Cuchicheo

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¡Amaurea! —la llamó una de las mucamas.

La joven elfa ya había tardado demasiado en arreglarse. Amaurea miró su reflejo una vez más antes de salir, todo estaba perfecto. Su cabello claro caía sobre sus hombros y su vestido rosa pálido contrastaba perfecto con su piel.

—Amaurea, no deberías tardar tanto... —habló de nuevo la mucama, intentando no reprenderla.

—Lo siento, ya voy.

Ambas elfas salieron con prisa y se dirigieron al pequeño palco del salón principal del palacio. Amaurea tomó asiento al lado de la pequeña cuna que estaba enfrente. Allí vio a su pequeña hermanita jugando entre sus dedos con una muñequita de tela.

Todos a su alrededor estaban atentos a la ceremonia, pendientes de cada uno de los detalles.

La elfa tenía uno de las mejores vistas desde allí. Hubiera deseado estar más cerca, pero la pequeña Tultien estaba en la etapa en que sus balbuceos eran muy fuertes y podían distraer a los demás.

Amaurea contuvo la respiración cuando su hermana, Erumáre, comenzó a decir sus votos matrimoniales, dejando de ser una elfa de la nobleza para convertirse en la nueva reina de Mirkwood.

Estuvo en el lugar equivocado, en el momento equivocado. Amaurea sabía que las elfas del servicio hablaban, pero jamás imaginó que ellas supieran más cosas sobre su familia que ella misma. El pensar en lo que había oído la hizo soltar algunas lágrimas de tristeza.

Pobre Erumáre... Debía averiguar si era cierto lo que había escuchado.

Golpeó levemente la puerta de la habitación de la reina antes de entrar.

-Amaurea, ¡te ves alterada! ¿Qué sucedió?

La reina dejó de bordar y le indicó que se sentara a su lado, en el futón cerca de una lámpara de aceite. La recién llegada obedeció e intentó calmarse. Tomó de las manos a su hermana, esperanzada.

—He oído algo... yo... —negó con la cabeza, juntando las palabras para continuar—. Dime, por favor, que no es cierto que te casaste por un acuerdo...

Erumáre se tensó visiblemente y besó la frente de su hermana.

—Pequeña, por favor...

—Erumáre, ya no soy una niña. Solo quiero saber la verdad ¿eres feliz con tu esposo?

La reina se levantó y le dio la espalda, abrazándose a sí misma.

—Padre hizo un trato con Thranduil antes de morir, tuve que cumplirlo —se volteó con los ojos llorosos—. Lamento decepcionarte, pero si no lo hacía ahora mismo estaríamos en la calle. Quizá Tultien no estaría viva... Aunque no me casé por amor, soy feliz con Thranduil, me trata bien y ustedes están muy bien ubicadas en el reino.

—Te sacrificaste... —llevó ambas manos a su rostro.

—Soy la mayor, era mi obligación. No había otra salida, ese trato nos sacó de apuros. Sabes que si no me casaba íbamos a estar sin hogar... Nadie nos iba a aceptar... somos las últimas de una raza diferente a los sindar, una raza de elfos que se extinguió por el rechazo.

Amaurea bajó la mirada y lloró. Lloró al imaginar el sacrificio de su hermana mayor, lloró por no haber comprendido lo que significaba vivir en Mirkwood. Ya habían pasado veinte años desde el día de la boda de su hermana. Veinte años había estado viviendo en el lujo sin saber lo que su propia sangre había sacrificado.

La joven se acercó a abrazar a la reina, alcanzó al sollozar en su hombro. Erumáre le acarició la espalda, esperando que ella se calmara.

—Por favor, no quiero volver a enterarme de asuntos tan importantes de esta manera...

La reina asintió y ambas volvieron a tomar asiento.

—Tienes mucha razón, ya eres mayor para saber ciertas cosas...

—¿Acaso hay algo más que deba saber?

La mayor de las elfas asintió, tragó grueso antes de agregar:

—Temo que van a asesinarme.  

La joven buscó alguna señal de una tomada de pelo en el rostro de su hermana. 

—¡Por Eru! ¿Qué estás diciendo?

La reina miró a otro lado antes de responder. Sus delicadas facciones se ensombrecieron de un momento a otro.

—Hay criaturas extrañas provenientes de las montañas que están amenazando al reino. Estamos en una época muy difícil y Thranduil necesita un heredero. He perdido tres embarazos en todos estos años, yo... no creo soportar perder otro...

­—Debemos consultar con Milwe...

Si alguien podía ayudarlas, era la curandera del reino. Se decía que tenía hierbas para todos los padecimientos, incluso había logrado que varios guerreros se recuperaran de heridas mortales.

—Ya lo he intentado y no puede ayudarme más. Escucha, pequeña, el consejo no estuvo de acuerdo con que yo fuera la esposa de Thranduil, ahora les agrado mucho menos. Muy pronto se cansarán de esperar...

—¡Tienes que decirle al rey! ¡Él debe protegerte!

Erumáre negó con la cabeza y le explicó que ella no podía ser la responsable de que el reino de Mirkwood quedara en el futuro sin un sucesor. Ella se había casado para darle un heredero.

¡Qué pronto había cambiado todo para Amaurea! Apenas esa mañana, ella había estado pensado en Aran, un medio-elfo que formaba parte de la escolta de Lord Elrond, señor de Rivendel. Y ahora... la vida de su hermana estaba en juego.

—Podemos escapar... no puedo... ¡no quiero! —se corrigió—. No dejaré que te asesinen —se aferró a su hermana mayor.

—Tranquila —le acarició la cabeza—. Por lo menos Tultien y tú estarán bien.

—No... yo te ayudaré. No se me ocurre cómo, pero pensaré en algo. 

Engaño Real [Thranduil Fanfic]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora