Kim Seok Jin frunció el ceño mientras conducía su Ferrari una noche fría de marzo.
La lluvia golpeaba en el parabrisas, lo que empeoraba su mal humor. Ir a aquel sitio de Gloucestershire no era un plato de gusto precisamente. Había demasiados malos recuerdos.
Pero no había excusa posible para evitar aquello. Quería demasiado a Hyolyn como para rechazar su invitación a pasar el fin de semana y mostrarle su nueva casa.
El problema era que su prima Hyolyn y su esposo, Alessio, acababan de trasladarse desde Londres a una mansión reformada en un condado cuyo solo nombre le daba escalofríos.
《¡Por el amor de Dios!》, se dijo.
《¡Supéralo de una vez!》.
Después de todo, aunque la experiencia hubiera sido dolorosa había aprendido una lección, ¿no? Jin había sido bastante escéptico en cuanto a las mujeres desde que había entrado en la adolescencia y se había dado cuenta de que su riqueza era un imán para el sexo femenino. Y no podía creer que hubiera pensado que podía existir una mujer diferente, en la que podía confiar, a pesar de sus prejuicios.
Una mujer en quien pudiera confiar ciegamente y a quien pudiera amar hasta el fin de sus días. Su dulce (TN)... Su boca se torció cínicamente.
¡Se había comportado como un ingenuo adolescente en lugar de como un hombre mundano de casi treinta años!
(TN) había resultado ser tan mala como las otras que habían puesto la mira en su fortuna personal. Y peor incluso. Fingiendo, ¡oh, qué bien había fingido!, que no tenía idea de quién era él, fingiendo creer que él era un muchacho normal, que trabajaba a tiempo parcil de guía turístico y aceptando trabajos temporales cuando los encontraba.
Ella había llegado a aquella conclusión a partir de ciertos comentarios que él le había echo. Y aunque él no le había mentido, no la había sacado de su error, ya que estaba encantado de haber encontrado a alguien a quien amar y que, al parecer lo amaba a él, no a su cuenta corriente. Jin resopló y se dirigió hacia el pueblo donde vivía su prima, el mismo donde vivía la codiciosa (TN) Rylands...
El nombre de la casa de ella había quedado grabado en su memoria.
Y no pudo evitar recordar la última vez que él había hecho aquel viaje.
- Le diré a mi familia que vendrás y que te hagan una cama. Te quedarás a dormir, ¿verdad?
Le había dicho (TN) cuando se había enterado de que él iría a verla a su casa. Había parecido excitada cuando él había llamado desde Londres para decirle que iba rumbo a Rylands.
- Es una pena, pero no volveré hasta las diez. Esta tarde trabajo. Y no puedo cancelar el compromiso - se había lamentado (TN). - ¡No puedo fallarles! ¡No sabes cuánto me gustaría no tener que ir a trabajar! ¡Oh, Jin! ¡No veo la hora de verte!
El había colgado el teléfono de su lujosa oficina sonriendo pícaramente. Él ya había cancelado tres reuniones de trabajo por estar con ella. Pero a ella no se le había ocurrido que podía haberlo hecho.
Era normal. Ella no sabía que él era el dueño de un imperio económico que tenía oficinas en Corea, Roma, Bruselas, Nueva York, Suiza y Sydney.
Había llamado a su ayudante personal por el teléfono interno y le había dicho que se marchaba. No le había dicho que en en bolsillo de la chaqueta llevaba un anillo para la reina adecuada, ni una proposición de matrimonio en la punta de la lengua. Ir a verla, aunque le llevara unas horas, le daría la oportunidad de conocer a sus padres.
Su padre lo estaba esperando. Bajó las escaleras, excitado, sin darle tiempo a echar una ojeada al viejo edificio del siglo diecisiete en en que vivía su familia.
- ¿Así que tú eres el chico de mi niña? - su padre le dio la mano. - ¡Bienvenido al ancestral hogar! ¡(TN) nos ha contado todo acerca de ti!
Lo hizo pasar a un vestíbulo vacío, a excepción de una solitaria y triste silla y luego a una sala pequeña recubierta de madera, con unos sofás gastados y una vieja mesa de pino. Y lo sometió al más despiadado discurso publicitario que jamás había escuchado.
- Quiero comentarle esto antes de que aparezca mi mujer. Ya sabes cómo son estas cosas, hijo... Las mujeres no comprenden los negocios... Tengo una idea fantástica... ¡Es una oportunidad que no te puedes perder! ¡Una inversión ideal para un hombre como tú! ¡Serías tonto si la rechazaras! Y por lo que he leído sobre ti, ¡tonto no eres!
Al margen de su disparatado negocio, algo relacionado con animales salvajes, un safari park o algo así, él se había sentido traicionado por (TN). Se había puesto furioso. ¿Así que (TN) le había contado 《todo sobre su chico》?, había pensado, furioso. Pues a él le había tomado el pelo...
No le extrañaba que ella se hubiera puesto contentísima cuando él le había dicho que iría a verla. ¡Debía de estar celebrando que había podido cazarlo!
¿Lo de que ella tuviera que estar trabajando hasta tarde habría sido verdad o habría sido simplemente una excusa para que su padre tuviera tiempo de proponerle un negocio y pudiera sacarle algo de dinero?
Con tono cortante, él había interrumpido a su padre y le había dicho: - Nunca me han pedido dinero de forma tan chapucera.
Luego le había pedido un papel y había dejado una nota para la 《Dulce (TN)》. Y se había marchado. Despreciándose. Odiando a (TN). Odiándola porque lo había puesto en ridículo haciendo que se dejara guiar por el corazón y no por la cabeza, como lo hacía siempre.
Él, que era un hombre calculador y cerebrar, que poseía un sexto sentido para detectar mujeres ambiciosas e interesadas sólo en el dinero.
Se había sentido absolutamente avergonzado de sí mismo.
Dobló a la izquierda e intentó olvidarse de aquel episodio. Y deseó que Hyolyn, una celestina innata, no le hubiera reservado alguna candidata para el fin de semana. No tenía interés en el sexo opuesto.