Capítulo 2: Papá

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La castaña lo miró enojada y apretando los puños volvió a hablar.
—¡Ándate a otro lado con tus discursos de moral!— furiosa empezó a caminar.
Fer suspiró y abrazó con mucho cuidado por la espalda a su novio, tratando de que hacer que este se tranquilice.
Catalina los miró y luego salió apurada tras su mejor amiga.
Nahuel trató de calmarse dejando que su pareja lo abrazara.
Se sentía bastante indignado y triste. Está bien, si, Lucy a veces podía ser odiosa pero... ¿Llegar a decirle a una persona que era asquerosa por las cosas que le gustaban? ¿Con que derecho lo decía? ¿No pensaba en como debió haberse sentido esa chica? Que alguien que te guste a tal punto como para decir tus sentimientos y que esta te diga que eres una asquerosa... debió ser terrible. Ni siquiera quería imaginarse la expresión que seguramente Karen había tenido en ese momento.
Fer besó su mejilla suavemente.
—Ven... quedan cinco minutos para que el recreo termine, hay que ir a nuestra próxima clase. — murmuró por lo bajo.
—Qué raro que no estuviera  Alexis con ellas— murmuró tratando de sonar normal, sin querer demostrar en su voz en todo lo que estaba pensando.
—Lucy no es una mala persona— murmuró casi como leyendo sus expresiones, ignorando un poco la anterior frase de Nahuel —Ella entenderá que tú le dices estas cosas porque eres su amigo y la quieres como tal. Seguramente luego de pensarlo tal vez se disculpe— habló el tono bajo, tratando de sonar neutral.
Ellos eran un grupo de amigos de cinco, a veces peleaban, otras veces no. Pero había pasado una racha de varios meses sin peleas de verdad en el grupo y sabía que a Nahuel le perturbaba un poco.
— ¿Tal vez hice un escándalo por algo que no es tan importante?— se dio vuelta mirando los ojos castaños del otro, Fer acarició su mejilla.
—No, no lo hiciste. — Murmuró suavemente, en tono tranquilizador —El tema si era importante— sonrió de manera leve y besó su frente —Vamos, que llegaremos tarde al salón— dijo mientras jalaba un poco de la mano del otro.
—Está bien— asintió Nahuel mientras suspiraba y empezaba a seguirlo, aun sintiendo el nudo en el estómago, no le gustaba pelear pero tampoco era de las personas que se quedaran calladas con lo que pensaban.

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Nahuel empezó a caminar hacia su casa, mirando de reojo algunos autos que estaban estacionados y tenían pequeños paneles al sol para recargar sus vehículos. Algunos autos “volaban” a diez centímetros del suelo en las calles a una velocidad no tan alta.
Pasaba por las mismas veredas de la mañana, mirando de reojo a las pocas casas que había y tratando de subir su vista para ver la altura de los edificios que se alzaban casi en todos lados.
Sacó una tarjeta al llegar al frente de su “casa” pasándola por la ranura, esta parecía más un edificio de tres pisos, con entradas de vidrio oscuro. Las altas rejas negras se abrieron y el pasó rápidamente, al llegar a la puerta puso su mano sobre la pequeña pantalla que estaba al lado de la puerta y esta se abrió.
Entró a la sala de paredes rosa claro y dejó en un sillón su bolso, en una pared estaba colgado un calendario de 2517 y en la otra había un televisor.
Nahuel sonrió, ese aparato era uno de las pocas cosas antiguas que tenían, iba a prenderlo cuando escuchó algunos ruidos en la cocina que estaba en la sala continua.
— ¡Ya llegue!— alzó la voz para quien fuera que estuviera en la cocina lo supiera mientras caminaba hacia allí.
— ¡Hermanito!— sonrió contento un joven de cabello castaño oscuro y los ojos negros como el menor, estaba cocinando lo que parecían fideos, Nahuel también sonrió.
— ¿Y papá?— preguntó en tono más bajo haciendo a su hermano suspirar.
—En el laboratorio— suspiró mientras empezaba a servir la comida en dos platos. Nahuel suspiró ante esa respuesta, la pregunta la hacía todos los días pero siempre era la misma respuesta. Miró un plato de comida que parecía frío y lo puso en el microondas.
—Le llevaré esta comida a ver si quiere, Emi— le dijo a su hermano mayor quien suspiró y asintió. Nahuel empezó a subir las escaleras para llegar al tercer piso donde estaba el laboratorio de su padre, desde hacía bastantes meses a penas salía para trabajar en la oficina y lo veían pocas veces.
Tocó la puerta al llegar y nadie respondió, suspiró y abrió la puerta de vidrio negro mirando hacia adentro.
Era un gran laboratorio, toda una planta, se veían muchas maquinas pequeñas y grandes y varias mesadas, frascos con compuestos de distintos colores y varios mecheros por doquier.
Un hombre que no parecía mayor de treinta años estaba sentado en una silla escribiendo en una pequeña pantalla, murmurando cosas sin sentido para el menor. El cabello castaño oscuro de este estaba largo pero estaba atado como para que no molestara en la escritura del mayor, tenía una bata blanca que estaba manchada de distintos colores.
—Papá, te traje comida— Nahuel trató de no decirlo tan alto para no asustar a su padre y que este tirara algo, sabía que el mayor odiaba ser interrumpido pero tenía que comer.
—Más tarde— susurró el mayor mientras seguía enfrascado en una ecuación extraña.
—Papá, eso le dijiste a Emi hace una hora. Come algo...— no quería dejar el plato en algún lugar y que explotara por alguna reacción química porque un frasco calló sobre él, ya había pasado antes y no tenía intenciones que volviera a ocurrir.
El mayor resopló y se levantó, sacándose los guantes y limpiándose las manos con un paño.
—Deberían dejar de traerme comida sin que la pida— murmuró frunciendo el ceño y agarrando el plato de mala gana mientras empezaba a comer.
Nahuel hizo una pequeña mueca pero se quedó en silencio, sin querer decir nada o pelear.
Si no fuera por el trabajo que tenía en la mañana estaba seguro que su padre no saldría del laboratorio tan enfrascado con “su proyecto”.
El joven debía admitirlo, cuando su padre les dijo hacía casi un año lo que planeaba hacer les había parecido fantástico a su hermano y a él, pero ahora, luego de tanto tiempo y viendo como su padre se encerraba cada vez más deseaban que el hombre dejara ese proyecto.
El mayor volvió a darle el plato vacía al más bajo y volvió a sentarse en la silla haciendo a Nahuel suspirar, caminando hacia la puerta para retirarse.
“Si ojala... pudiera trabajar tanto sin descuidar la relación que tiene con nosotros” pensó con tristeza mientras empezaba a bajar las escaleras de nuevos para comer con su hermano.

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Ambos hermanos comían en una mesa pequeña y redonda, en la habitación del mayor.  Las paredes eran de un azul claro y las cosas estaban bien ordenadas.
No les gustaba comer en la sala siendo solo dos, esta se sentía muy vacía.
—Papá debería conseguirse una nueva mujer— murmuró de pronto Emi suspirando, sorprendiendo un poco al menor.
—Pero... él dijo que lograría clonar a mamá, que sería como que si estuviera viva de nuevo— se mordió el labio, sintiendo un peso en el estómago ¿Su padre con otra persona? No podía imaginarlo.
—Nahuel...— Emilio suspiró cansado — ¿No te das cuenta? No se puede hacer...— miró hacia el plato de fideos casi vacío —Ya está casi un año ahí en el laboratorio encerrado... él...— hizo una pausa como pensando cómo decirlo bien —Él necesita comenzar de nuevo. Él es joven, tiene apenas cuarenta años, no puede aferrarse la idea a que podrá volver a “revivir” a mamá, porque la idea lo está matando ¿entiendes?— murmuró tratando de que con lo último no sonara cortado.
Nahuel se quedó callado ¿Entendía? Nunca podría ver a otra persona como su madre más que a su propia madre pero esta no estaba viva. Pero él ya tenía dieciocho años, no podía esperar que su padre siguiera aferrado a una idea porque lo incomodaba que trajera a otra mujer.
Además, Emi tenía su punto.
Su padre cada vez más se estaba olvidado de comer o dormir, estresándose todos los días porque no lograba encontrar la fórmula que funcione.
—Si... entiendo ¿Pero cómo hacemos que él entienda?— susurró en tono bajo, sintiendo el nudo en la garganta. El mayor se quedó en silencio y terminó de comer.
¿Cómo le hacían entender a su padre que era mejor parar? ¿Qué todo eso le estaba haciendo daño en vez de ayudarlo?
Ambos hermanos suspiraron levemente metidos en sus pensamientos, extrañaban a su madre pero ahora también empezaban a extrañar a su padre.
Extrañaban esas charlas en la cena, sus anécdotas sobre el trabajo, cuando era él quien se encargaba de ver si ellos comían o que comían y no al revés.
La madre de ambos había fallecido ya hacía cinco años, su padre necesitaba poder salir adelante. No había fórmulas mágicas para clonar o revivir una persona, a pesar de que toda la tecnología estaba bastante avanzada había cosas que aún no se podían logra

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Gracias por votar owo
Y gracias por comentar a pandiita_k y @DaniHernandez069

1/02/19: gracias a quienes leen ♥

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