El Árbol Negro

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Erase una vez un aprendiz de mago llamado Prior, quien era instruido en las artes antiguas por el mago mas viejo y respetado del reino; pero este mago era muy olvidadizo debido a su edad y trataba al pobre Prior como un asistente en lugar del valioso y astuto joven que realmente era. Sucedió que un día, mientras Prior practicaba su magia en los jardines de agua de la reina Eleonor, un apuesto caballero apareció y se mostró interesado en las artes del aprendiz. Con una esplendorosa sonrisa el caballero halagó a Prior hasta que este se sintió tan poderoso como si fuese el Mago Supremo de las leyendas. Aquella noche pensó en el caballero y, apenado, se dio cuenta de que no le había preguntado su nombre. Al día siguiente el joven aprendiz fue a la corte y buscó al caballero que había conocido el día anterior describiendo sus profundos ojos marrones y su cuidada barba negra que enmarcaba un agraciado rostro ovalado.

Despues de tanto buscar, pues estuvo a un paso de usar su magia para encontrarlo—Algo que estaba prohibido pues irrumpia la privacidad del observado— cuando lo encontró justo en los jardines. "Vengo aquí para despejar mi mente" dijo el caballero y Prior aprovechó para preguntarle su nombre. "Fialte" respondió el caballero con una sonrisa que casi provoca que Prior soltara chispas rojas con sus manos involuntariamente. Pasaron por el árbol Mité del jardín, que era el usado en las ceremonias mágicas para ver el futuro, y se sentaron sobre sus raíces plomizas para conversar. El caballero venia de una fría región donde las casas eran hermosas como en los cuentos de hadas y la niebla matutina reflejaba la luz del sol naciente creando cortinas de luz dorada que hacían parecer que el pueblo estaba en el mismísimo paraíso. Prior, a pesar de burlarse tímidamente de tan lejano pueblo, escuchaba arrobado la cristalina voz que la describia. Fialte fue llamado por el rey y se despidió del aprendiz con una calida sonrisa.

Pasaron los días; Prior y Fialte se encontraban en los jardines y conversaban durante horas hasta que tanto el caballero como el aprendiz regresaban a sus respectivas obligaciones. Y, entre hechizos y libros, Prior siempre tuvo un pensamiento para el amable caballero.

Prior, motivado por la idea de mostrarle a Fialte cuanto había avanzado con su magia, aprendió más deprisa y aprovechó al máximo los conocimientos de su maestro. El anciano mago y la gente de la corte notaban como la felicidad adornaba el semblante del aprendiz. Esta incluso se demostraba en su magia, haciéndola mas potente, mas brillante, mas hermosa.

Durante casi dos meses Prior y Fialte estuvieron tan juntos que ya algunos bromeaban llamándolos "El Caballero y El Mago", en referencia a un viejo cuento infantil que las ancianas aun contaban a sus nietos antes de dormir. A ninguno de los dos le molestaba esto, incluso parecían disfrutarlo pues apreciaban que los demás conocieran lo apegados que eran.

Una tarde, el aprendiz fue al jardín pero por mas que busco no encontró rastro del caballero; en su lugar había una carta donde este explicaba que se había ido a su pueblo natal para pasar el invierno con su madre, su único pariente vivo. Prior se entristeció por un instante pero comprendió a su amigo, pues nada amaba mas este que a su madre, a quien el aprendiz ya conocía de boca del propio Fialte. Según él no había madre mas bondadosa ni amorosa en todo el mundo, por lo cual el aprendiz deseaba haber ido con él para conocerla pero entendió que aquel era un momento familiar y no quería interferir. "El año que viene" se dijo para si.

El invierno pasó. Prior practicó tanto su magia—pues quería impresionar a Fialte cuando regresara— que llegó a ser tan bueno como su maestro. Cada día, sin falta, lanzaba una chispa luminosa al cielo, esperando que, donde fuese que estuviese el caballero, la viera.

Sin embargo, Fialte llegó cambiado. Sus nuevas obligaciones no le dejaban mucho tiempo para estar con Prior y se le veía ausente, preocupado y desinteresado en su compañía, lo cual le dolió mucho al aprendiz, haciéndolo sentir como si el haber extrañado a su amigo hubiese sido una perdida de tiempo. Este se preguntaba todos los días que podría haber pasado en el pueblo natal del caballero que lo obligó a cambiar tanto pero jamas obtuvo una respuesta. Deseaba tanto la compañía de la que había disfrutado hacia tan poco tiempo que su magia empezó a sufrir los efectos de su tristeza.

Llegó el día en que Fialte, contra todo pronostico, dijo que debía regresar a su pueblo natal pues el rey lo había asignado alla. El dolor que cruzo el corazón de Prior le hizo saltar lagrimas. Mientras no terminara su entrenamiento no podía dejar la corte ni la ciudad, pues estaba destinado a convertirse en el nuevo mago del rey, supliendo a su anciano maestro. El caballero se marchó la semana siguiente sin decírselo a nadie y Prior se quedó solo.

Fueron tiempos en los que el pobre aprendiz no sintió mas que dolor y tristeza. Recordar siquiera la sonrisa de Fialte le llenaba los ojos de lagrimas y el frio en su pecho se hizo tan intenso que su magia congelaba todo lo que tenia a su alrededor sin el proponérselo, lo cual le ocasionó varios problemas en la corte. Gracias al caballero había perdido parte de su timidez y ahora la había recuperado; se encerraba en su recamara y leia durante horas seguidas extensos libros sobre magia antigua, magia que ni siquiera su maestro se atrevia a intentar y, aun asi, no podía sacar de su mente el recuerdo de los momentos que pasó con el caballero. Deseaba abandonarlo todo e ir a su encuentro, pero era obvio en su atormentada mente que este no pensaba igual, pues habría intentado cualquier cosa para evitar tener que irse. Sin embargo, se escudaba diciendo que era la orden del rey, algo que no podía desobedecer.

Entendió, luego de varios meses, la causa de su sufrimiento. En ningún momento de su vida había sido el tan feliz como en aquellos meses; extrañaba ser feliz, extrañaba aquella compañía que lo hacia feliz y, después de pensarlo demasiado, decidio eliminar la causa de su sufrimiento.

Decidido como estaba su magia le fue fiel, pues había tomado una decisión tan firmemente que nada en el mundo le impediría llevar a cabo el hechizo que iba a realizar—aunque este violara todas las leyes naturales y mágicas—. Pronunció las palabras y luego introdujo su mano izquierda en su pecho; esta pasó como si no hubiera ningún impedimento, tomó aquello calido y latente que causaba el sufrimiento del pobre Prior y lo arrancó con un sonido seco. Todo el dolor y la tristeza desaparecieron al instante, dejando solo un inexplicable, aunque comodo, vacio. Sostuvo su corazón frente a si y le dijo con desprecio: "Por ti he sido desgraciado. Por tu culpa he perdido el rumbo, he pasado noches en vela preguntándome qué hice mal, en qué fallé. Soy ahora un buen mago, capaz de sanar la herida mas grave y, aun asi, no soy capaz de sanarme a mi mismo. Eres calido cuando mi mano te toca pero mientras estabas en mi pecho eras tan calido como el frio del invierno que mata los arboles y congela los ríos. Te odio por hacerme tan imbécil, por hacerme volar alto antes de desaparecer mis alas cuando floto sobre el mas negro abismo". Lo llevó a una colina que estaba detrás del castillo, lo convirtió en piedra y lo enterró en la cima, donde nadie pudiera encontrarlo.

Regresó a casa. Sin aquella carga se sentía tan libre y tranquilo que podría haber estallado una guerra y a el le importaría tanto como la piedra que rodaba por el peñasco. Regresó a sus estudios y entendió lo fácil que era aprender sin el corazón como distracción. Su maestro lo llamó pero no le hizo caso, ya había aprendido todo lo que el anciano podía enseñarle y más. Este lo confrontó, llamándolo haragán, y Prior con un solo hechizo convirtió al viejo mago en una solitaria flor violeta que sobresalía de las rocas. Sorprendido por su poder, e indiferente al destino de su antiguo maestro, se dirigió a la corte para presentarse como el nuevo mago del rey pero, una vez estuvo frente al soberano decidió transformarlo en cerdo junto con su esposa. Espantó a los animales y se sentó en el trono, proclamándose rey. Nadie se opuso a él, pues temían lo que su magia podía lograr. La gente incluso llegó a preguntarse si aquel árbol negro en la colina era el símbolo de su nuevo reinado. 

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