Capítulo 3

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Los rayos de sol chocaban directamente sobre ella, haciendo que sus violáceos ojos se intensificaran a un color hipnotizantemente perfectos.

Apartaba las ramas que se interponían por el camino, mientras no conseguía que una imagen se esfumara de su cabeza. Los disparos retumbaban en sus odios, seguidos de un cuerpo ensangrentado y una cabellera rubia. La realidad de sus sueños se hizo extrema y comenzó a correr.

A correr con ojos húmedos, esquivando troncos y hojas. Quería gritar, romper cosas, irse y nunca volver...

Sus pulsaciones aumentaron al igual que su respiración se hizo entrecortada. Paró en seco haciendo que casi cayera, y se apoyó en un robusto árbol para recuperar su aliento.

La sensación de falta de aire hizo que no se percatara de su mano ensangrentada. Giró su cabeza y ahí estaban, decenas de troncos adornados con huellas rojas, que se adentraban más en el bosque. La curiosidad se apoderó de ella y siguió el sendero. Era perturbador ver como las manchas se hacían cada vez más grandes, y que la tierra alrededor de ellas, se unieran a ese color rojizo.

Y sin esperarlo allí se encontraba. El cuerpo inerte de la bella chica, rodeado por un charco de sangre, al borde del acantilado.

—¡Becca! —gritó sorprendida mientras corría hacia ella. Y sin importarle mancharse de sangre, se arrodilló junto a la castaña tomando sus muñecas.

Tenían montones de cortes, unos mucho más profundos que otros, pero esa vez Becca había tenido un propósito. Elizabeth lo sabía, ella también lo había tenido más de un año atrás, y ese era morir.

Sin darse cuenta se encontraba llorando, y pasando una y otra vez sus manos manchadas por su cabello. No tenía idea de qué hacer, estaban tan lejos del pueblo y Becca tenía tan poco tiempo.

No tenía ni una chaqueta ni un buzo, así que sin pensarlo se quitó la camiseta que llevaba y la haló con fuerza hasta romperla en dos. Anudó un pedazo en cada muñeca y sacó su teléfono marcando el único número que se le vino a la cabeza en ese momento.

—¿Elizabeth? —contestó al otro lado de la línea.

—Neith, se está muriendo, tienes que traer ayuda —habló desesperada entre sollozos.

—Effy, ¿qué está pasando? —preguntó—. ¿Dónde estás?

—¡En el bosque, Neith! ¡Ven al maldito bosque ahora! —gritó llena de pánico mientras observaba como la respiración de la chica se volvía mucho más débil.

Neith cortó la llamada, por lo que la pelilila con todas sus fuerzas se levantó y cargó a Becca en su espalda, enrollando los débiles brazos de la chica en su cuello para de esa forma poder llevarla con ella.

—Vamos, Becca. Por favor —susurró dando pasos con dificultad sobre las hojas amarillentas caídas de los árboles— Tienes que aguantar, no puedes morir —cerró los ojos para tomar un respiro y seguir avanzando.

Sentía el miedo a flor de piel, sus piernas temblaban amenazándole con flaquear y sus ojos ardían con las lágrimas que aún brotaban de ellos. Elizabeth no iba a detenerse, no iba a dejar a Becca morir.

Escuchó las sirenas cerca y los gritos de Neith llamándole por su nombre. Cayó al suelo sin poder soportar mucho más cargando el peso de Becca, tenía raspones en sus rodillas y en sus manos. Con lo que le quedaba de fuerzas, arrastró a Becca a su regazo y gritó.

—¡Neith!

—¡¿Elizabeth?! —gritó en respuesta.

—¡Estamos por aquí, Neith!

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⏰ Última actualización: Jun 30, 2017 ⏰

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