PRÓLOGO
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Paola y Renato
—¿Pero qué me estás contando?, ¿que hagamos el amor y que trate de no correrme?, ¿a ti se te ha caído un tornillo? A quién se le ocurre semejante tontería. Ni que lo diga Lucca Sapporo ni la mismísima secretaria general de las Naciones Unidas, caso de que fuera una mujer. Si ya ni siquiera puedo hacer eso entonces apaga y vámonos.
—¿Es que no confías en mí?
—Sí cariño, claro que confío. Qué cosas tienes.
—Entonces léete esto y luego hablamos, porque aquí no se folla hasta que lo hayas hecho.
—¿Cómo qué no?
—Lo que has oído. Yo ya no me conformo con polvos de diez minutos.
—Pues hasta ahora nos había ido muy bien.
—Quizás a ti, pero ya estoy empezando a cansarme. Dime una cosa; ¿yo te sigo gustando?
—Por supuesto que me gustas cielo, qué preguntas tienes.
—Genial, porque si eso es cierto no tendrás ningún problema en hacer lo que dice este tío, que además debe estar como un cañón y organiza talleres.
—¿Talleres?
—Sí, y por lo que se ve son bastante buenos. Creo que me voy a apuntar con Julia a uno de los que imparte el mes que viene. Hala, ahora duérmete que se nos hace tarde.
—Anda Paola, deja de decir chorradas y vamos a hacerlo, que me muero de ganas.
Ella, después un momento de duda, pues al fin y al cabo es una mujer inteligente y sabe que la teoría sólo se puede demostrar a través de la práctica, se decide finalmente y contesta:
—Venga vale, si quieres te la chupo un poquito, pero nada de masturbarte y eyacular después. ¿Hay trato?
—Bueno —responde todavía temeroso y no muy convencido pero incapaz de decir que no a una oferta tan irresistible.
A continuación la mujer se dispone de manera solícita a hacerle a su pareja la mejor felación que haya podido hacerle nadie en toda su existencia. Tras diez minutos de aspirarle el glande y de chuparle el pene y los testículos de forma magistral, le da unas palmaditas en la polla y le dice:
—Ya está guapetón. Ahora voy a darte una ducha fría para asegurarme de que no incumples tu palabra. —Y acto seguido se levanta, le coge de la mano y le lleva al baño, donde le aplica un generoso chorro de agua sobre el miembro hasta que éste no tiene más remedio que volver a su estado de flacidez innato.
—Y si te portas bien, mañana te hago otra.
«Joder —piensa él—, a lo mejor esto no está tan mal, mañana mismo me leo el librito, no vaya a ser que luego se arrepienta y me deje a dos velas y quiera irse encima a hacer ese taller.»
***
—Tío, mi mujer lleva toda la semana haciéndome unas mamadas matutinas de campeonato. No veas quepuntazo, voy todo el día encendido, como si me hubieran puesto alas en los pies.
—No me jodas. Qué cabrón. Pero ¿cómo ha sido eso? Hace poco me contabas que ya apenas practicabais el sexo.
—Es por una guía que ha leído. Se llama el Mito de la Eyaculación. Se la pasó una compañera de trabajo y las dos están entusiasmadas.
—¿Y por leerse una guía te la chupa todas las mañanas? No me lo creo.
—Que sí tío. La única condición es que no eyacule si me masturbo.