Las calles estaban llenas de autos, ya casi eran las ocho de la mañana y las personas trataban de no llegar tarde a su trabajo. Un chico de complexión pequeña corría rápidamente por la vereda, su cabello negro estaba desordenado y su ropa algo desarreglada, tenía un bolso colgado de su hombro izquierdo, al llegar a la última calle que debía cruzar toco el botón del semáforo haciendo que este se pusiera rojo, pasó corriendo una vez más y siguió por la cuadra.
A pocos metros ya se podía ver la entrada de la gran escuela, el chico suspiró pero no paró su carrera hasta entrar.
—Llegas tarde— el guardia de la entrada bajo el libro que estaba leyendo para mirar al adolescente que estaba tratando de recuperar el aliento, bastante rojo por la corrida. Asintió ante lo que dijo el mayor y con rapidez sacó un pequeño aparato que era parecido a un celular mediano pero mucho más plano, dándoselo —Es tu primer llegada tarde en el año, así que esta vez solo se te dará un aviso— habló el mayor casi aburrido mientras tocaba un botón del pequeño aparato prendiéndolo, leyendo “Cuaderno de comunicaciones de Nahuel Rojas”, llenando algunas cosas y luego firmando con su dedo, volvió a apagarlo devolviéndoselo a su dueño.
Nahuel murmuró un gracias y caminó rápidamente a su aula, al llegar tocó la puerta.
—Llega tarde señorito Rojas— habló la mujer que tenía una expresión seria en el rostro, sumándole de que era más alta que el alumno y su cabello negro estaba recogido de una manera que resaltaba sus gestos crudos.
—Tuve un pequeño inconveniente, pero no volverá a pasar— trató de sonar lo más calmo posible aunque se sentía nervioso, sonrió levemente. La profesora asintió y abrió más la puerta para que Nahuel pudiera pasar, el cual casi da un suspiro de alivio.
Las paredes del aula eran de un blanco muy limpio, sin si quiera una sola ralladura, seis filas de bancos individuales y cinco columnas de estos. El aula estaba preparada para treinta alumnos pero en ese momento solo había veinte y eso daba la sensación de que estaba casi vacía.
Fue hacia su asiento que estaba en la tercera fila, ya todos tenían su pantalla abierta en una página que seguro estaban leyendo, así que se apuró a sentarse y hacer lo mismo.
—No te preocupes, no empezamos a leer aún— le murmuró por lo bajo quien se sentaba al lado de él, mirándolo de reojo con sus ojos castaños.
—Qué suerte, hola, Fer— susurró sonriendo agarrando la mano del otro unos segundos antes de soltarla. Fernando le devolvió la sonrisa mientras se pasaba la mano por su propio cabello negro, este a diferencia del de Nahuel era más corto y mejor ordenado, además que las expresiones del más alto se veían más serias y menos aniñadas que las del otro.
El de ojos negros empezó a leer rápidamente la pantalla..
.
.Ambos pelinegros salían del aula, el más alto agarró con cuidado la mano del otro entrelazando sus dedos, Nahuel sonrió ante eso dejándolo hacer.
—Vamos a ver a donde están las chicas y Alexis— murmuró Fernando en tono bajo, no era alguien que soliera levantar la voz.
—Deben estar en el patio interno— habló el chico sonriendo, adelantándose y jalando a su acompañante.
—Espera, Nah— susurró de pronto el de cabello más largo, deteniéndose tratando de que el otro no lo jale. El chico miró al otro dudoso, algo curioso y se acercó de nuevo.
El pasillo estaba vacío, las paredes grises seguían hacia los dos lados y podían verse que había ramificaciones del pasillo si se seguía caminando. Pero en ese momento todo estaba silencioso, puesto a que ambos pelinegros habían los últimos en salir.
Fernando acarició la mejilla del más bajo y entrelazó más las manos que tenían agarradas antes de rozar sus labios con los del otro, Nahuel se tensó un poco, sorprendido por el gesto pero cerró los ojos y se quedó quieto, acariciando con su pulgar la mano de su acompañante.
No sentía rechazo ante el gesto, a pesar de ser tan solo un roce se sentía bastante bien y hacía su corazón latir más fuerte.
El más alto se alejó con las mejillas algo sonrojadas.
—Lo siento— murmuró —No pude resistirlo— sonrió apenado pasando la mano que no tenía entrelazada por su nuca.
Nahuel sentía aún su corazón latir bastante rápido y sonrió.
—No te preocupes, somos novios ¿No? Los novios se besan— jaló levemente la mano del más alto —Vamos, sigamos nuestros camino— esta vez Fernando asintió volviendo a su pequeña sonrisa neutra y ambos siguieron camino.
Si, ambos eran novios desde hacía cinco meses, se habían conocido al principio de la secundaria y por años fueron —y todavía eran— muy buenos amigos.
A pesar de haber empezado una relación esta no pasaba de simples agarres en las manos o de sentarse al lado del otro en la escuela, los besos eran solo roces y no era muy común entre ellos, ya sea porque Nahuel no era mucho del contacto físico con nadie como por la timidez que sentía Fernando en ese aspecto.
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Todo Estará Bien
ספרות נוערUn año comienza, el grupo de amigos ya está consolidado. Todo parece estar bien. Pero las peleas llegan al grupo y en casa de Nahuel hay otro problema más. Su padre no sale del laboratorio. Su relación se deteriora pero eso no evita que él y su her...