«Mi abuela tenía una teoría muy interesante; decía que todos nacemos con una caja de fósforos adentro, pero que no podemos encenderlos solos. Necesitamos la ayuda del oxígeno y una vela. En este caso el oxígeno, por ejemplo, vendría del aliento de la persona que amamos, la vela podría ser cualquier tipo de comida, música, caricia, palabra o sonido que engendre la explosión que encenderá uno de los fósforos. Por un momento, nos deslumbra una emoción intensa. Una tibieza placentera crece dentro de nosotros, desvaneciéndose a medida que pasa el tiempo, hasta que llega una nueva explosión a revivirla. Cada persona tiene que descubrir qué disparará esas explosiones para poder vivir, puesto que la combustión que ocurre cuando uno de los fósforos se enciende es lo que nutre el alma. Ese fuego, en resumen, es su alimento. Si uno no averigua a tiempo que cosa inicia esas explosiones, la caja de fósforos se humedece y ni uno solo de los fósforos se encenderá nunca.»
Laura Esquivel. "Como agua para chocolate"
Había llorado... aún sin asimilar como algo tan hermoso ahora no era más que cenizas que se perderían con el viento mientras se despedían de mi mano. Estaba seguro de que el fuego que ella mantenía con vida ahora no era más que un hálito de una resignación obligada, es como si todos los buenos recuerdos se hayan ido con ella.
Las cenizas de un cuerpo hermoso, que alguna vez contuvo el alma de la persona que me amó, se perdían lentamente y el sonido del viento parecía ser su cálida voz diciendo adiós. Resonaba la fría brisa en mi oído pero no quería escuchar la verdad que, inevitablemente, miraba. Ella, mi querida Lena, estaba muerta.
La lluvia dio una sorpresa poco esperanzadora, un buen recuerdo que lograría hacerme llorar de nuevo. En un día como este, la conocí. Cuando iba de camino hacia no recuerdo dónde, me refugié en la entrada de un edificio y ahí estaba. Por supuesto, no fue el famoso encuentro romántico que he visto en películas.
Lena se encontraba con el pelo mojado y enredado, sus ropas eran de un estilo indie del cual nunca fui muy fanático, además de un humor de perros. Y ni siquiera quiero hablar de mí en aquel día. La cuestión es que, entre todas esas características que no me agradaron, por primera vez sentí... ¿Cómo describirlo? Es como si, de pronto, todas las cosas que te molestan resultan divertidas; aún en nuestras peores galas.
– Y yo que pensaba que iba a ser un buen día – le dije, y añadí –: Pero es normal que me equivoque con muchas cosas, no sé por qué creí que con el clima sería diferente.
– Bueno, supongo que te equivocás mucho – respondió ella mientras se estrujaba el pelo –, incluso, hasta en pensar que quiero conversar con un desconocido.
– Ahora que lo pienso, también puedo equivocarme ahora – Le extendí mi mano con una sonrisa afable –. Te propongo que volvamos a correr bajo la lluvia, porque hay una cafetería a dos cuadras donde podríamos conocernos mejor. Mi nombre es Samuel.
Luego, recuerdo como ella miró con desdén mi mano. Se acomodó su chaqueta de punto y se marchó bajo la lluvia. Me sentí algo decepcionado, siempre me equivocaba. Decidí irme también. Cuando llegué a la esquina, sentí dos toques en mi hombro. – Mi nombre es Lena, un gusto – me dijo y también sonrió.
Debido a la precipitación, las personas corrían para sus autos a resguardarse, fui guiado por mi suegro a su auto. Lo único que recuerdo de aquel día fue la vista que ofrecían esos árboles y el cielo nublado que observaba por la ventanilla... y como se alejaba... se alejaba y se alejaba... nunca volví a ese lugar, ni siquiera para llevarle una flor.
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¿Qué dice la margarita?
RomanceCuando las tragedias golpean el amor, es fácil encerrarnos en los buenos recuerdos, por eso las margaritas sirven para aliviar el corazón; sus respuestas pueden enseñarnos lo que de verdad necesitamos para no perder la sonrisa de nuestros labios. ...