¿Cómo sería comprar una orden de tacos para estos dos chamacos...?
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—¿De que quieres la orden? —Preguntó Miguel mientras observaba el menú escrito en una lona en la parte de atrás de los taqueros.
—Hmmm... Una orden de trompo —Respondió Rubén.
-¿Trompo?
—Sí
Miguel asintió y pidió esa orden junto con la suya. Se había decidido por una campechana bien cargada.
Fueron a escoger una mesa y ambos se sentaron en la sillas de coca-cola. Una canción de Julion Alvarez comenzó a escucharse.
—No mames ¿que canciones son esas? ¡A mi ponme a Vicente Fernández! —Exclamó Rubén.
—Calmate morrillo —dijo Miguel— No vayas a hacer una de tus chingaderas donde siempre nos terminan corriendo de las taquerias.
Rubén rodó los ojos y cruzo sus brazos sobre su pecho. Ambos esperaron en silencio su orden.
A los pocos minutos, un chico apareció con una sonrisa a su lado. Era el mesero.
—¿Que desean tomar? —Pregunto el chico amablemente.
—Una coca-cola —dijo Miguel.
Rubén observo al chico, podría decirse que más de la cuenta. Era un vato bastante guapo y eso hizo capturar la atención de Rubén completamente.
Miguel lo notó y apretó su mandíbula. ¿Que hacia el pendejo de su novio viendo a otro wey? Eso le emputo bastante y le metió una pinche patada en la pierna por debajo de la mesa para que reaccionara. Rubén se quejo y se sobo la parte dolida, dirigiéndole una mirada molesta a Miguel.
—¿Joven? ¿Esta bien? —Preguntó el mesero al ver que Rubén se quejaba. Eso solo hizo que los ojos de Miguel dispararan fuego (metafóricamente hablando)
—Agh... Si, estoy bien —gruño aún con su vista en Miguel— yo quiero una sprite.
Él chico asintió y se retiro.
—Pendejo —habló Rubén emputado de dolor— me dolió bien gacho, puto.
—Me vale verga —contesto emputado de celos— ¿quien te crees para estar de resbaloso con cualquiera? ¡Respeta mis canas, puñetas!
Rubén abrió su boca sorprendido, levantando sus cejas. Volvió a incorporarse en su silla y después sonrió con suficiencia.
—¿Celos?
—Ja, ya quisieras.
Después de esas palabras negadas por parte de Miguel, comenzó a sonar por las pantallas de televisión que estaban pegadas en las paredes de la taqueria, una canción de Chente Fernández que quedaba a la perfección en la situación en la que se encontraban.
—¡Estos celos me hacen daño me enloquecen! —empezo a cantar Rubén— ¡Jamas aprendería a vivir sin ti! lo peor es que muy tarde comprendí, si, si contigo tenia todo y lo perdí...
La cara de Miguel se torno de un rojo tomate por la vergüenza, ya que Rubén había cantado muy recio y había llamado la atención de varias personas.
—Nada más haces el ridículo pinche perro —Dijo Miguel avergonzado. Rubén rió
—¿Sabes? Me vale madres ponernos en vergüenza, a mi me gusta que mi novio se ponga celosito y fue una casualidad que la canción de Chente comenzara para dedicartela.
Miguel rodó los ojos y no pudo evitar que una sonrisa escapara de sus labios, haciendo que Rubén también lo hiciera.
A los pocos minutos el mesero volvió a llegar y pues...
Ya saben como es el pinche Rubén de resbaloso. Quiso provocar de nuevo a su vato y... vaya que lo logro.
Se le esperaban unos buenos azotes en la noche al canijo.
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si rubius y mangel fueran mexicanos
Humor¡Puro humor mexicano a lo Rubelangel compa'! Todo el pequeño humor escrito aquí es de mi autoria, sacado de mi mente. Se prohíbe tomar las ideas plasmadas aquí.