3 a.m

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Estoy como antaño, un poco rota, arrepentida y con una pequeña sombra siguiéndome por cada paso terrenal.
Mis extremidades pierden movilidad, signo aparente de mi edad, con mis ojos inyectados de sueño, mi mente de pláticas que jamás se darán en la realidad, y mis letras cobijandome por otra década más. El público aplúade fervientemente, los gritos y alaridos se oyen por centímetro cuadrado de cada una de las esquinas de mi pequeño cuarto, por mis venas ya no corre ese liquido de amor, no, no ya no, ahora sólo fluímos el reloj y yo, con sus suaves tic y sus melódicos tac, con sus tormentosos ayer, y sus tan llenos de esperanza, mañana.
A través de esta tenue oscuridad es posible oír los quejidos de la sombra a mis pies, muerde y rasca con rabia mi piel y la entiendo, es de total desespero no tener el control de su propio ser. El calor en el ambiente crece a cada hora de mi dichoso martirio, la arena desecha que llevo por labios se rompe aún más ante otra palabra más a nombre de sus 4 prodigiosas letras. Lo grito, lo susurro y finalmente lo recito en mi mente.
Mi argumento, aceptarlo y esperar resignada por aquel futuro encuentro, rezar a mi único dios por ese futuro respiro a amor de juventud.

martyrio meo priuorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora