En ocasiones, cuando me sentía solo, recurría a las viejas fotos digitales que permanecían intactas en mi móvil. Esas mismas de cuando me amabas solo a mí.
Cuando mi corazón se rasgaba y comenzaba a extrañarte, abría con prisa la galería y seleccionaba uno de los tantos álbumes que creé cuando estabas conmigo. Analizaba con atención cada imagen y me sorprendía al descubrir algo nuevo cada vez. A veces eran objetos, otras expresiones. De cualquier manera era como si fueran recreadas pero modificadas ligeramente; como un cubo rubik.
Cuando las lágrimas fluían y el dolor en mi pecho era más intenso, optaba por abrir nuestra vieja y última conversación para escuchar las notas de voz añejas que dejaste en el chat antes de cambiar de número y olvidarme por completo. Pegaba el celular a mi oído y reía junto a ti con aquella lejana anécdota de los tenis que en algún momento fueron nuevos. Supongo que han de haber sido usados más de treinta veces o hasta desechados debido al tiempo, tres años son bastante.
Otras, cuando sollozaba, corría hasta mi mesita de noche para darle play al estéreo y escuchaba atento la lista de canciones que concentraste en un disco. Me relajaba y dejaba que mis lágrimas fluyeran junto a las letras de todos los cantantes que incluiste solo para mí. Al final, después del último coro de la canción final, suspiraba y caía profundamente dormido.
Cuando, en medio de mis conversaciones entre amigos o desconocidos, se me escapaba tu nombre, cerraba los ojos fuertemente y te visualizaba sosteniendo mi mano mientras caminábamos por la plaza para dirigirnos al cine. Todo el tiempo era la misma ocasión, inclusive rememoraba la película de anime que fuimos a ver. No importaba si no entendía la trama, solo me preocupaba por tomar tu mano en la oscuridad y a escucharte reír o llorar de felicidad.
Incluso, cuando mi madre me molestaba con respecto a encontrar una pareja y hacía referencia a tu persona, corría de prisa a mi habitación, me encerraba y tomaba el único recuerdo físico que me quedó. Una pieza de peluche, completamente adorable se recostaba en mi pecho y terminaba aferrándome a ella con fuerzas, hasta que mis brazos caían a los lados gracias a mi estado inconsciente.
Mientras te suplicaba en silencio que regresaras, durante esos tres años, guardaba en mis notas los versos que mi mente (guiada por mis sentimientos) creaban para ti. Cientos de estrellas, galaxias y universos dedicados a tu sonrisa.
Tres años de añorar los momentos que viví contigo. Tres largos años de tragarme el ácido que dejaste en mi cuerpo, aún sabiendo que éste no me llevaría a otra parte que no fuese mi muerte. Lenta y frustrante.
Eso lo entendí hasta el día de ayer, cuando te vi caminando con él de la mano. Lo sostenías de la misma manera que a mí: fuerte y con orgullo.
Ambos vestían en conjunto. Los colores de sus prendas combinaban a la perfección puesto que pertenecían a la misma gama de colores. Lucían hermosos.
Tus ojos lo observaban como si fuera la pieza más frágil de este mundo, y él, te veía de la misma manera.
Andaban tranquilos, ignorando el mundo. No importándoles si un meteorito caía en ese preciso momento o si yo los divisaba desde el otro lado de la calle mientras salía del café que frecuentaba y derramaba mi latte al tiempo que mis ojos se aguaban.
Solo eran ustedes, nadie más.
Como si yo, Kim Seok Jin nunca hubiese existido para ti.
Mi corazón corrió detrás, hasta posicionarse metros más adelante y gritó tu nombre incontables veces. Solo ignoraste aquello y preferiste seguir andando de la mano con tu nuevo amor. Pisoteaste mi centro y te lo llevaste arrastrando en la suela de uno de tus zapatos.
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Te vi, escribiste »jinkook
FanfictionPorque después de tantos años, lo que menos esperaba era que un mensaje fuese la llave hacia su libertad. "Te vi, escribiste". Esta obra pertenece al proyecto "MoreAllxJinPlease". Prohibida las copias o adaptaciones sin mi permiso. One Shot. Jinkook...