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Era bastante impresionante como un chico que había llegado hace más de cuatro horas estaba en la boca de todos. Elliot Sullivan se había convertido en el tema del momento de una forma bastante rápida para mi gusto. Las últimas horas habían consistido en evitarlo, después de aquel aburrido tour el chico no paraba de intentar hacerme conversación. Por alguna razón, pensaba que su simpática sonrisa no me daba buena espina, sabía que decir para hacer amigos y cuando hacerlos. Como era de esperarse, todas sus tretas habían fallado en mí. He de suponer que le he causado curiosidad porque no quiero relacionarme con una persona como él.

Estoy en la cafetería con Evan, quién se ha dignado a aparecer de una buena vez hace unos cuantos minutos. Odio cuando hace eso, suspiro indignada. Nuestra mesa se mantiene en silencio con la tensión que probablemente estoy ocasionando solo yo. Si él hubiera entregado el trabajo de historia de la semana pasada a tiempo, Elliot no me conocería y no intentara fastidiarme más la existencia. La calma de Evan es jodidamente desesperante cuando tengo un peor humor del que acostumbro. Realmente me pongo a pensar como Evan aguanta mis rabietas muchas veces y nunca me alza la voz, debe tener una paciencia celestial que es digna de envidiar.

–No entiendo porque no le entregaste el trabajo la semana pasada a la Señora Hellman. –rompí el silencio, tragándome todo mi orgullo, era imposible molestarse con ese rubio un tiempo prolongado.

–Porque ese día Jake se enfermó y tuve que llevarlo a casa y cuidarlo el resto del día.

–Su voz era irritablemente serena, odiaba que Evan se portara como un altruista haciendo que sus notas bajaran. Eran bastante malas el año pasado y por nada del mundo podía regresar a las andadas, no soportaría la idea de que no llegara a aprobar el último año.

–Es lindo que te preocupes por Blake, pero tienes que pensar en tus notas. Ambos sabemos que esto no puede volver a pasar y menos en el último año, prométeme que no volverás a hacer este tipo de cosas por otras personas, incluyéndome.

–Pero Kath…

–Prométemelo.

Evan suspiró y asintió. Él era probablemente el único con que mostraba un lado un tanto sensible y comprensivo, algo que usualmente nunca me salía muy bien que digamos, no era una chica delicada aunque lo pareciera. Mi madre era una mujer muy elegante y con ademanes exquisitos aunque eso implicaba que tenía un humor bastante peculiar que solo le hacía gracia a ella y a nadie más, vaya, eso es probablemente lo único que heredé de su personalidad. Me limité a sólo comerme mi ensalada en silencio mientras el bullicio de la cafetería cesaba un poco a la llegada de nuestra nueva estrella. Sus ojos verdes recorrieron el lugar pareciendo buscar algo.

Y su mirada se detuvo en mí.

Podía jurar que tenía la intención de acercarse a la mesa en donde estábamos Evan y yo pero de no ser porque Tiffany Walker le invitó a sentarse con los atletas y las porristas, se hubiera sentado aquí. Sonreí. Realmente me hubiera fastidiado si lo hubiera hecho, Evan empezaría a preguntarle cosas y si le agradaba –lo cual iba a pasar ya que a Evan le agrada todo el mundo– El rubio le hubiera terminado invitado al cine metiéndome también dentro y, a duras penas podía soportar a mi hermano Alex quién siempre que se terminaba sus palomitas, empezaba a robarse las mías sin que yo pudiera darme cuenta.

La lluvia no tenía ninguna intención en cesar y eso empezaba a desesperarme bastante, no es que no me gustara la lluvia, es uno de mis climas favoritos pero era un tanto molesto conducir así y aún más en el sitio que vivo; una casa cerca al bosque que es la única por esos lares, la mayoría vive en barrios residenciales y, tienen vecinos. Cosa de la que carezco. La única casa un tanto cerca de la mía está en venta y dudo que alguien quisiera mudarse en el medio de la nada y el día que no poseyera auto estaría completamente jodido. Terminé mi almuerzo, que consistía en una ensalada y agua, desde hace varios días mi hambre no era mucha y con suerte conseguía comer algo en la mañana, lo cual casi nunca pasaba.

–Kath…–llamó Evan de repente.

–¿Qué?

–¿Cómo era el apellido de Elliot? –preguntó él, con una marcada curiosidad reflejada en sus ojos gris

–Eeh… Sullivan.

–¿Recuerdas al sujeto de la CIA?

–Sí, Edward… –mi voz se cortó unos instantes al recordar su apellido –Sullivan…Elliot debe ser ‘’el hijo ejemplar’’ del que tanto hablaba, ugh.

–Se supone que hoy tenías una cena con él y su hijo… ¿No? –preguntó el rubio mientras esbozaba una sonrisa que pronto se convirtió en risa.

–Sí… ¡No entiendo cuál es la gracia en todo esto, idiota! –respondí irritada. Mi padre solía trabajar en la CIA, aunque ahora es el Sheriff del pueblo. Él y ese hombre trabajaron juntos durante mucho tiempo, y, por alguna razón. Le habían encargado re- investigar un caso que había quedado sin resolver hace ya varios años.

–No te enojes, cabezota. –me dijo mientras me revolvía el cabello, aún riéndose. Puse los ojos en blanco.

–Me iré a mi casa antes de que la lluvia se ponga peor. ¿Te llevo? –pregunté

–Oh, no. Quedé con Chris para hacer un trabajo en la biblioteca, él me va a llevar.

Asentí mientras me despedía de él con un beso en la mejilla, salí de la cafetería. Los pasillos estaban vacíos y lo único audible en ellos era el sonido de la lluvia acompañado de mis pasos y mi respiración. Me dirigí a mi casillero, sacando mi bolso y metiendo mis libros, luego tomé mi paraguas y cerré aquel espacio para seguir con mi camino.

Abrí la puerta y pude notar a primera vista que los alrededores yacían empapados y varios charcos amplios estaban en el parqueadero. Puse los ojos en blanco. Traía unas zapatillas nuevas y estaba totalmente segura de que no llovería a plenos inicios de verano, intenté no mojar mucho mis zapatos para que estos no resultaran empapados, pero supongo que no ayudó mucho ya que al llegar a mi coche, no sentía mis pies. Busqué entre mi bolso las llaves y entré al coche que yacía como lo había dejado esta mañana; envases de café vacíos junto a un montón de ensayos que debía entregar en estos días. Encendí el motor y conduje a salir de la escuela, que resultaba bastante famélica con la llegada del nuevo y por alguna razón, me causaba más aversión tener que pasar más tiempo con esa gente. La carretera estaba sola a esta hora, en Leavenworth era bastante inusual que hubiera tráfico alguno, a menos de que fuera un fin de semana y quisieras ir al cine, que era bastante malo a decir verdad, supondría que lo único bueno de vivir en un lugar como este era el bosque y la asombrosa iluminación que teníamos en Navidad junto con ese festival alemán que atraía a demasiados turistas por año.

De repente una figura se atravesó en mi camino, forzándome a parar de una forma violenta y abrupta.

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⏰ Última actualización: May 06, 2014 ⏰

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