En las hojas de un cuaderno comprado en la tienda de la esquina vengo a plasmar los sucesos que me ocurrieron cuando, agobiado por una reunión con el jefe de la compañía en la ciudad vecina, unas disputas con la que sería mi mujer en un futuro. Me dispuse a descansar de mi largo viaje en un hotel de la carretera. Aunque la mañana siguiente sentí que no había dormido nada, sino que al contrario, mi cuerpo se sentía aun entumecido por la dura silla de mi viejo auto, podía sentirme más ligero, como si todos mis problemas se hubiesen quedado atrás.
Para no molestarlos iniciare la historia ya llegando al hotel. El reloj digital del auto señalaba con su luz fluorescente que la media noche se aproximaba, la noche ya caída no dejaba ver nada más que penumbras en la carretera, los faroles con su tenue luz amarillenta señalaba mi camino a seguir y las luces de mi auto viejo ayudaban en caso de que un animal imprudente (quizás una gallina pensé para mis interiores), decidiera cruzar la carretera para llegar al otro lado, el paisaje no cambiaba en absoluto. Una carretera que, junto a los faroles, era engullida en el horizonte por la oscuridad de la noche, el sonido del motor era lo único que rompía el delgado velo del silencio sepulcral brum brum brum hacia de vez en cuando y gracias a su voz áspera como cuando uno tiene catarro era capaz de mantenerme despierto al volante sin chocar con las luces o con un mismo animal fantasma que esperaba en los bordes solo para saltar cuando mi defensas y mi conciencia cayeran a merced de un hombrecillo llamado Morfeo.
Mi día no pudo haber sido peor. Iniciando que al abrir mis ojos el reloj de mi mesita de noche marcaba indiscutiblemente que eran las 8:45 Am del Martes primero de Junio. Con premura y un choque de adrenalina que recorría todo mi cuerpo me levante tan rápido que mi dedo meñique beso ''suavemente'' la mesita, pero no le di importancia, no hasta que me quite el pijama para entrar a la ducha y sentí un dolor que navegaba por mi medula hasta alcanzar mi conciencia y que de mi boca salieran todas las maldiciones que conocía desde mi adolescencia. Mientras el jabón y el agua danzaban sobre mi cuerpo el hervidor en la cocina ya anunciaba con su estela de vapor que el agua estaba lista para mi café matutino, velozmente me prepare el café con una tostada con mantequilla y no me equivoco al decir que ni los disfrute. Cogí mi teléfono junto a mi maletín el cual había dejado preparado la noche anterior, mis llaves y cruce mi puerta tan rápido como me fuese posible baje las escaleras de mi departamento hasta llegar a los estacionamientos, por suerte vivía en un tercer piso pues de otro modo hubiese tenido que saltar entre piso y piso como esos asesinos de los videojuegos solo para llegar 1 min antes al suelo. Ya en el asiento del conductor y saliendo del edificio con rumbo a mi trabajo no tengo la mala suerte de encontrar un embotellamiento a la mitad del recorrido. Así pasaron unos 5 minutos hasta que llegue a mi empresa, en el vestíbulo por suerte justo el elevador abría sus puertas a Betty la secretaria, una mujer de 50 años, pero que aun así conservaba la chispa joven para trabajar más velozmente que muchas otras secretarias jóvenes en los otros pisos. Ya en el ascensor mi suerte estaba en las manos del destino, según mi reloj estaba ya marcaba 10 minutos pasado mi hora de entrada, solo rogaba a Dios que mi nuevo jefe no me diera un regaño por esos 10 minutos que le debía y si así fuese, trataría de explicar el porqué de mi atraso. No fue así, aun explicando todo lo sucedido esta mañana y mi carrera maratónica para llegar lo más pronto posible me ordeno hacer 2 horas extra esta semana para compensar mi falta de profesionalismo en el nuevo puesto y que si se volvía a repetir no habría una tercera vez, que aquí en ''Security & Health'' buscaban gente comprometida con el trabajo y no haraganes que llegaran a la hora que se les antojara. Todo lo que quedaba de día fue peor que la mañana, considerando que el sueldo era el mismo la cantidad de trabajo aumento significativamente, hojas tras hojas de personas que buscaban contratar nuestros seguros de vida y mi deber era ver si eran aptos para la empresa o si presentaban un riesgo para nosotros, eso significaba ver sus antecedentes familiares, sus últimos chequeos médicos incluso sus árboles familiares en busca de alguna enfermedad congénita que no declararon. Cuando creía que el día estaba por terminar y que finalmente era la hora de ir a casa me voltee al ver el reloj de la pared y solo marcaba las 13:00 hrs, aún quedaba una hora antes de salir a almorzar y mi estomago ya rugía por comida, una hamburguesa, una sopa, algo que calmara a la fiera que el café con tostada no pudieron amainar. Cuando dieron las 14:00 hrs ya no daba más de mi espíritu, me sentía más máquina que hombre repitiendo una y otra vez las mismas acciones, aun si eran familias diferentes llego un momento que la búsqueda era automática y no prestaba atención a mi alrededor. Me levante de mi silla dispuesto a salir a la calle a comer algo, lo que fuese comestible a un módico precio. Encontré un local sencillo al no mucho andar su menú era simple y con platillos normales, aunque su sabor era de un mundo ya pasado, era el sabor a hogar, ese sabor que te hace recordar a la madre de uno cuando llegaba de jugar a la pelota con los amigos y ella te esperaba con un plato de lo que fuese, pero sabíamos que estaba delicioso y con una sonrisa lo degustábamos y nos calentaba el corazón y el alma.
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Habitacion 404
Mystery / ThrillerHistoria sobre el joven Bruno Gonzales, una persona de 27 años que acababa de ser promovido a ejecutivo de ventas,pero por obras del destino y el estrés decide viajar a una reunión en la ciudad vecina,no sin antes dormir en un hotel al lado de la ca...