Capítulo veintiséis.

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Reviso las carpetas que Laura ha dejado sobre mi escritorio, ojeo una y otra vez tratando de concentrarme pero no puedo. Lo único en lo que puedo pensar es en la hermosa chica con la que me casé y la cual se encuentra unos pisos más abajo.

Dejo la carpeta que tengo en mis manos sobre el escritorio, me apoyo en el respaldar de la silla y llevo una mano masajeando mi frente.

Suspiro agotado, pero luego sonrío. No puedo evitar revivir en mi mente todo lo que hemos hecho la noche anterior, motivo por el cual no dormimos muchas horas y ahora estoy como un zombi. Cuánto daría por tenerla aquí conmigo, o llevármela a casa y hacerle el amor todo el día y noche. De solo pensar en sus carnosos y apetecibles labios besándome o recorriendo mi cuerpo, o su delgado y bien proporcionado cuerpo bajo mí, su boca emitiendo pequeños gemidos, o sus ojos... Maldición, esos ojos verdes que me acompañan en cuanto cierro los ojos. Ya tengo una maldita erección apretando mis pantalones.

Me remuevo incómodo, podría llamarla y decirle que venga... No, Leinghton, estás trabajando y tú nunca dejas el trabajo de lado.

Aunque, por ella, estoy dispuesto a dejarlo todo con tal de tenerla a mi lado.

El telefonillo que conecta con mi asistente suena y lo descuelgo para contestar.

-Señor, hay un hombre aquí que quiere verlo.

Alzo una ceja.

-¿Tiene cita? Si no es así dile que no tengo tiempo.

-Señor, dice que es urgente.

Resoplo, llevo la mano libre a mi entrecejo y lo masajeo. No tengo ánimo para aguantar a quien sea que es.

-Estoy ocupado, Laura. Dile que reserve una cita y que no moleste.

Cuelgo el telefonillo, vuelvo a coger la carpeta cuando el telefonillo vuelve a sonar.

Irritado tiro la carpeta sobre el montón de carpetas en el escritorio.

-¿Ese hombre...?

-Insiste en verlo, dice que no le quitará más de veinte minutos y que lo que tiene que decirle le interesará.

Resoplo a punto de perder los cabales.

-¿Cuál es su nombre?

Me aseguraré de que nadie lo contrate nunca si insiste en tocarme las pelotas.

-Leonard Ambrosecchio, señor. ¿Le dejo pasar?

Me tenso inmediatamente. ¿Qué mierda hace ese desgraciado aquí?

-Señor...

-Déjalo pasar, Laura. Y que nadie nos interrumpa.

Me pongo recto en la silla y espero impaciente saber qué quiere y que se marche.

La puerta se abre y por ella entra Leonard.

Lo miro sin expresión en todo momento, toma asiento frente a mí con resolución y me mira fijamente a los ojos.

-¿Qué crees que haces aquí?

-Vine a tratar algo importante contigo.

Arqueo ambas cejas.

-Sea lo que sea no me importa.

-¿En serio? ¿Ni si tiene que ver con Brooklynn?

Mi cuerpo entero hierve al escucharlo mencionar su nombre. Lo miro furioso pero trato de controlarme.

-No la metas a ella.- gruño.

Sus ojos brillan al ver lo molesto que me he puesto, trata de esconder una sonrisa tosiendo.

Beauty And The Beast (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora