Carne y monstruos

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Pudo saber por los gruñidos que eran cómo máximo cinco o seis

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Pudo saber por los gruñidos que eran cómo máximo cinco o seis. Nada de lo que preocuparse.

Sehun salió de los arbustos en los que estaba escondido y cargó su ballesta con las flechas que tenía. Sabía con seguridad que con tres seria más que suficiente para que lo dejaran en paz.

En medio de una amplia y solitaria carretera, seis caminantes se encontraban arrodillados alrededor de lo que antes había sido un ciervo salvaje. En esos momentos, desgraciadamente, el ciervo era solo huesos y carne en putrefacción. Los caminantes, que antes habían sido personas normales y corrientes, con familiares y seguramente un buen trabajo, extirpaban la carne del ciervo con sus dientes amarillentos. Devoraban y engullían como locos, mordían la carne y se la tragaban sin ni siquiera acabar de trocearla. Comía con desesperación, llevados por una hambre voraz.

Si hubiera sido la primera vez que Sehun veía esa escena, seguramente habría echado toda la cena que había comido ayer por la noche. Pero a estas alturas, Sehun ya estaba acostumbrado a las asquerosidades que le mostraba el mundo y podría decir que nada le sorprendía.

Alzó su ballesta y silbó. El silbido consiguió que los seis caminantes dejaran de engullir la carne para alzar la vista y mirarlo directamente a él. No tardaron en olerle, la esencia de la vida que se encontraba incrustada en Sehun, su carne viva y roja que lo componía y la sangre aún caliente que recorría por sus venas.

En esos momentos, Sehun era como el manjar más exquisito. El postre favorito.

Los seis caminantes se levantaron a la vez y avanzaron torpemente hacía Sehun, alargando sus brazos hacia él, gruñendo y emitiendo sonidos sin significado alguno, de sus labios solo salía un conjunto de sílabas sin consistencia.

El primer caminante que llegó hacia él era un hombre no mayor de 40 años, calvo y con una mezcla de saliva y sangre saliendo de su boca. Su piel verdosa estaba llena de hematomas y venas moradas que se le marcaban, sus ojos eran de un gris opaco. Sehun recuerda que en los libros, los ojos grises se consideraban algo atractivo. Si las autoras supieran lo feo que se veían esos ojos, ellas misma habrían quemado sus libros.

Todos los caminantes eran iguales, unos más asquerosos que otros, pero igual de muertos al fin y al cabo.

La primera flecha que Sehun disparó fue a parar en el ojo izquierdo del hombre, acabando de matarlo definitivamente.

Antes de que éste se cayera al suelo, Sehun le quitó la flecha del ojo y la aprovechó para matar el segundo; una joven adolescente que quizás en la otra vida aún iba en el instituto. Había sido bonita, pensó. Tenía el pelo largo y Sehun se fijó en que aún conservaba parte de sus uñas pintadas de un azul turquesa. Quizás, cuando la mordieron estaba yendo hacia una cita con su novio.

La flecha se le clavó justo en medio de la frente y esta cayó al acto.

Dos flechas y cuatro caminantes, eso era un trabajo demasiado fácil para Oh Sehun.

Carne y Monstruos [SeXing/HunLay]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora