Capítulo 1: Sueños y Recuerdos

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El crudo invierno mantenía los árboles de cerezo secos y sin gracia alguna, dando un panorama un tanto deprimente de lo que era la entrada al campus de la universidad. Una nevada liviana caía sobre la ciudad, no se acumulaba por más de unos segundos por ser tan fina, pero igual bajaba la temperatura obligando a todos a usar guantes, bufandas y abrigos gruesos. Faltaba sólo una semana para que comenzara la primavera, pero parecía que se haría esperar el clima templado.

Los vidrios empañados del salón impedían ver bien el exterior, y el aliento de Kurt sólo empeoraba la visual. Resopló molesto y alejó su nariz algo colorada por el helado aire, frotó sus manos entre sí y saludó con un cabeceo a una compañera de clase que pasaba por la galería. Miró el reloj en su muñeca preguntándose cuánto más podría demorar Dylan dentro del salón, cuánto podría llegar a tener que decir ese profesor. Su corazón estaba intranquilo, quizá era un mal presentimiento causado por ser consciente, en el fondo, de que las láminas realizadas por su pareja no estaban a la altura que el profesor exigía.

La puerta rechinó, pudo oír la voz del otro despidiéndose y luego vio su figura cruzando el umbral. Preguntó cómo le había ido, pero la respuesta fue una mirada de lado acompañada de una mueca triste, entonces supo que no estaba nada bien. El chico de ojos azules no pronunció palabra, sólo chistó y dio media vuelta, levantó las láminas con la mano derecha y las arrojó sin dudar al tacho de basura a su lado. Kurt intentó decir que no, pero no le salió un solo sonido de la garganta, sintió que se le paralizaba el cuerpo cuando él se alejaba dándole la espalda por la galería, que se fue ennegreciendo cada vez más y más hasta que las tinieblas cubrieron todo.

Los ojos verdes del australiano se abrieron de golpe, respiraba agitado y la imagen del techo de su cuarto se fue aclarando hasta que recordó donde estaba. Se sentó en la cama poniendo una mano sobre su pecho, el corazón le latía muy rápido, casi dolía cada vez que palpitaba.

- Hiro: Kurt... - la voz desde el otro lado de la cama lo hizo girar – estás bien, amor?... – el joven con rasgos orientales se sentó en el lecho.

- Kurt: Sí, Hiro... - respondió en susurros – tuve una pesadilla... eso creo... - resopló – voy por un poco de agua... - se destapó.

- Hiro: Claro... - hizo una pausa – seguro que estás bien?... – Kurt giró su rostro y le sonrió.

- Kurt: Sí... vuelve a dormir, tienes que irte muy temprano... - Hiro afirmó con la cabeza y volvió a acostarse.

La sonrisa de Kurt se borró al salir de la pieza. Su mirada se guiaba por la luz que entraba de la calle, esa luz azulada que se filtraba por las cortinas blancas del balcón. Fue hasta la cocina, cruzando la sala, sintiendo el piso de madera bajo sus pies descalzos, tomó un vaso de vidrio largo y lo llenó con el agua de la canilla. Bebió un par de sorbos y volvió a dejarlo donde lo encontró. Entrecerró los ojos, pensando en la sensación del sueño que había tenido y se refregó el rostro con ambas manos. Llenó sus pulmones lo más que pudo y lo soltó en un suspiro largo que relajó un poco su tenso pulso. Regresó al cuarto caminando lentamente, levantó las sábanas y se metió bajo ellas, acurrucándose contra el cuerpo de Hiro, que aún medio despierto, lo abrazó fuerte sin preguntarle nada más.

La alarma sonando hizo que apretara la cara contra la almohada, anticipándose a la luz que se estaba encendiendo en la habitación. Sabía que aún no eran ni las seis de la mañana, pero Hiro saldría de viaje una vez más y cada vez que lo hacía, un vehículo de su compañía pasaba por él a las seis treinta. Normalmente se levantaría a desayunar con él, era lo que hacía, pero su sueño de lúgubre y triste aspecto lo había dejado un tanto melancólico, y no deseaba que él lo notara.

Cruzando el Pasillo (Una Historia de Acoso Laboral)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora