Prefacio.

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Salí del coche. Selena quiso retenerme, pero Dominic la detuvo antes de tiempo. Ella quería evitarme aquel sufrimiento que estaba a punto de ver, pero era algo inevitable; tenía que hacerlo por Melissa.

Los recuerdos me abrumaban y apenas me dejaban respirar. Era consciente de lo poco que valía mi vida si ella no estaba a mi lado. Si su sonrisa, su locura y también su cordura desaparecían en aquella casa. Todo lo que a mí me importaba llevaba su nombre. Ese nombre que en mi cabeza se repetía con más intensidad que nunca.

Melissa...Melissa...Melissa...

Entré en la casa y aspiré el fugaz olor de galletas que la señora Jensen hacía cada mañana. Todavía recordaba la primera vez que entré en aquel hogar y la familia me recibió con los brazos abiertos y una gran sonrisa; aquello, pronto se iba a acabar. Subí las escaleras y me apresuré a entrar en la habitación de esa chica que conquistó mi corazón en apenas unos segundos y lo rompió en mil pedazos con sus palabras.

"No, Peter. No puedo estar junto a ti porque sé, que algún día, voy a hacerte mucho daño."

Miré por todos lados, cada rincón, cada escondite que podía. Pero ella no estaba allí. Ahogué un dolor profundo en mi pecho y sentí como cada sentido de mi cuerpo se desvanecía poco a poco. Tenía que encontrarla...antes de que fuera demasiado tarde.

La encontré en el cuarto de baño, llorando. Su cuerpo se encontraba en la bañera, dónde el vapor escondía cada poro de su cuerpo. En mano, tenía un pequeño metal afilado; en otra mano, se hallaba el peluche que una vez le regalé. Me quedé petrificado. No sabía cómo actuar, o, simplemente, como reaccionar ante ello.

Melissa se estaba suicidando entre frías y rotas lágrimas; y mis ojos no paraban de observar aquella catástrofe como si supieran que es imposible de detenerla. Que su destino era ese: acabar con su cuerpo para poder volver a casa como un ángel. Como aquel ángel que bajó del cielo para entregarle a la familia Jensen a su hija. Y cuando la bañera comenzó a teñirse del rojo de sus venas, y el peluche se rompía a trozos, Melissa me miró a los ojos y sonrió. Por primera vez, sonrió.

—Estoy bien, lo prometo. Estaré bien. 

El último suspiro [Libro 1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora