El Fin De Nuestra Promesa

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Giovanni entró por la puerta principal, llevaba en sus manos el pequeño libro que contenía pequeños recuerdos y la muestra de afecto con el que ya no era su hermano. Al llegar entró a la oficina de Albert y lo dejo encima del escritorio.

Albert llegó y vio el Diario, sintió una pequeña opresión en su pecho, pero luego ignoró eso y  movió el diario dejándolo por ahí en su estante de libros, entre las treintenas que tenia. Sí a él le había gustado volver a ver a Giovanni, pero ahora eran distintos, él estaba con su novia o casi prometida, tenía que mantenerla satisfecha o caso contra está iría con su padre a quejarse, su hermano seguía en el deporte y ahora también ayudaba a su padre. Pero él tenía más responsabilidades, pues era el mayor, y preocuparse por cosas insignificantes solo lo retrasaría.

Decidió mandar llamar a Giovanni, para cuando este llegó vio que su actitud había cambiando radicalmente con él, ahora se veía más distante, serio pero aún conservando ese aura cálida llena de amor y amabilidad que siempre tenía.

–Buenos días Señor Albert –dijo el menor manteniendo la calma.
–Por favor Giovanni, puede que ahora no seamos hermanos, pero no me digas “señor" –Tomó la hoja que estaba encima su escritorio –Firma aquí, este es tu contrato luego de eso puedes retirarte.

Givanni agarró la pluma azul que le entregaba Albert, leyó el contrato y firmó, eso se supone que era todo, pero antes de que Giovanni pudiera salir, a lo lejos se escuchó un voz femenina bastante aguda.

–¡¡¡Albert!!! –Una mujer de cabellos rubios en mechas, delgada figura,  con casi nada de busto pero bastante atractiva, de ojos claros, entró abriendo de golpe la puerta, dejando a Giovanni bastante impresionado pues él se disponía a salir.

–Clara... –Albert se tocó la sien y trató de guardar la calma –¿Qué te dije de entrar así?

–Albert que manera de recibir a tu novia –dijo ofendida Clara.

Antes de seguir escuchando la charla, Giovanni decidió salir de ahí, fue recorriendo la mansión, era grande, pero él sabía que se adaptaría muy rápido.

Pero entonces recordó que si seguía allí tarde o temprano vería a su padre, tenía que hablar con Albert, pues no podía quedarse a trabajar ahí, sabiendo lo que pasaría si se llegasen a ver.

Esperó a que pasará la mañana, y volvió a la oficina de Albert, tocó la puerta y está se abrió sola.

–¿Qué quieres Giovanni? –preguntó Albert aún mirando el computador y con los claros sonidos de las teclas del teclado siendo presionadas.

–Albert no puedo seguir trabajando.

Albert dejo de teclear y dirigió la mirada hacia el más menor.

–Has firmado un contrato, porqué no puedes seguir trabajando aquí.

–Por... su padre –dijo Giovanni seguro.

Albert dio un gran suspiro, apagó su equipo y se levantó de su escritorio.

–Es tarde, hablemos de esto mañana –miró a Giovanni –te llevó a tu casa.

–No es necesario.

–Insisto, te llevó –Albert no dejo que Giovanni respondiera, y comenzó a caminar hacia su auto –Sígueme.

Giovanni hizo caso, veía que no le quedaba de otra y también comenzó a andar. Al llegar al vehículo, el cual era muy lujoso, de color negro, nada más que un Ferrari, él se sentó en el copiloto, a lado de Albert.

En el camino el silencio estuvo reinando el lugar, hasta que Albert se vio obligado a hablar al pequeño.

–¿Sigues viviendo en el mismo lugar?

–Si –respondió secamente el rubio.

Albert no volvió a preguntar nada más, y observó al rubio por el retrovisor,   ciertamente casi no había cambiado, seguía viendo al mismo chico frágil y tierno que dejó años atrás, solo que ahora había la diferencia de que ya no lo veía como su pequeño hermanito. Pues él mismo se obligó a cambiar eso, cuando lo dejó, sintió tristeza que al pasar el tiempo, otras cosas ocuparon su mente.

Era un gran nadador y se había ganado un beca por sus méritos, a una prestigiosa universidad de EEUU, su padre empezó a cuestionarle acerca de su vida amorosa, pues él solo buscaba polvos, de ahí también estaba la presión de que sería la cabeza de todo el imperio de su padre.

Para Albert, el ser la sombra de su padre, era algo que lo estresaba y enojaba bastante, así que optó por abrir una pequeña empresa que con el pasar del tiempo, se hizo exitosa. Su negocio se llamó "GANSA". Él decidió volver a España, para llevar su propio negocio a su lugar natal, sin embargo hasta el momento solo él, y su molesta prometida Clara, habían decidido ir.

–Si es por mi padre, tranquilo él no piensa venir –dijo Albert a un Giovanni con la cabeza abajo.

–Eso no me garantiza nada, solo atrasa más tiempo lo que inevitablemente puede pasar. –El rubio levantó la cabeza, y vio que Albert estaba parando el auto.

–Bueno, no te voy a rogar que te quedes, si deseas irte hazlo –Albert se volteó cuando habló, y pudo ver que en los ojos y expresión del menor se mostraba mucha preocupación –Llegamos. –dijo por último.

–Gracias por traerme –Giovanni abrió la puerta del vehículo, ciertamente había sentido una punzada en su pecho, cuantos oyó que al mayor no le importaba –Hasta luego.

Albert vio como Giovanni entraba a su humilde morada, sentía una sensación extraña, quizás era la desilusión por ver que el menor se volvía a distanciar, ignoró aquella sensación y se marchó de aquel barrio, tenía otras preocupaciones.

Giovanni al entrar a la habitación, vio que solamente Walter estaba sentado en la mesa.

–Llegas algo temprano –dijo el mayor.

–Walter, no lo logré –el menor tomó asiento en la mesa, y después miró a Walter, que levantaba una ceja.

–Eso es...–dijo el mayor sorprendindo –Qué pasó.

Giovanni no estaba muy dispuesto a seguir hablando, así que en silencio se levantó de la mesa y fue directo a su cuarto a descansar.

Necesitaba asimilar y pensar en lo que estaba sucediendo, de verdad necesitaba ese empleo.

El Diario de mi hermano (yaoi/gay)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora