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Sólo debía contar hasta diez y esperar a que el dolor pasase. Era una acción bastante rutinaria, la cual me había funcionado de maravilla en el transcurso del último año. Si reprimía mis ganas de llorar, si callaba y asentía a todo lo que él me dijera, las cosas serían mejor. Nuestra relación era mejor así.

Con la mano temblorosa, tiento el prominente golpe que adorna mi pómulo derecho. El color verdoso que éste presenta, se hace resaltar en mi pálida piel, haciéndome lucir totalmente demacrado. Niego repetidas veces, antes de aplicar un poco de pomada en el área afectada. 

¿Cómo había permitido que las cosas llegaran hasta este punto?

Ciertamente, no entendía cómo es que  no podía contestarme aquella pregunta, cuando era él quien siempre la respondía a cada acción que hacía contra mí. Tal vez la sabía, pero no quería aceptarla. Mi necio corazón se negaba al hecho de que Jungkook en serio había dejado de amarme.. O que simplemente, nunca lo hizo. 

Entonces hago un recuento de todas las veces que me hizo llorar. De todas las ocasiones en que me vi en la necesidad de ingresar a este baño, sentarme en el váter y curar todos los golpes que me propinaba, al igual que dormir aquí cuando él me corría de la sala y dormitorio. 

La primera "lección" (como él suele llamar a sus agresiones) fue un Viernes hace ya doce meses atrás. Jungkook regresaba del trabajo mientras yo me encontraba en el comedor realizando los trabajos de la Universidad. Noté que en esa noche parecía realmente irritado, por lo que decidí hacer el menor ruido posible para que se sintiera cómodo. 

Siendo algo ya habitual, me saludó con un asentamiento y dio un casto beso en los labios antes de ir a la cocina y beber algo. Ese día la nevera se encontraba casi vacía y por ende, estábamos cortos de gaseosas y alcohol.

— ¿Dónde están las malditas cervezas? — preguntó con enojo, y seguidamente azotó la puerta de la nevera violentamente. 

— No hemos ido a hacer las compras, me temo que sólo hay agua — dije con calma, caminando hasta donde él estaba. 

— ¿Hemos? — Entonces lo hizo, por primera vez en nuestros dos años de relación, me dio un fuerte empujón. Tambaleé antes de recobrar mi postura. — ¡Trabajo todos los putos días para mantenerte y pagarte esa carrera de mierda!, ¡Lo mínimo que podrías hacer es tener la maldita nevera llena para cuando llegue!

— Jungkook, perdó...

— ¡No quiero tus disculpas, quiero que empieces a servirme de algo más que no sea sólo poner el culo y darme mamadas!

¿Dolieron sus palabras? Como el mismo infierno. 

¿Qué hice? Verlo tomar su chaqueta de cuero y salir del apartamento totalmente cabreado. 

Aquella noche no volvió, sino hasta después de una semana. Cuando por fin decidió aparecer, traía consigo una fragancia poco agradable; era una mezcla entre cigarrillos, perfume de mujer, alcohol y sexo desenfrenado. La barba le había crecido bastante y las ojeras debajo de sus circulares ojos estaban en su mejor punto. 

— ¿Cómo lo hago? — Ingresó a nuestra vivienda, cerró la puerta y me atrajo a él con su fuerte brazo. Quise alejarme, golpearlo y decirle cuan bastardo se había comportado por unas estúpidas cervezas. Pero no lo hice, permanecí sumiso ante su tacto, dándome cuenta de lo mucho que lo extrañaba. 

— ¿De qué hablas? — susurré, en cuanto su otra mano se situó en mi nuca

— ¿Cómo hago para dejarte? Dime una forma de terminar contigo de una maldita vez, sin sentirme incompleto. 

No pude responder, sus labios se unieron a los míos en un necesitado beso. Nos reconciliamos sólo como nosotros sabíamos hacer y no me importó nada. Resté importancia a que tuviera en su cuerpo el aroma de otra persona. Dejé que me tomara aún cuando me denigró de aquel modo. Lo pasé de alto todo, dando señal verde a lo que sería una infernal vida al lado de Jungkook. 

Fue mi culpa. Él sabía que yo nunca lo dejaría, que permanecería incondicionalmente a su lado. Él se estaba acostumbrado a tomarme en brazos, hacerme volar hasta lo más alto del cielo, sólo para dejarme caer en seco hasta el duro suelo. Lugar donde muchas veces dijo, pertenecía. Como aquel incidente, se desataron muchos más, todos con mayor frecuencia y atacándome directamente. Lo peor de todo, es que comencé a acostumbrarme, supe como moldearme, a resistir y lo más importante, a no perderle. 

Doy un respigo en cuanto escucho el sonido del seguro ser retirado. Sujeto con fuerza de los extremos del lavabo y me giro a su dirección. La mirada que me otorga es tan pesada, que logra ponerme la piel de gallina. Sin embargo, hago mi mejor esfuerzo de ocultar el miedo que se desemboca por todo mi cuerpo, y posteriormente me acerco, quedando frente a frente. 

— ¿Sabes que sólo lo hago porque te amo, cierto? — Con su pulgar acaricia mi labio inferior, haciéndome cerrar los ojos debido a la textura callosa que sus yemas tienen. No respondo, sino que deposito en beso en su dedo. 

Entonces el ciclo se repetía. Mi cuerpo y mente respondían de manera automática ante de su presencia, mientras otro clavo se incrustaba en mi corazón, siendo yo el único responsable de mi pesar.

GOOD ENOUGH ➵ JEON, J. PARK, J.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora