Indicios en un cono de chocolate

137 16 1
                                    

Hola un nuevo capítulo
Saint Seiya ni sus personajes me pertenecen, son de propiedad exclusiva de Masami Kurumada.

~•~•~•~•~•~•~•~•~•~•~•~•~•~

La superioridad de los sentimientos es mucha mayor a los miedos de la razón, el tiempo se ha mostrado de manera interesante y muy curiosa. Su relación con Camus avanzaba rápida y estrepitosa. Pero aquel cambio de sonrisas amables y palabras simples por algo más concreto y una sonrisa más cómplice la agradaba. Era fin de semana, no había podido ir a la cafetería los días anteriores por la carga laboral que Shion le había dado después de que se reportó enfermo, quien se dio cuenta rápidamente de la pequeña mentira que había inventado para llevar su plan a cabo, aunque de esta última parte su jefe no tenía ni la menor idea. Agradecía tener el número de Camus, aquel día de su arrebato de esfuerzo desastroso y pie de limón obtuvo con algo de esfuerzo el número del móvil de galo, y pudo avisarle de su incapacidad de poder visitarlo los días siguientes, aunque eso no impedía que pudiera mensajearlo y preguntar por su día, durante esa semana se le he había vuelto una costumbre.

De manera inusual había invitado a Camus a salir fuera del ambiente de la cafetería, ese día Camus no abriría la cafetería y él tampoco trabajaría, además de eso una feria gastronómica había arribado a la ciudad instalándose en la plaza Síntagma. Para su fortuna el galo aceptó de buena gana. Estaba nervioso, como si él fuera un adolescente y estuviera esperando su primera cita, el revoltijo de su estómago y el latir acelerado de su corazón estaban matándolo, provocándole una crisis de ansiedad. Esperaba al francés apoyado contra uno de los árboles mientras miraba en dirección a la avenida Amalias, habían quedado de verse a las tres de la tarde, eran las dos y cincuenta y cinco, solo cinco minutas más y...

—Buenas tardes Milo —dijo una voz por detrás suyo. Milo se sobresaltó mirando con grandes ojos a su sorpresivo invitado. Se llevó la mano al pecho tratando de calmar su corazón mientras le sonreía con gesto provocativo al galo.

—Hola Camus, sabes... casi me matas de un infarto apareciendo de la nada.

El galo solo pudo sonreír ante el comentario tan natural que Milo hacía, era como un niño travieso, con una actitud fresca y jovial. Ambos se encaminaron por toda la feria, para el francés era un deleite poder presenciar cada uno de los puestos y las muestras gastronómicas, la comida se había vuelto parte de su vida y pasión. Para Milo ver a Camus tan expresivo y deleitado le generaba calidez en su corazón, lo seguía por detrás viendo el entusiasmo en cada uno de los movimientos de Camus. Lo que estaban haciendo podía calificarse como una cita, aunque Milo lo hubiese nombrado como una salida entre amigos cuando lo invitó. Pasaron cerca de dos horas observando cada uno de los puestos y probando todo lo que estuviera a su alcance, Milo estaba feliz por el agradable día que había pasado junto a Camus, y el francés disfrutaba como nunca de aquella salida. Gran parte de su vida se limitaba al trabajo, pero desde que conoció al heleno parte de su aburrida rutina había cambiado.

Mientras Camus se divertía en uno de los últimos puestos que se hallaban en la feria, Milo se alejó sigilosamente y se encaminó hacia un puesto de helados de apariencia apetitosa y cremosa que habían visto solo de pasada. Compró dos conos de chocolate y volvió con el galo. Con una sonrisa traviesa coló su mano con el cono de helado por sobre los cabellos aguamarina de Camus. Este se sorprendió de sentir a Milo por detrás suyo mientras le ofrecía un dulce helado de chocolate, con una escueta sonrisa lo recibió, volteó y observó a Milo quien portaba su eterna sonrisa juguetona.

—Un helado, parece frío por fuera, pero por dentro es dulce y delicioso —quiso coquetear Milo, había decidido volver a intentarlo, a expensas de que el galo le tirara el cono por la cabeza. Milo se tranquilizó cuando no sintió la textura helada en sus cabellos, Camus había desviado la mirada, con las mejillas levemente encendidas.

Un pequeño cono de helado le había dado la señal que tanto había esperado, Camus sentía algo por su persona, de la misma manera que él la sentía por Camus. Solo quedaba dar el paso más allá para poder definir sus sentimientos.

Lo dulce de la vidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora