Estoy sumida en un lugar, que no se podría llamar ni siquiera eso. Solo puedo ver que no puedo ver nada, rodeada totalmente de negro, sin luz ni tampoco ruido.Solamente yo.
Comienzo a correr de un lado a otro sin dirigirme a ningun lugar. Comienzo a perder los nervios y grito cualquier cosa en busca de que alguien conteste.
Nadie responde.
Continúo corriendo hacia ningún lugar, pero antes de que me pueda dar cuenta, caigo en un barranco de luz en el que me convierto en una más de esos destellos.
Abro los ojos de golpe, pero me doy cuenta de que todo había sido un sueño. Respiro profundamente para intentar bajar el ritmo cardíaco. Me tranquilizo lo mejor que me permite mi mente, ya que solo pensaba en el sueño del que acabana de despertar.
-¿Que hago aquí?- pregunto en voz alta, por si hay alguien, que pueda oirme.-¿Hola?- grito más fuerte.
Veo que no hay nadie a mi alrededor. Hago el intento de levantarme de la silla en la que me encuentro, pero unas esposas de acero me impiden despegar las manos de la silla.
-¿Hola?- insisto una vez más.
Nadie contesta... Solo un grillo, que canta a lo lejos de esta cueva.
Noto que comienzo a sudar, se me acelera la respiración... No soy capaz de mantener la calma más y comienzo a perder los nervios. Intento sacar estas especies de esposas, aunque termino autolesiandome las muñecas y parte de la mano.
¿Como salgo de aquí?
Comienzo a pensar que moriré aquí... Sola, rodeada de piedra...
Una lágrima se desliza por mi mejilla, y no puedo evitar que comience a correr un río de ellas...
Sorbo la nariz y hago un último intento de zafarme de las esposas. Nada funciona.
Nada va a impedirme salir de aquí.
Comienzo a ponerme cada vez más furiosa, aumentando mis ganas de destrozar aquella silla en la que me encontraba.
Antes de que pudiera controlarme, las venas de mis muñecas y antebrazos comienzan a tomar un color cada vez más rojo, terminando siendo un rojo brillante que resalta cada vez más y más sobre la piel.
Cierro los ojos evitando ver ese momento en el que el acero de la silla comienza a derretirse hasta dejar mis manos libres.
Saco las manos de los agujeros, ahora derretidos, en los que se encontraban y muevo las muñecas.
¿Por qué no me he quemado?
Observo que el color rojo brillante de las venas de mis antebrazos y muñecas vuelven a ser invisibles, como siempre lo habían sido.
¿Qué está pasando?
Me levanto de la silla y voy caminando hacía la salida de la cueva. Cada vez escucho más cerca aquel grillo que había escuchado al despertar.
Puedo ver la luz al final del túnel. Comienzo a correr a través de las piedras, atravesando algunos charcos e intentando no caerme al dar unas cuantas curvas sobre las piedras y rocas sueltas.
Relajo mi ritmo de carrera cuando noto que me acerco cada vez más al mundo exterior. Atravieso unos cuantas cascadas pequeñas, aunque aprovecho y paro en una para beber.
Debo haber corrido al menos treinta minutos. Mis piernas comienzan a temblar cuando puedo ver la luz del día.
Estoy a unos veinte metros, pero todo se ve tan claro. Comienzo a acelerar mi paso. Paso por unos cuantos charchos antes de toparme con la salida de la cueva.
Unos metros antes de abandonar la gruta, miro sonbre mis hombros y observo aquel espectáculo que se había formado a mis espaldas: las pierdras de la gruta mojadas por las salpicaduras que yo había provocado mientras corría. Uno de los ríos que había atravesado, se había cruzado con otro, haciéndose más grande, mientras que todo esto, lo adornaban los grillos con su maravilloso canto.
Espectacular.
Me quedo unos segundos embobada, pero sacudo la cabeza y miro de nuevo hacia delante.
Comienzo a andar de nuevo. Avanzo con tranquilidad, atravesando las piedras y siempre mirando hacia delante. Cada vez más cerca.
Justo cuando estoy a dos metros de la salida, me percato de una cosa de la que no me había dado cuenta hasta el momento, ya que estaba demasiado centrada en salir de la gruta:
¿cómo había sido capaz de derretir el acero de la silla? ¿Quién me había dejado allí? ¿Por qué inconsciente?
Dejo las preguntas sin respuesta a un lado y voy hacía la salida. Cierro los ojos y doy el primer paso fuera de la cueva. El destello de luz que me espera hace que tenga que entrecerrar los ojos para acostumbrarme a la luz del día pero esbozo una sonrisa al mismo tiempo.
Respiro profundamente el olor del césped. Abro los ojos y observo que me encuentro en un campo verde y floreado. Puedo ver que hay dos árboles a lo lejos, así que comienzo a andar en esa dirección.
Mientras camino, me doy cuenta de que el campo está mojado, por lo tanto ha llovido hace poco. Continúo mi camino intentando buscarle alguna respuesta coherente a todas aquellas preguntas que ocupan mis pensamientos .
Antes de que me de cuenta, me faltan escasos metros para alcanzar el árbol, que desde la distancia parecía uno cualquiera, pero es un manzano. Lleno de manzanas rojas y apetitosas.
Acelero el paso para llegar lo antes posible y así poder sentarme a la sombra mientras saboreo alguna de aquellas delicias.
Al llegar, me siento en el suelo, después de aquella caminata, había acabado rendida. Respiro ondo y cierro los ojos en busca de dejar a un lado todo aquello que había pasado.
¿Por qué podía derretir cosas?
Después de unos minutos, me levanto y reviso el manzano. Hay una manzana roja muy apetecible y me lanzo a por ella. Escalo un poco el tronco del árbol, zafándome de algunas ramas. Alargo el brazo y salto, rozando con la punta de los dedos la fruta. Me agarro de nuevo y subo un poco más y repito el gesto, esta vez consiguiendo mi objetivo.
Bajo de un salto y me tumbo de nuevo en la hierba. Muerdo la manzana y vuelvo a sumirme en un lugar, que no se podría llamar ni siquiera eso. Solo puedo ver que no puedo ver nada, rodeada totalmente de negro, sin luz ni tampoco ruido.
Solamente yo.
Pero esta vez con una diferencia, que notaba un sabor amargo en mis labios, tan amargo y agradable que comienza a consumirme, hasta llegar al punto de ser como una agradable llaga que arde con frialdad dentro de mi.
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Corazón de acero
Science FictionUn mundo en el que el menor movimiento, puede suponer una consecuencia mayor.