Versión 1

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El arquero sentía que su corazón se saldría de su pecho en cualquier momento. Él sabía perfectamente que aquella sensación sólo podía ser causada por la mujer que sus ojos azules habían captado. Aun así, tuvo que tomarse unos segundos para meditar todo. Nunca pensó que la encontraría tan pronto, aunque la verdad, eso era lo que más quería desde que escapó de la guarida de Negan.

No podía describir la ira que había sentido cuando Richard le había confesado que planeaba sacrificarla a ella para que Ezekiel aceptara luchar contra los Salvadores. Eso no era aceptable bajo ninguna circunstancia. Las palabras que su boca pronunció fueron una acción que él no pudo controlar, pues cuando tuvo consciencia del asunto, ya había dicho todo lo que su ser interior sentía.

Sin embargo, las palabras del hombre le habían dado esperanza para reunirse nuevamente con ella. Por eso instantáneamente después de darle una buena golpiza se había marchado del lugar, con el fin de buscar la cabaña en el cementerio que él había comentado.

En el preciso momento en el que ella entró en su campo de visión, su mente había dejado de funcionar correctamente y sus sentidos también. Sintió que le faltaba oxígeno y que le costaba respirar, sintió ansiedad y sus manos, por algún motivo, empezaron a sudar levemente. Ahí fue cuando su corazón latió con intensidad.

No fue hasta varios minutos después de que las personas con las que habló se habían marchado y alejado lo suficiente del lugar cuando él decidió acercarse. Había meditado bastante en ese período de tiempo el cómo debía actuar con ella y qué palabras decir, pues sabía que ella tendría una buena razón para haberse marchado sin decirle a nadie.

A paso veloz llegó hasta la casa donde ella residía y tocó la puerta. Sintió nervios y más ansiedad de la que ya tenía. Escuchó sus pasos acercarse y tragó saliva para tratar de calmarse un poco. Cuando Carol abrió la puerta pudo notar que su rostro tenía una expresión de fastidio, pero dicha expresión desaparecería tan pronto ella notase que se trataba de él.

Sus ojos azulados se encontraron y notó cómo aquellos ojos se volvían cristalinos, el cómo aquella pared invisible que había mostrado con las personas del Reino se había roto en su totalidad; esa misma pared que había mostrado tantas veces en Alexandría frente a todos los demás. Aquella pared había dejado de estar en pie en el momento en que ella le reconoció.

No aguantó más y se acercó a él. Ambos se unieron en un cálido, fuerte y necesario abrazo. Un simple y gentil gesto que demostró que ambos habían pasado por muchísimas cosas en un período relativamente corto, y un gesto que había demostrado que ambos se extrañaron en sobremanera durante todo este tiempo. Las lágrimas de la mujer no tardaron en aparecer, al igual que la fuerza que aplicaba cada vez más.

— ¿Por qué te fuiste...? — Preguntó al final de hablar, sintiendo su voz debilitarse; sabiendo que si no reprimía aquellas emociones, empezaría a llorar.

Le miró y vio sus mejillas empapadas en agua salada. Supo que estaba totalmente cortada, ya que no había emitido palabra alguna conteniendo aquellas lágrimas. Sintió un nudo en la garganta que trató de eliminar sin mucho éxito.

Ya estaba empezando a anochecer, así que Carol no esperó demasiado tiempo para invitarlo a pasar. Él aceptó casi de inmediato, pues quería estar con ella al menos sólo un poco. Quería escucharla y sabía que ella tendría cosas que contarle.

Una vez que la Peletier se había tranquilizado un poco, ella decidió que lo mejor sería cocinar algún alimento, pues dedujo que él no habría comido y que, probablemente, estaría hambriento. Era lo menos que podía hacer para tratar de disculparse por haberse marchado sin haberle avisado. Así que colocó una olla en la chimenea que tenía aquella casa y echó una lata completa de frijoles.

Just a KissDonde viven las historias. Descúbrelo ahora