El juramento dice que tus enemigos no deben verte el miedo en la cara, que cuando estes frente suya seas bravo, porque Dios vela por ti. Que cuando estes frente gentes, salga siempre la verdad de tu boca, incluso si esta te lleva a la muerte, ayudar siempre al que lo necesite y no hacer mal a nadie, ese es nuestro juramento como caballeros, aunque no siempre se puede lograr los propósitos por los que das la vida...
Me encontraba en la fortaleza de Tortosa, a cinco dias a caballo de Lleida. Conmigo estaban Elicia, una huérfana a mi cargo desde hacia varios meses cuando los Árabes atacaron su pueblo al resistirse a convertirse al Islam, y René, mi escudero desde hacía ya siete años.
La situación nos había dejado algo consternados después de que asesinaran a Jacques. Aun no entendía como podían haber causado tanto daño a la Orden en tan poco tiempo, si a eso le sumamos que aún no se como lidiar con una niña de diez años, la situación no es que pinte muy bien la verdad, aunque he salido de otras peores, pero siempre referentes al campo de batalla, no ha preocuparme por alimentar a dos bocas mas, ademas de la mia.
El dia estaba tranquilo, René estaba preparando todo el equipo. Elicia jugaba con su muñeca, una de las pocas cosas que le quedaban de su antigua vida. Creo que aun no es consciente de la situación aunque también es normal, tenia otras cosas mejores en las que ocupar su atención.
En la fortaleza aun quedaban algunos caballeros de la Orden, ademas de los monjes que residían allí normalmente. Nos estábamos preparando para la posible ofensiva del Rey de Francia ya que eramos consciente de que era conocedor de nuestro paradero y que no tardaria en actuar. Había puesto precio a la cabeza de todos los de la Orden, en especial la mía, ya que era el ultimo con potestad para aceptar a nuevos integrantes y el unico que podia nombrar a estos caballeros.
René trajo mi montante, siempre se quejaba de lo tedioso que era afilarlo, y la verdad que lo entiendo, a mi me llegaba a la altura del hombro tocando la punta el suelo, originalmente fue un regalo de un conde Suizo, aunque años mas tarde un herrero israeli lo cementó para darle dureza a la hoja ademas de grabarle la frase Militum Xpisti lo que en el castellano significaba "Soldado de Cristo". Thibaud Gaudin fue quien me enseñó el arte de la espada, de su boca salió la frase "Con el montante hieres con extraña ligereza, delante, atrás, a diestro y a siniestro, con lo que pocos contrincantes son capaces de hacerle frente, pero también hace falta gran habilidad y destreza para conseguir aprovechar todo su potencial".
Por la tarde llegó un informante a toda prisa, a nadie le sorprendió las noticias que traía, una media centuria se encontraba a dos dias de distancia al nordeste de la fortaleza. No tenia muy claro como lo haríamos, habrían unos cinco caballeros mas sus escuderos y compañeros de armas, un total de catorce personas, la situación no pintaba bien para nosotros, la proporción era de casi cuatro a uno. Con un ejercito esa diferencia se puede solventar pero con tan pocos será un reto del cual algunos de los nuestros no sobrevivirán.