Saint Seiya ni sus personajes me pertenecen, son de propiedad exclusiva de Masami Kurumada.
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La mañana se escuchaba levantarse con el susurro de una suave brisa, mientras los pájaros gorjeaban ante la salida del Sol. Era una mañana de fin de semana mientras Milo corría por la ciudad a través de un frondoso parque, el sendero de altos arboles finalizaba en una poco concurrida calle frente a una pequeña cafetería, aquella cafetería que siempre visitaba entre días de semana, aunque en muy contadas ocasiones también solía visitarla entre días no laborales. Aquel era uno de esos días. Cansado se detuvo al lado de un árbol para recuperar su respiración, encorvándose sobre sus rodillas para paliar el cansancio. Cuando se hubo recuperado Milo fijó su vista sobre la conocida cafetería, sonrió en anticipación. Portando una musculosa roja y su pantalón corto de colora azul ingresó por la puerta de la cafetería. La conocida faz lo recibió con un saludo genérico hasta que se percató del dueño de la sonrisa. Camus devolvió el gesto imitando la sonrisa del heleno.
¿Qué sabía Milo de Camus? Aparte de que cada día se hallaba en la cafetería. Camus era un francés asentado en Grecia dueño de su propio local, durante los tres meses de visitar el lugar y una exhaustiva inspección de su parte logró conocer un poco del atractivo dueño del lugar que lo enamoraba con sus deliciosos café y tartas de manzana.
—Buen día Camus —mencionó con sonrisa destellante—. ¿Cómo te encuentras el día de hoy?
—Muy bien Milo —dijo con tono inusualmente cálido—. ¿Deseas lo de siempre?
Camus observaba a Milo de arriba a abajo por sus curiosas ropas, en cada ocasión lo había visto llevando ropas informales, sin embargo, aquel día... Se veía muy apetecible.
—No, me gustaría un jugo de naranja y una tarta de manzana con crema de durazno.
Camus asintió mientras Milo se incorporaba dirigiéndose hacia su mesa, en una rutina estudiada y siempre cumplida. Milo el comensal y Camus quien cocinaba para él.
Milo bebió con parsimonia su jugo de naranja, mirando de reojo a Camus, quien se movía por detrás de la barra organizando los dulces y pasteles. Camus era elegante en cada uno de sus movimientos, tanto que lo hechizaba con su solo andar. Con el tenedor a su lado tomó un trozo de la tarta untada con la crema, dulce y ácida, justo como su relación con Camus. El hallar aquel acogedor lugar fue fruto de la casualidad, recordaba con claridad el rostro mustio de Camus durante los primeros días, resistiéndose a sus intentos de coqueteo, y el vaso de café helado tirado sobre su persona por un comentario subido de tono. Simplemente fascinante para su persona. Camus para él era de corteza ácida, pero dulce por dentro, justo como la tarta que degustaba, una acidez que le costó mucho deshacer, a través de una actitud educada y risueña y con mucho tiempo por delante. Solo por aquel día seguiría observando a Camus, a la espera del momento adecuado para poder saborear el interior dulce que añoraba degustar.
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Lo dulce de la vida
FanfictionLo dulce del amor puede darse en las puertas de una sencilla cafetería. Sólo basta una mirada para fijarte en quien puede ser tu destino. Un destino teñido de olor dulzón o tan picante como el café. Milo y Camus, YAOI. ~Resubiendo historia~ *Crédito...