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La lluvia caía a cantaros y se aproximaba una tormenta. En Leavenworth llovía casi todo el año y eso ya no me sorprendía mucho. El único sonido que podían detectar mis oídos eran los de la clase de Lenguas en donde estaba. Realmente no estaba prestando mucha atención a lo que decían; me encontraba escribiendo el ensayo de Historia sobre las Guerras Civiles de Estados Unidos ya que realmente no quería tener que hacerlas en casa.

De repente se abrió la puerta y todos se callaron. Subí la mirada y vi al director con un chico que no le alcancé a ver el rostro. Puse los ojos en blanco. ¿Por qué cada vez llegaban más alumnos al colegio y precisamente de último año? Joder, a este paso no nos financiarán la salida de fin de curso. No es que me agradara la idea de pasar un fin de semana entero con el par de idiotas que decían ser mis compañeros, pero, íbamos a ir a Los Ángeles y fácilmente me podía escapar del grupo y solo seríamos mi cámara y yo, jamás he salido de este maldito pueblo y quiero por fin salir, Leavenworth no era un pueblo interesante en el que jamás te podrías aburrir, siempre era lo mismo y ya conocías a todas las personas que lo habitaban, las películas llegaban al cine después de que ya habían sacado el DVD y no habían muchas cosas en las cuales dedicar tu tiempo. Salvo, quizá si te diviertan las peleas ridículas de las porristas, aunque dudaría que alguien lo disfrutase.

Me desconecté de algún modo de la presentación del chico que jamás escuché.

-Buena presentación Señor Sullivan, por favor tome asiento atrás de la señorita Turner –Indicó el director Murray y yo rodé los ojos por segunda vez.

Uno.

Dos.

Tres.

No tardaron en cesar los murmullos y sollozos de la mayoría de chicas mojabragas en el aula. Y una sonrisa cínica se formó en mis labios.

Esto se pondría divertido.

—¡¿Con Kate!? ¡Pero Director Murray ella es una mala influencia para un chico como Elliot!

—¡No puede acercarlo a ese monstruo!

—Quiero que todos guarden silencio. Señorita Turner, ¿tiene algún problema en que el Señor Sullivan ocupe el puesto de atrás?

—Me da igual. –contesté en el tono glacial que siempre utilizaba.

Bueno, me había ganado el odio de la mayoría de estudiantes en un tiempo récord, no sé si fue porque realmente era jodidamente desagradable o les había quebrado el ego de la forma más fría y cruel, muchos me catalogaban como una déspota que le gustaba hacer sufrir a los demás y nadie me aguantaba. Bueno, tal vez era cierto y admito que me gustaba que supieran que podrían esperar de mí y no andarse con falsas ilusiones.

Oía los pasos del chico y se sentó atrás de mí. Podía sentir su respiración en mi nuca y el dulce aroma de su perfume inundó mis fosas nasales. El director se fue y seguimos con la clase, aunque realmente no estábamos haciendo nada. Me dediqué a terminar el ensayo y lo hice. La campana sonó y empecé a recoger mis cosas, tenía hora libre. Así que me dirigí a mi casillero y guarde los textos, como no tenía nada que hacer me fui caminando hasta la cafetería hasta que alguien me detuvo.

—Señorita Turner, oh, que dicha tenerla por aquí.—saludó el Sub-Director Vance mientras le mostraba el lugar a el nuevo.

—Buenas tardes, Señor Vance. —Saludé formalmente mientras mi vista se posaba en el aula B-32 en donde Evan se suponía que tenía clase, él era el único que me aguantaba y probablemente el que no quisiera alejar nunca, eramos muy parecidos aunque el me decía que yo poseía un humor más cínico y negro del que él podría tener.

—Y ya que estáis ambos aquí, Kate, te has ganado enseñarle la escuela al nuevo —sugirió Vance en tono ordenatorio, mierda. Y yo que quería escuchar música y le tendré que enseñar a Little Mister Sunshine la escuela. Ahora pude pasar una rápida mirada hacia él, tenía un suéter escarlata arremangado hasta los codos y jeans negros ajustados, todo un niño bonito de los que rondaban por aquí. Sus ojos eran de un verde oscuro, tenía piel pálida y unos labios carnosos que pasaba su lengua constantemente. ¿Y yo? Bueno yo probablemente habría dado una muy buena impresión; vestido negro debajo de las rodillas y un chaleco de jean. Le dediqué a Vance una mirada glacial de las que intimidaban a todo el mundo y el suspiró.

—Hazlo, por favor.

Fruncí los labios en una señal de desaprobación y accedí de mala gana, caminé hacia la cafetería y me detuve a medio camino.

—¿Vendrás o…? –cuestioné al nuevo y el rápidamente se unió a mi andar y me igualó

Cold.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora