Sufran mi maldición, sucios elfos. Conozcan la maldición de Grum.

Los elfos más barbáricos huyeron de los normales, encontrando así al dios Gruumsh y sirviéndolo, su apariencia pasó a ser totalmente gris. Con pelo negro, garras, colmillos y unos ojos de color gules. Ellos pasaron a ser llamados orcos de Grum, o vulgarmente llamados malditos. En cambio, los elfos oscuros más adeptos a los planes huyeron hasta las cuevas infinitas de la infra oscuridad llegando a la telaraña demoníaca y sirviendo a lolth. A diferencia de los orcos malditos, estos elfos oscuros se transformaron en seres de pelo blanco o gris puro, ojos violetas, amarillos o Carmesí, no tuvieron ni garras ni colmillos y consiguieron magia más poderosa que ninguna otra. Ellos crearon grandes ciudades en la infra oscuridad. Y sirvieron a lolth y a las arañas, y pasaron a llamarse Drow, caídos o elfos oscuros. Y ese fue el nacimiento de las ramas oscuras élficas, quienes han atormentado al mundo mortal por la eternidad. Sin embargo, han permanecido odiando sobre todas las cosas a los elfos. Y ese odio y desprecio ha sido mutuo.

Después nacieron pueblos de semielfos, y se fue extendiendo la familia élfica, como con los eladrines o los elfos salvajes. Pero la rama oscura también se extendió como con los Zorks, hijos de orcos con ogros, los Orcos salvajes, orcos que continuaron sirviendo a Gruumsh y llevan una apariencia bestial, los orcos malditos, que la mayoría empezó a servir a un dios oscuro que prácticamente nadie conoce su verdadero nombre, es conocido como el ojo elemental arcano. Y así continuo la extensión

—Es una historia interesante, maestro-comento Garlack— Pero no creo que sea cierto.

—Sí, desde luego que es interesante, Garlack— respondió Thernok— Pero aparte de ser meramente interesante, es muy cierta.

el legado de las hadas 1"el  ojo de la calamidad"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora