Capitulo III Trajes extravagantes

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El día de registro para los terceros años había llegado, los reunieron en el patio principal frente a una mesa que era atendida por el mismo enano que los recibió el primer día, que llegaron allí, el señor Loiggi Fosco, y con el mismo libro pequeño. Puesto que ya tenían una organización, se formaron por un orden especifico, 57 chicos: 31 hombres y 26 mujeres, Alex era el número 38, mientras que Evan era el 29. 

Poco a poco iban pasando hasta que llegó el turno de Evan, Alex quería escuchar lo que pasaba allí, trataba de agudizar sus sentidos para escuchar lo que le decían pero no pudo hacerlo, observo que hacía lo mismo que hacían todos, intercambiar palabras con el pequeño hombre barbudo, esperar un poco, inclinarse y levantarse, señalar algo y retirarse caminando, otros iban corriendo, a ninguno se le permitía esperar a alguien más.

Llego el su turno, el señor Fosco le pregunto su nombre, lo busco en su libro mientras pronunciaba otros apellidos hasta llegar al suyo.

- ¿Träumer Alex?

- Si.

- Pon tu dedo aquí, el mismo que utilizaste para hacer esa marca.

Se inclinó para poner el dejo allí, cuando lo hizo, sintió que se quedaba pegado, como si algo de él mismo saliera un fuerte pegamento, le hormigueaba y no pudo quitarlo de allí por un momento, levantó y vio al enano con una mirada inquieta.

- No pasa nada, es solo procedimiento – contesto con un tono irritado.

Después de unos segundos, que parecieron una eternidad, pudo retirar su dedo y la huella comenzó a brillas de un color verde fosforescente debajo, una inscripción comenzó a aparecer que decía “Scriptum”, sabía que había visto esas palabras en algún lugar pero no podía recordar donde hasta que el hombrecillo le señalo la estatua del Pegaso indicando que debería dirigirse hacia allá.  En seguida recordó que ese era la palabra que estaba escrita en la roca del Pegaso.
Caminaba despacio, pero no pudo evitar escuchar que los más grandes lo observaban, al igual que a sus compañeros, susurrándose cosas mientras en sus rostros se dibujan pequeñas sonrisas discretas, otro grupo de chicas detrás de un muro con rostros siniestros que clavaban sus miradas a los chicos “nuevos” como si fueran mercancía. Aquella escena de selección era como un espectáculo de circo para los mayores.

Al llegar allí, una mujer morena, delgada y con un semblante de amabilidad le pidió su nombre, el cual busco en su pequeño libro, como el que tenía el señor Fosco, parecía ser muy desordenada pues tenía una inmensidad de papeles regados por toda la mesa y no encontraba su nombre.

- ¡Cómo les gustan esos libros! – pensó como lo hacía cada vez que veía uno.

- ¿Dónde está? ¿Dónde está? – se preguntaba confundida – oh aquí, ya lo encontré, pon tu dedo aquí – lo tomo de la mano llevándolo a un tintero y después a la hoja – y ahora aquí, así está bien, ahora toma esto, llénalo y ve por tu Wādorōbu en el salón que está debajo de las escaleras de ese lado - señalando al poniente.

Se retiró y se dirigió a al lugar indicado mientras observaba como, en cada estatua, hacían lo mismo, sin dejarse de preguntar por qué los mandaban a mesas distintas, se sentía nuevo en aquel lugar, como si nunca hubiera estado allí, la impresión y emoción que pasaba por su mente no lo dejo ver lo que había más allá de los pilares, llego a las escaleras, observo a varios chicos hablando entre ellos, adelante estaba Lolita una chica que le gustaba pero no había podido entablar una conversación larga con ella mucho por mucho tiempo.

- Hola – dijo algo tímido.

- Hola, ¿Cómo estás? – se acercó con una sonrisa, tomándolo del hombro y dándole un beso en la mejilla.

- Bien ¿y tú? – respondió tratando de disimular su embelesamiento.

- Bien.

- ¿Qué hacemos aquí? La señorita me dijo que viniera aquí por un wo… no sé qué – dijo un poco torpe.

- Un Wādorōbu, jaja – sonrió de manera coqueta que ruborizaba más a Alex – son los trajes que usaremos, como los de los maestros y los muchachos grandes.

Llegó su turno de entrar, se posaron por el mostrador y dejaron la hoja que les habían entregado ya llenada con tinta negra, la mujer de capa  y con un gorro verde las tomó, se introdujo entre estantes llenos de bolsas negras y al poco tiempo regreso.

- Fung y Träumer – comento en voz baja dándoles una bolsa negra a cada uno con una ética que tena escrito sus apellidos.
Les indicó donde estaban los vestidores y caminaron hacia allá en medio del obscuro cuarto. Al entrar por la puerta vieron un par de letreros, a la derecha el de caballeros y a la izquierda el de damas, escritos en tablas barnizadas con pintura blanca.

- Bueno entremos, no te vayas sin mostrarme como es el tuyo ¡eh!

Alex asintió con la cabeza mientras veía como entraba al vestidor. Entro al de caballeros, ya había varios chicos allí, presumiendo sus vestimentas, algunos muy felices y otros un tanto disgustados pues sus ropas tenían algún detalle que no les agradaba, otros, al igual que el apenas se cambiarían, por detrás de él, llegó Evan, vestía pantalones negros con unos cuantos cierres de manera vertical, unas botas con estoperoles y algunos detalles plateados en la suela, una playera de un negro brillante, sin mangas y abierta hasta el pecho que dejaba ver su figura fornida, un collar elástico que parecía que le apretaba el cuello pero sin causarle molestias y un par de muñequeras.

- Vamos abre el tuyo – dijo con una sonrisa en su rostro.

- Si, allá voy.

Abrió rápido y emocionado la bolsa negra, al ver todo eso estaba ansioso por ver cómo era el suyo. Había unos lentes, guantes sin la tela que cubre los dedos con picos en las muñequeras, una camisa negra de manga larga, en la derecha tenía una especie de capa blanca que llegaba hasta la palma de su mano, su pantalón era blanco, con algunas rupturas en una de las rodillas y un poco más arriba, y unas botas negras sin mucho adorno.

Evan miraba los guantes y preguntándose por qué a él no le dieron unos así, al tiempo que se los probaba pero no le quedaban del todo bien pues le apretaban ya que sus manos eran más grandes que las de Alex. Se levantó, se sacó la playera y después la demás de su ropa para poder ponerse su Wādorōbu nuevo, una vez que se vistió, se dio cuenta de algo, a alguien le gustaba que la ropa se moldeara al cuerpo de las personas.

Cuando salieron de los vestidores, lo hicieron por la puerta contraria a la que entraron, fuera estaba una chica de pelo suelto que le llegaba hasta la cintura, tenía un sombrero de copa color rosa, unos guantes que le cubrían casi todo el brazo y un par de moños al final, un vestido blanco con cadenas, su falda llegaba ligeramente arriba de las rodillas, lo que le encantaba a Alex, y unas botas descubiertas.

- Le falta su báculo sagrado y será una Sailor moon – dijo Evan con un tono gracioso
Alex le dio un golpe con su codo. La chica estaba contemplando una rosa roja que se asomaba entre los matorrales del jardín, se dio la vuelta, era Lolita.

- Te ves… hermosa – las palabras salían de su boca sin darse cuenta.

- ¿Perdón?  - pregunto Lolita con una sonrisa en su rostro.
- Eh, nos vemos luego – dijo Evan dándole una palmada en la espalda a Alex cuando se dio cuenta de lo que pasaba en su cabeza, mientras lo voleaba a ver con una sonrisa pícara.

- Nada – reaccionó Alex – que ese vestido te queda muy bien.
- Si, parecemos súper héroes o algo así, pero no dejo de sentirme ridícula, como una niña.

- Te hace ver, más bonita – dijo sin dirigirle la mirada y sonrojándose aún más. 

- Lolita, la profesora Dasjaz nos mostrará más allá de los pilares, vamos – dijo una chica vestida de azul.

Entonces tomo a Alex de la mano y salieron corriendo, se sentían como niños, con una emoción enorme al saber que verían cosas que no habían podido ver antes. Al llegar allí se separaron pues Lolita estaba con sus amigas y él fue en busca de Evan.

Rogérigo Ssetamor sITECDonde viven las historias. Descúbrelo ahora