Capitulo 2

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(TN) Maybury miró sus tobillos hinchados. Era una consecuencia de estar embarazada de siete meses.

Se tocó el vientre, cubierto de un peto de trabajo. A pesar de su incomodidad, amaba profundamente al bebé que iba a nacer. No había hecho caso a la sugerencia de un par de amigas de que interrumpiese el embarazo, ni a las presiones de sus padres de su derecho a ponerse en contacto con el padre para pedirle ayuda económica.

Aquél era su bebé y lo amaba incondicionalmente. Se las arreglaría sin la ayuda del padre.

¡Él era un indeseable! Sería muy atractivo y rico, al parecer, ¡pero igualmente un sinvergüenza!

Se quitó un mechón rubio de la cara, enfadada consigo misma por pensar en él a pesar de haberse prometido no hacerlo nunca más y se dispuso a preparar la cena para cuatro. Había apartado los ingredientes en una tartera y los había puesto en el frigorífico y la pierna de cordero aderezada con ajo y perejil, para el segundo plato, estaba haciéndose al horno.

Un menú italiano, como era lo estipulado. Al parecer, su cliente, Hyolyn, era italiana, aunque casada con un banquero inglés.

Así que tendría que aguantarse que la señora de la casa hubiera pedido un menú italiano.

Ella era un chef profesional y le iba bien en su negocio de catering. Mejor que bien, aunque le hubiera venido bien que su amiga Gabriela la hubiera ayudado aquella noche. Pero Gabriela tenía una cita y desde el principio le había dejado claro que sólo la ayudaría de vez en cuando, hasta que conociera al hombre de su vida.

Pero le habían venido bien los contactos de Gabriela. Su familia tenía muchos y eso le había proporcionado clientes, como el de aquella noche. Ella no dejaría que Rylands, su hogar familiar desde hacía más de trescientos años, fuera arrebatado de sus manos. Porque sabía que la pérdida de la casa familiar rompería el ya maltrecho corazón de su madre.

Y pensar en algo tan doloroso le haría mal a su bebé.

Así que no se permitiría pensar en todo aquello.

- Los invitados acaban de llegar - dijo Hyolyn cuando entró en la cocina.

Se alegró de que alguien la hiciera volver a concentrarse en su trabajo. La cocina estaba en la parte de atrás de la mansión, así que no había oído el motor de los coches o el ruido de las ruedas en la grava de la entrada.

- ¿Qué tenemos? - preguntó Hyolyn. Era una mujer de veinte y pocos años, muy elegante.

- Cazuela de patatas con mozzarella de entrante, seguido de kebabs de pez espada y cordero al estilo toscano, cortado en finas lonchas con verduras mediterráneas a la plancha y para terminar, tarta de naranjas al caramelo. Y además he conseguido esas galletas venecianas tan especiales.

- Excelente - Hyolyn asintió con la cabeza. - Comeremos dentro de media hora - frunció el ceño al ver la figura embarazada de (TN). - ¿Estás sola? ¿Puedes arreglartelas, en tu estado? Podría haber venido alguien para ayudarte a servir la mesa...

Alguien delgado y atractivo, que no echara para atrás a los invitados, pensó (TN) que era lo que Hyolyn quería decir. Bueno, haría todo lo posible por permanecer en el fondo de la escena.

Sus curvas habrían quedado estupendas en una amazona alta, pero a su juicio, con su escasa altura, la hacían redonda. Hyolyn se marchó.

(TN) sacó los ingredientes de las tarteras que había en el frigorífico y terminó de cocinarlos.

Media hora más tarde colocó en una bandeja las patatas calientes con mozzarella gratinada encima. El resto de la comida estaba prácticamente lista también y se sentió satisfecha de que todo fuera como esperaba. Con suerte, los Remintong (apellido del esposo de Hyolyn) y sus invitados estarían tan contentos con la comida, que no se fijarían en su aspecto y no se sentirían incómodos.

Pero su seguridad se derrumbó cuando entró en el salón y lo descubrió a él.

La bandeja casi se le cayó al suelo, al igual que la confianza en sí misma.

Se aferró a ella con fuerza para que no se cayera y sintió que la cara se le incendiaba.

Él la miró con dureza, achicando los ojos. La última vez que lo había visto había notado deseo en ellos. (TN) tragó saliva.

Bajó la vista y deseó que el color abandonase su cara. Y sirvió los platos con manos temblorosas.

Salió del salón nuevamente rumbo a la cocina. El corazón se le salía del pecho. Se apoyó de espaldas en la puerta e intentó serenarse. Verlo allí había sido un shock.

A su mente habían acudido las palabras que Jin había escrito en la nota que le había dejado: Ha sido un buen intento. Pero he cambiado de parecer. Tú tienes mucho que ofrecer, pero nada que no pueda conseguir en cualquier parte.

Sexo. Se refería al sexo.

Sintió náuseas al pensarlo.

Su padre debía de haber leído la nota. Era lo único que podía explicar su cara de cordero degollado cuando se la había dado a ella, balbuceando que su nuevo chico sólo se había quedado diez minutos y se había marchado.

Así que su padre se había enterado de que la había dejado y eso la había hecho sentir peor todavía.

Al principio ella había pensado que Jin creía que ella era rica.

¿Acaso no habían estado Gabriela y ella en aquel carísimo hotel frecuentado por gente rica?

Él habría imaginado que estaba detrás de un buen partido. Hasta que había visto la realidad de Rylands, despojada de todo lo que había valido la pena vender, absolutamente descuidada y estropeada.

Unas semanas más tarde Gabriela le había dado una de las revistas que tanto gustaban a su madre, en las que aparecían los personajes famosos de la alta sociedad y le había señalado una foto.

- Éste es el muchacho con el que estuviste en Ischia. Me resultó una cara conocida, pero no me sabía de dónde lo conocía. Debió de estar de incógnito, ¡ni un coche lujoso ni un lujoso yate a la vista! Sale siempre en la columna de cotilleos. Es millonario, ¡has tenido suerte! ¿Sigues en contacto con él?

- No.

- ¡Una pena! Si lo cazas, ¡no tendrás de qué preocuparte en toda tu vida! Pero, para serte sincera, ¡estas aventuras de vacaciones no duran nada! ¡Y el hombre tiene una fama de mujeriego terrible!

Ella se había dado la vuelta, encogiéndose de hombros, sin mirar apenas la foto de Jin, vestido con un esmoquin blanco que contrastaba tanto con aquel atractivo.

Se había quedado helada. Jin no había ido tras el dinero inexistente de ella y de su familia, como había pensado al principio. Sólo le había interesado el sexo. Pero al parecer, al volver a Londres había conocido a alguien que lo había satisfecho más sexualmente, alguien más sofisticado, probablemente.

¡Un desgraciado! ¡Cómo odiaba a los hombres que usaban a las mujeres para su placer y luego las dejaban como a juguetes viejos!

Entonces, ¿qué derecho tenía él a mirarla con desprecio?

Se apartó de la puerta y se dijo que si alguien merecía desprecio era él y corrió a encender el grill.

Ella era una profesional y haría el trabajo para el que la habían contratado.

Lo ignoraría y cuando terminase la noche, se lo quitaría de la cabeza nuevamente.

No le tiraría la copa de vino 《accidentalmente》, ni le rompería un plato a la cabeza.

No podía permitirse ese tipo de safisfacción. Si se ganaba fama de maleducada, nunca más conseguiría trabajo.

¡Pero si él la volvía a mirar con aquel desprecio, se sentiría seriamente tentado de hacerlo!

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⏰ Última actualización: Apr 21, 2017 ⏰

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